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La transición ecológica no tiene vuelta atrás

Punto de carga de un coche eléctrico

José Luis Gallego

El seguimiento de las tendencias y costumbres de la gente, de sus preocupaciones, sus inclinaciones y sus anhelos, especialmente cuando se manifiestan de manera mayoritaria, debería servir de guía a los políticos para entender hacia donde avanza la sociedad a la que prestan o aspiran a prestar servicio.

Uno de los mejores instrumentos que tienen los políticos para alcanzar ese entendimiento es el sondeo de opinión pública que elabora periódicamente el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que a menudo se interesa por nuestros ámbitos de interés general.

En su último barómetro al respecto, el de noviembre de 2016, el CIS señaló tres ámbitos que destacaban por encima de la media: los avances médicos, por los que mostraron interés un 85% de los encuestados, los temas económicos y laborales (78,5%) y los relacionados con la ecología y el medio ambiente (76,1%), siendo este último campo el que experimentó un mayor aumento respecto al sondeo realizado en 1996, en el que un 60% mostraba interés por el medio ambiente. Eso son más de 16 puntos de crecimiento en tan solo un par de décadas.

Es decir, tras las cuestiones más íntimas y personales (mi salud, mi dinero y mi trabajo), los españoles manifiestan de manera mayoritaria un creciente interés por el medio ambiente.

Nadie duda de que ese interés sea cierto y vaya en aumento. Incluso las marcas, que tienen sus sensores de mercado convenientemente afinados para detectar el más mínimo cambio en nuestros hábitos de consumo, lo vienen detectando. Por eso están avanzando hacia unos sistemas de producción más limpios y sostenibles y resaltan su compromiso con el medio ambiente en sus mensajes publicitarios.

Un ejemplo es el “conduce como piensas” de Toyota: los responsables de marketing de la marca japonesa saben perfectamente que 8 de cada 10 personas que cambian de coche tienen en cuenta el medio ambiente y, por lo tanto, les animan a que sean consecuentes y conduzcan sus modelos híbridos o eléctricos.

Como las marcas, los políticos también lo saben. Hace tiempo que sus asesores vienen alertándoles de este nuevo escenario. Sin embargo los partidos conservadores siguen creyendo que el cuidado del medio ambiente es un obstáculo al desarrollo, un freno a la economía. Una cuestión ideológica ajena a su ideario y a la que no hay que prestar mayor atención. Y no se la prestan: ni cuando gobiernan ni al pasar a la oposición.

El triste espectáculo que han dado esta semana los partidos conservadores del Congreso, votando en contra o absteniéndose en la votación que da inicio a la transición energética, deroga el impuesto al sol y promueve el autoconsumo y las renovables, es el mayor ejemplo de su desorientación y su falta de conexión con la sociedad.

Desde las filas conservadoras siguen burlándose de la creación del Ministerio para la Transición Ecológica, mientras promulgan que las medidas que ha puesto en marcha la ministra Teresa Ribera para llevarla a cabo no llegarán a verse culminadas.

Sin embargo quienes así piensan ignoran la mayor: y es que quien ha iniciado la transición ecológica es la sociedad española en su conjunto, una transición que tampoco tiene vuelta atrás, a pesar de ellos.

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