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10 horas de espera con mi madre para extraer una escayola

Guillermo Cruz González

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El pasado 27 de marzo por la noche, mi madre, de 82 años, sufrió un accidente doméstico que le ocasionó una fractura en la muñeca de su brazo izquierdo. Mi hermana y yo la acompañamos al servicio de urgencias, donde le diagnosticaron la rotura y le colocaron un yeso que debía llevar durante 5 semanas. Ese día la espera fue de unas 3 horas, algo ‘razonable’ para un servicio de urgencias que no comporta un riesgo para la vida de la persona en cuestión. Nuestra sorpresa fue cuando la doctora que la atendió nos dijo que quería volver a verla en una semana, en el mismo servicio de urgencias, sin programar ninguna visita.

El día de la visita de control la acompañó mi hermana y estuvieron desde las 8.00 h. de la mañana hasta las 12.00 h. del mediodía. Evidentemente, no era una urgencia, era una visita de control. Tras la visita, la doctora le dijo a mi hermana, que si no había ninguna complicación en 4 semanas fuera a urgencias de su hospital de referencia para que le quitaran el yeso. Mi hermana, extrañada, le preguntó a la doctora por qué tenía que ir a urgencias para la extracción del yeso y la doctora le dijo que era el protocolo habitual.

Llegó el día “D” sin la hora “H” y está vez me tocó acompañarla a mí. Llegamos a las 9.00 h. de la mañana, registramos la visita en urgencias y la administrativa nos informó que había una espera mínima de 4 horas y que probablemente a lo largo de la mañana fuese aumentando. Pasaron las horas, y a pesar de nuestra insistencia preguntando por la lista de espera, no pudimos obtener ninguna respuesta clara. La frustración y la impotencia comenzaron a acumularse, y la espera se hizo cada vez más difícil para mi madre y para la gente que se encontraba en la sala. En nuestro caso, ni siquiera pudimos ir a comer o a buscar unos bocadillos, ya que mi madre tiene diagnosticada una demencia vascular y no se le puede dejar sola en este tipo de situaciones. Con lo cual, pasamos el día a base de agua y bollería industrial de la máquina de vending de la sala de espera.

Finalmente, después de diez horas, mi madre fue llamada para la extracción del yeso. Afortunadamente, la extracción fue rápida y sin complicaciones, pero las diez horas de espera no nos las quita nadie. Cuando te paras a pensar, te preguntas: ¿Cómo puede ser que tengan a una persona de 82 años diez horas esperando para quitarle un yeso? Nadie tiene una respuesta, bueno sí, “es el protocolo habitual”. Al final, salimos del hospital alegres porque todo fue bien, pero a la vez indignados por la espera.

Esperar diez horas para una extracción de yeso puede parecer una nimiedad, comparado con alguien que tenga que esperar por una dolencia o que haya sufrido un accidente, pero esta experiencia me ha hecho ser consciente del gran problema que tiene nuestro sistema de salud pública.

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