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Por siempre, educación

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Parto de la base de que la objetividad absoluta ante cualquier tema, asunto, vivencia no existe y la educación es para mí un tema siempre candente, en el que no soy ni quiero ser objetiva, y al que nunca se le da, socialmente, la importancia y la categoría que tiene aunque todos hablan de lo fundamental que es. La educación debería de ser un tema de debate y búsqueda constante que jamás se acaba.

En este momento, hablo de la educación que se imparte en las escuelas y que está vinculada al aprendizaje. Esta educación, abre un abanico de ideas y opiniones que históricamente han ido conformando las diferentes teorías. En ellas se habla de los conceptos que se tienen de la misma, los diferentes objetivos que se le atribuyen y cuales se priorizan, las metodologías y contenidos que desarrollan, los horarios y tiempos que hay que dedicar, la secuenciación de todo ello, las leyes que regulan su puesta en práctica, los profesionales que las ejecutan, los educandos que la reciben, las implicaciones de las familias y de la sociedad. Como ya he dicho, inacabable.

Me voy a centrar en un artículo de Daniel Sánchez Caballero sobre la Jornada Continuada y que se refiere, por supuesto, a infantil y primaria.

El artículo aporta datos e informaciones que no pongo en duda. Pero que una vez más las conclusiones y acciones que se ofrecen se basan en actuar sobre los síntomas, y una vez más, se hace a la escuela y a los profesionales que trabajan en ella como responsables de que algo no funciona.

La escuela está actualmente estructurada con unas aulas que acogen a los niños sentados en sus mesas durante una jornada que suele establecerse con un horario de nueve a diecisiete horas. Son ocho horas de jornada laboral para alumnos y profesores. Incluyo, por supuesto las horas de comedor. Después de ese horario, el alumnado suele acudir a clases y actividades complementarias que por supuesto, son un costo adicional para las familias. En este horario, que para mí es una “jornada continuada”, los estudiosos de ESADE, no hablan de “…costes en términos de biorritmos, sueño y salud…”

Hablan también del impacto en los salarios familiares que se ven reducidos porque, sobre todo y cómo no, las madres reducen sus jornadas para atender a sus hijos. Esto me hace plantear la tan manida “conciliación familiar”, manida porque no hace más que nombrarse pero no se toman medidas para llevarlas a cabo. Si se organizaran los horarios de las empresas para conseguir esa conciliación, no habría tal repercusión en los salarios familiares o por lo menos no sería tan grave y no recaería en la mujer. Por otra parte si la diferencia salarial entre hombres y mujeres se igualase, contribuiría a que a la hora de elegir quien asume el atender a los hijos, no se decantara por la mujer que es la que generalmente cobra menos.

Los millones de pérdidas para las familias también disminuirían si las Instituciones asumieran y organizaran actividades o subvencionaran a las familias para que pudieran contratar cuidadores.

En cuanto al profesorado, que definen como “…el agente más relevante de las políticas educativas…” pero que considero que es el más denostado, consideran que sus opiniones a favor de esta jornada, no obedecen a su experiencia en llevarla a la práctica, sino a que “…se ha instalado una narrativa en favor de la jornada matinal y sus familias que no está sustentada por datos…”. La práctica y la experiencia no se consideran “datos significativos”. Una vez más la opinión del profesorado no es considerada más allá de “una narrativa instaurada”.

Personalmente abogo fundamentalmente por instaurar una conciliación laboral que permita a las familias atender a sus hijos y que estos, no se vean obligados a unas jornadas escolares/laborales que, en ambos casos (jornada matinal o partida) son jornadas continuadas y exhaustivas para ellos. Y por supuesto abogo porque “…los agentes más relevantes de la educación…” sean reconocidos así social y laboralmente.

Mientras tanto y como siempre: Besos, ternura y derroche de amor para todas. Por una sociedad más justa, digna y amorosa. Cada día con el corazón más abierto y el puño más cerrado.

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