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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

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Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

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Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

La brecha de género y la devaluación del trabajo feminizado

Pilar Goñalons Pons

El 8 de Marzo me levanté en Filadelfia escuchando la radio y derramando lágrimas de orgullo por la demostración de fuerza que demostraban las mujeres sumándose a la huelga, y lágrimas de felicidad por oír hablar en los medios de comunicación de la brecha salarial, de la desigualdad en el hogar y en los cuidados, de la discriminación laboral, de micro-machismos, de la falta de representación de mujeres en puestos de poder. Lágrimas de orgullo, felicidad, y también de tristeza por vivir en el extranjero.

En ese estado de éxtasis me chocaron los comentarios de dos periodistas.

El primer comentario fue el de Iñaki Gabilondo en la Ser. Iñaki aprovechó la ocasión para agradecer a las mujeres migrantes que trabajan en el sector del trabajo doméstico y de cuidados, mujeres que cuidan de niños y mayores en casas particulares. Aunque me alegró que Iñaki visibilizara el trabajo de estas mujeres, me decepcionó que no fuera un paso más allá e hiciera eco de sus reivindicaciones laborales: ¡que España apruebe el convenio de la OIT para igualar sus condiciones laborales de las trabajadoras domésticas!

El segundo comentario fue el de un periodista, no me acuerdo de su nombre, que dijo algo así como: el problema no es que mujeres y hombres hagan trabajos distintos, el problema es que mujeres y hombres no reciban igual salario por igual trabajo.

Ambos comentarios me sorprendieron porque ignoran que la devaluación de los trabajos feminizados es una pieza clave de la brecha de género: los trabajos, cuando los hacen mayoritariamente mujeres, se valoran menos y se pagan peor.

Vayamos paso a paso.

Las ocupaciones feminizadas son aquellas en las que se emplea mayoritariamente a mujeres. Por ejemplo, el 97% de las empleadas del hogar son mujeres, es un trabajo feminizado. Otro ejemplo, el 71% de los profesionales de salud son mujeres, es un trabajo feminizado.

El concepto de devaluación indica que las ocupaciones feminizadas pagan menos que las ocupaciones masculinizadas, en las que se emplea mayoritariamente a hombres.

Podemos comprobar esta tendencia comparando el salario típico de ocupaciones en las que el 80% de trabajadoras son mujeres y ocupaciones en las que el 80% de trabajadores son hombres. Usando datos de la Encuesta de Condiciones de Vida vemos que el salario mensual es de 1016  y 1789 euros, respectivamente.

Una trabajadora pierde de promedio 700 euros al mes cuando trabaja en una ocupación feminizada.

700 son muchos euros.

Antes de concluir que esta diferencia sea injusta y se deba a la devaluación de lo femenino, debemos asegurarnos que no se deba a diferencias en niveles de calificación. Es decir, es posible que la diferencia de 700 euros se deba a que las ocupaciones masculinizadas son de mayor calificación que las ocupaciones feminizadas (este tipo de segregación vertical también es un problema, pero no el problema que se corresponde con la devaluación).

Los datos muestran que, en efecto, el grupo de ocupaciones masculinizadas incluye tres ocupaciones de alta cualificación. Sin embargo, la brecha salarial entre ocupaciones feminizadas y masculinizadas se reduce, pero no desaparece cuando descartamos esas ocupaciones.

El salario medio es de 1016 euros y de 1561 euros, respectivamente. Más de 500 euros de diferencia, siguen siendo muchos euros.

Para confirmar que la diferencia se debe a la devaluación de lo feminizado, también podemos comparar ocupaciones dentro de la misma categoría profesional y sector.

En la categoría de servicios y trabajadores de venta, por ejemplo, la ocupación de servicios de protección (80% son hombres) paga 1900 euros al mes y la ocupación de servicios personales (80% mujeres) paga 900 euros al mes; ¡la brecha es de 1000 euros!

Pagamos 1000 euros más al segurata de un Zara en Paseo de Gracia que a la cuidadora que se ocupa de personas mayores con demencia. ¡1000 más! Y la excusa de que el trabajo de segurata es más peligroso que el de cuidadora es claramente inválido. Pregúntale a una cuidadora.

Pasa lo mismo si comparamos ocupaciones en categorías de alta cualificación. En la categoría de técnicos y profesionales asociados, si trabajas en ciencia, información y comunicación (75% hombres) cobras 2049 euros de promedio, y si trabajas en salud (75% mujeres) cobras 1405 euros de promedio; 600 euros de diferencia.

La brecha salarial entre trabajos feminizados y masculinizados no se deben a diferencias de calificación o de sector.

Tampoco se debe a diferencias en horas de trabajo o condiciones laborales, ya que estoy usando datos solo de trabajadoras y trabajadores con contrato fijo y a tiempo completo.

Entonces, ¿por qué se paga peor en las ocupaciones feminizadas, tanto en las de baja o alta calificación? Por la devaluación de lo femenino y feminizado. Es una forma de sexismo y discriminación, pero más sutil que la de pagar menos a una mujer por el mero hecho de ser mujer.

La devaluación se refiere a la tendencia de ver los trabajos que hacen las mujeres como trabajos de menor valor, de menor importancia, o de menor valía. Se basa en sesgos sexistas que reproducen la subordinación de las mujeres, que colocan a las mujeres consistentemente en posiciones inferiores a las de hombres – en organismos de poder, en puestos de trabajo, y en nuestras propias familias.

La devaluación afecta a cómo evaluamos los trabajos y más allá. Nos afecta día a día. Sirva como ejemplo esta anécdota. Una amiga mía estuvo recomendando a su pareja, un hombre, que leyera las Novelas Napolitanas de Elena Ferrante: léelas, ¡te van a encantar! Le decía. Y su pareja ni caso, ya las leeré algún día, le contestaba. Más de un año después, la pareja de mi amiga se encuentra con un amigo, un hombre, quien le habló entusiasmadamente de las Novelas Napolitanas, insistiendo, ¡tienes que leerlas! La pareja de mi amiga leyó las cuatro novelas en un mes. Y ni reconoció que había subestimado la recomendación de mi amiga.

La devaluación afecta a los salarios de muchas, muchas, mujeres trabajadoras.

Iñaki se equivoca al sugerir que reconociendo públicamente la importancia de las trabajadoras domésticas se soluciona la injusticia que sufren, y el otro periodista se equivoca al decir que no es problemático que mujeres y hombres hagan trabajos distintos.

Para recortar la brecha salarial debemos cuestionarnos el valor que damos a los trabajos que asociamos con mujeres. No basta con reconocer públicamente que son trabajos importantes (como hizo Iñaki con las trabajadoras migrantes en el servicio doméstico), falta trasladar ese valor en euros; debemos pagar más y mejor a las personas que trabajan en ocupaciones feminizadas.

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