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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

¿A quién escuchan los políticos en España?

Protesta en el barrio de Vallecas contra la gestión sanitaria de Díaz Ayuso en septiembre de 2020.

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En 1978, España había recién comenzado su camino democrático y se estaba deshaciendo de algunos legados de la dictadura franquista, entre ellos, la persecución penal del adulterio y de los anticonceptivos. En este año, el Centro de Estudios Sociológicos (CIS) realizó una encuesta nacional en donde el 63% de los españoles quería despenalizar el adulterio y los anticonceptivos. Sin embargo, si miramos con lupa estos resultados, nos damos cuenta de que solo un 47% de los encuestados con menores niveles de educación apoyaban esta medida mientras que un 85% de los que tenían niveles de educación más altos estaban a favor. A finales de 1978, el Congreso derogó estas leyes.

Casi 10 años más tarde, en 1989, el CIS preguntó a los españoles sobre el derecho de autodeterminación en el País Vasco y Cataluña. Esta pregunta encajaba dentro de un contexto político muy particular en el que ETA continuaba en activo y se habían producido las conversaciones de Argel entre el gobierno y la banda terrorista. Tan solo un 39% de los encuestados con más altos niveles económicos estaban a favor del derecho de autodeterminación a través de un referéndum frente a una mayoría de los españoles de niveles económicos bajos que se mostraban en contra. Sin embargo, ningún gobierno español ha aceptado una reforma a este respecto.

En 1997, los países miembros de la Unión Europea consideraban la entrada del euro como moneda en curso. El CIS de nuevo preguntó la opinión del público, encontrando apoyo mayoritario entre los españoles con niveles económicos altos y poca aprobación entre los que tenían menos recursos. El año siguiente, el parlamento aprobó el cambio de la peseta al euro.

Estos ejemplos sugieren un patrón. A la hora de aprobar políticas públicas en España, las preferencias de las personas con mayores niveles económicos parecen influenciar más el resultado que las preferencias de los españoles con menores niveles económicos. Tal desigualdad política iría en contra de un principio fundamental de los sistemas democráticos: que los ciudadanos deberíamos ser todos iguales, que los votos y las preferencias de ningún grupo deberían tener más peso en el proceso político que los de otro grupo.

En España está bastante arraigada la sensación de que los políticos no escuchan a los ciudadanos en sus demandas. Y no es algo reciente. Desde los mismos inicios de la democracia, los votantes han criticado la falta de respuesta de las élites políticas en el contexto político español. ¿Pero son estos ejemplos unos casos aislados, o es la desigualdad política más bien un patrón sistemático en la política española?

Una mirada más amplia

Para responder a esa pregunta, revisamos todos los datos de opinión pública que están disponibles en la base del CIS, desde 1976 hasta 2016. En ese período, el CIS preguntó al público español más de 200 veces su opinión sobre ciertas políticas públicas que se estaba discutiendo en el discurso político y en el parlamento. Éstas incluyen medidas económicas, reformas constitucionales, medidas contra el terrorismo, asuntos exteriores como la Unión Europea, y asuntos culturales como el matrimonio homosexual o las políticas de género, entre otros. Para cada pregunta realizada por el CIS, calculamos el porcentaje de encuestados que se muestran a favor o en contra de cada propuesta, divididos por nivel socioeconómico según su nivel de educación y ocupación. Luego, investigamos qué sucedió con esas políticas: si fueron aprobados por el gobierno o no dentro de unos años.

La idea es ver qué pasa con un proyecto político cuando tiene el apoyo de un grupo socioeconómico y no de otro. Los ejemplos con los que empezamos sugieren que cuando los grupos difieren en sus preferencias, los políticos suelen responder a las preferencias de los ciudadanos de niveles económicos altos.

Nuestro estudio encuentra que efectivamente es así. El gráfico 1 muestra la probabilidad de que una política sea aprobada según la brecha entre las preferencias de los ciudadanos con mayores niveles socioeconómicos y las preferencias de los que tienen menores niveles socioeconómicos. Cuando los ciudadanos de clase social baja apoyan una propuesta más que los de clase alta (la brecha es negativa), la propuesta tiene poca probabilidad de ser aprobada. Cuando los dos la apoyan igual (la brecha es cero), la probabilidad es cercana al 50%. Pero cuando los españoles de clase alta la apoyan mucho más que los de clase social baja (la brecha es positiva), la probabilidad de que se apruebe sube dramáticamente. Podemos medir esos niveles socioeconómicos usando la educación o la ocupación del encuestado, pero el resultado es siempre lo mismo.

Gráfico 1: Probabilidades predichas de aprobación de políticas públicas según la brecha de preferencias entre las clases sociales más altas y las más bajas

Los españoles con mayor clase social influencian sustancialmente más el proceso de adopción de políticas públicas. Así, cuando las preferencias entre grupos colisionan, son los ciudadanos con mayor clase social los que acaban obteniendo lo que quieren, incluso yendo en contra de las demandas de los grupos sociales más bajos. Y lo contrario también es cierto. Las políticas públicas que son muy apoyadas por clases sociales más bajas, pero que encuentran mucha resistencia en clases sociales más altas, tienen menor probabilidad de adoptarse.

¿Por qué hay desigualdad política?

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué los políticos son más propensos a adoptar las medidas preferidas por los ciudadanos más ricos? Una posibilidad es que tiene que ver con el color del gobierno de turno. Si los gobiernos responden a sus seguidores, entonces quizás los gobiernos de derecha responden a los sectores socioeconómicos altos y los gobiernos de izquierda a los más bajos. Nuestra base de datos no cubre tantos gobiernos distintos como para poder testear esto de manera decisiva, pero sí cubre gobiernos del PSOE y del PP en estos cuarenta años de democracia que podemos comparar. Y allí no vemos ninguna diferencia entre los gobiernos de distinta ideología. La desigualdad de respuesta a favor de las clases sociales más altas se da de manera igual bajo gobiernos del PSOE tanto como bajo los del PP, sin importar la legislatura o el presidente.

Otras posibles explicaciones también existen. Una es que las preferencias de los sectores altos son más representadas por los grupos de interés y que aquellos tienen cierta influencia en el proceso de elaboración de políticas públicas. Otra es que tiene que ver con las propias preferencias de los políticos mismos. Ellos mismos suelen pertenecer a clases sociales altas y puede ser que por eso sean más conscientes de las preocupaciones y preferencias de estos grupos. De hecho, hay estudios que demuestran que precisamente es lo que pasa en otros países.

No sabemos cuál de estas sea la explicación. Hacen falta muchos más estudios para poder llegar a una respuesta definitiva. Pero el primer paso es reconocer que la desigualdad política ha sido una característica sistemática del contexto democrático español de las últimas cuatro décadas. Y si muchos ciudadanos sienten que los políticos no los escuchan, es porque tienen razón.

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