El año en que Rajoy volvió a ser presidente por agotamiento
De los últimos doce meses, Mariano Rajoy ha pasado más de 300 días esperando para volver a ser presidente. Los que median entre el 20 de diciembre de 2015 y el 29 de octubre de 2016, cuando fue investido. Al final, lo logró gracias al 'sí' de Ciudadanos y a la abstención traumática del grupo parlamentario socialista con la que no tragaron una quincena de diputados. El más votado en las dos elecciones, el presidente en funciones, casi no tuvo que moverse ni hacer realidad su amenaza de que los españoles celebraran el día de Navidad votando por tercera vez en un año. La debilidad de los demás volvió a sentarle en La Moncloa aunque sin la comodidad de la mayoría absoluta.
Una vez negociado el 'sí' de Rivera a la investidura, Rajoy se sentó a contemplar cómo el PSOE sustituía a Pedro Sánchez por Javier Fernández y la abstención del PSOE acababa cayendo por su propio peso. El as en la manga, convertir el día de Navidad de 2016 en el de las terceras elecciones generales consecutivas en un año, sirvió de amenaza sobre unos partidos que habían perdido votos en el intento y no podían permitirse una nueva sangría.
Rajoy llegó a las elecciones del 20 de diciembre de 2015 después de un mes de ajetreada campaña electoral en la que se le vio subido a un banco en Zamora para anunciar de forma muy confusa cómo se produce la elección de un alcalde.
El puñetazo que recibió cuando paseaba por las calles de Pontevedra marcó una campaña electoral pensada para dar a conocer su lado humano en los platós de televisión y en los paseos por los pueblos a ritmo de selfie y caña de cerveza con los vecinos.
La llamada al voto del miedo y la apuesta por la seguridad tras tantos meses de bloqueo hizo efecto. Los 186 diputados de la mayoría absoluta anterior se quedaron en 123 en diciembre de 2015 y crecieron hasta los 137 en junio, sin que los numerosos casos de corrupción que iban saliendo a la luz pasaran más factura a los conservadores.
La corrupción: esos casos aislados
A los efectos arrastrados de Gürtel y Púnica, en materia de corrupción se sumaron los de casos como el de Pedro Gómez de la Serna y Gustavo de Arístegui por cobro de comisiones ilegales. Otros episodios, como el de la caída de José Manuel Soria por los papeles de Panamá y su relación con empresas offshore. El exministro de Industria todavía protagonizaría un nuevo episodio al frustrarse su enchufe en el Banco Mundial, un intento de Luis de Guindos que no prosperó ante el escándalo suscitado.
Las sospechas en torno a Rita Barberá por la financiación irregular del grupo municipal estrecharon el cerco hasta que el líder del PP renunció a protegerla. Su inclusión como miembro de la Diputación Permanente del Senado la mantuvo blindada tras las primeras elecciones generales.
Senadora por designación autonómica, Barberá mantuvo su escaño hasta que el Tribunal Supremo abrió causa contra ella. La exalcaldesa de Valencia se convirtió en el símbolo de la corrupción e inspiró la cláusula que Ciudadanos y PP firmaron antes incluso de sentarse a negociar el pacto que haría posible la investidura de Rajoy.
Su muerte, pocos días después de que el rey inaugurara de forma solemne las Cortes, sumió a su partido en una mezcla de desconcierto y mala conciencia. Algunos de sus dirigentes se lanzaron a culpar a los demás de iniciar “una cacería”.
Un Gobierno sin control
La negativa a dejarse controlar estando en funciones ha permitido al Gobierno ignorar al Congreso. El criterio de Soraya Sáenz de Santamaría se impuso y el conflicto institucional entre el Parlamento y el Ejecutivo fue a parar al Constitucional. Aun con el paso de la presidencia de Patxi López a Ana Pastor, el veto a las iniciativas de control o a tramitar cambios legislativos se ha mantenido.
Las relaciones con la Generalitat catalana han ido deteriorándose desde la llegada de Rajoy al poder. El crecimiento del independentismo y las leyes que Cataluña ha preparado cara a la consulta del próximo año también se ha combatido a base de recurso ante el Tribunal Constitucional. Hasta hace poco.
Soraya Sáenz de Santamaría es la negociadora para intentar un diálogo que el Gobierno ha prometido en todo menos en la cuestión del referéndum. Carles Puigdemont ya ha anunciado que no asistirá a la Conferencia de Presidentes, la primera que Rajoy ha convocado desde que está en el poder.
Congreso del PP para seguir hasta 2021
Con más de un año de retraso, Rajoy ha convocado finalmente el congreso que renovará la dirección del PP. La seguridad de que él seguirá siendo líder del partido y, si quiere, candidato a un tercer mandato ha restado cualquier tipo de emoción.
María Dolores de Cospedal ya dio a entender que había acordado con su jefe quedarse como secretaria general, ministra de Defensa y presidenta del PP en Castilla-La Mancha. La candidatura de Rajoy será la única y todo el interés radica en cómo el partido adecuará a los tiempos la participación de sus militantes en las decisiones.
El portazo de Aznar
La apuesta por la mayoría reforzada en un sistema de doble votación en el que opinan los afiliados aunque los compromisarios tienen la última palabra es lo máximo que el PP quiere acercarse a las primarias de los demás partidos. El anuncio triunfal del nuevo sistema por parte de Fernando Martínez-Maillo, el vicesecretario de organización del PP, quedó eclipsado por la carta de José María Aznar y su renuncia al honor de presidir el PP de forma simbólica.
Con el portazo de Aznar, Rajoy encara su segundo mandato liberado de los intentos de tutela de su antecesor. La amenaza del expresidente de seguir participando en el debate político a través de FAES pero con más dureza que antes no ha tenido un gran efecto en el PP.
La invitación para que asistiera al Congreso de febrero no se llegó a cursar por parte de la comisión organizadora que dirige Luisa Fernanda Rudi y Aznar ya ha anunciado que no asistirá. Así, la reunión de los conservadores se convertirá en un paseo triunfal que le concederá todo el poder hasta el año 2021.