Pedro Sánchez en la isla de Supervivientes
El PSOE es un partido especializado en generar frases fetiche en las noches electorales. “No os fallaré”, prometió Zapatero después de ganar las elecciones en 2004. Ocho años antes, tras una ajustada victoria de Aznar después de años de hostigamiento al PSOE, Felipe González había parido la expresión “dulce derrota”. La noche del 20D Pedro Sánchez también dejó su aportación a la hemeroteca: “Hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro”. Un colaborador de Sánchez lo explicó de una forma menos grandilocuente: “Hemos ganado a las encuestas”.
Pese a que, con lo de hacer historia, Sánchez no se refería probablemente a la noche electoral y sí a la trayectoria histórica del PSOE, los medios no tardaron mucho en darle la vuelta a la frase: el PSOE había hecho historia, sí, en concreto había conseguido los peores resultados de su historia desde la recuperación de la democracia. Aquella noche Sánchez fue recibido al grito de “presidente, presidente”. Había euforia en Ferraz. “¿A quién ve de presidente?”, le preguntaron a César Luena. “A Pedro Sánchez”, contestó.
En la frase de Pedro Sánchez y en las de sus colaboradores, sin embargo, no había ingenuidad o voluntarismo sino el optimismo táctico que, como un mcguffin, sería el motor de Pedro Sánchez los meses siguientes para frenar, primero, las conspiraciones palaciegas que dominaban su partido y después intentar el asalto a la Moncloa. Era pura supervivencia. Lo que en fútbol se suele llamar patapúm pa'arriba. “Está alimentando la ilusión de un Gobierno imposible para blindar su tocadísimo liderazgo”, explicó con el colmillo retorcido un crítico en La Vanguardia pocos días después.
A la mañana siguiente, el órdago se materializó en la reunión de la Ejecutiva federal del PSOE: Sánchez anunció que se presentaría a la reelección como secretario general del partido en un congreso “en primavera”. Si alguien quería guerra tendría que hacerlo como en las batallas del siglo XIX. A campo abierto y mostrando el rostro.
Las intrigas continuaban y las informaciones de las semanas posteriores a las elecciones están llenas de citas anónimas de barones, dirigentes críticos o susanistas. “Sánchez está muerto, pero él es el único que no lo sabe”, dijo un miembro de la dirección del PSOE a Casimiro García Abadillo el 27 de diciembre.
La mayoría de las federaciones del PSOE no eran partidarias de que Pedro Sánchez se presentase como candidato a una sesión de investidura. Al PSOE le correspondía liderar la oposición -defendían-, y prepararse para unas nuevas elecciones. Quizás con otro candidato. Llegó a especularse con que sus críticos estaban dispuestos a recabar las firmas necesarias para adelantar el congreso que Pedro Sánchez quería retrasar. No se atrevieron a hacerlo.
En este ambiente de hostilidad Pedro Sánchez consiguió arrancar el apoyo condicionado a unas negociaciones de Gobierno. Sus detractores le marcaron las líneas rojas de esas negociaciones: no podría recibir el apoyo de independentistas (ERC o DiL) y Podemos tendría que renunciar a la consulta catalana para empezar a hablar.
Pedro Sánchez estaba intervenido por los barones del partido, pero no estaba muerto.
Las escaramuzas continuarían. “Ni el PP ni el PSOE deberían impedir que el otro gobierne”, declaró Felipe González a finales de enero. Pero Pedro Sánchez empezaba a mirar a Ciuadanos. El fin de semana en el que Pablo Iglesias le ofreció un Gobierno PSOE-Podemos, Sánchez llamó primero a Albert Rivera.
Unos días después, en el Comité Federal del 30 de enero, se produjo una nueva escaramuza cuando Sánchez anunció por sorpresa que ratificaría con las bases los pactos de Gobierno. Se quitaba de encima la presión de los barones, que no terminaban de fiarse de las intenciones finales de su secretario general. Pedro Sánchez sorteaba de nuevo el cadalso.
Tras el acuerdo con Ciudadanos, las pullas irían desapareciendo poco a poco de las páginas de los periódicos: mandaba la disciplina para intentar que Pedro Sánchez consiguiera llegar a la Moncloa. El malestar solo tendría un breve repunte tras la investidura fallida. Hasta mediados de marzo, muchos dirigentes del partido socialista seguirían esperando un paso al frente de Susana Díaz, pero ese paso nunca se produjo. Ni hubo congreso del PSOE ni hubo susanato.
Ahora esperan agazapados a lo que ocurra el domingo.
Cuenta José Martí Gómez en 'El oficio más hermoso del mundo' que en Barcelona paseaba un anciano, que siempre que veía a Juan Marsé, le decía:
–Vigile, Marsé, que le pueden pegar una hostia.
–¿Quién?
–No lo sé, pero en este país siempre hay gente dispuesta a pegar una hostia.
Y Marsé repetía:
–¡Este país de todos los demonios!
Este partido de todos los demonios, podría decir Pedro Sánchez, por los enemigos que en el PSOE han estado dispuestos a pegarle una hostia. Como en la isla de Supervivientes, Pedro Sánchez ha sorteado nominaciones peligrosas, conspiraciones de compañeros y berrinches en directo, pero sigue vivo. Es un superviviente. El domingo por la noche hay gala de nuevo.