Raquel, la joven que inspiró el 'minuto de oro' de Pablo Iglesias: “Mi caso puede servir a otras personas”
Raquel tiene 28 años. Hace unos días tuvo una jornada mala en el trabajo. Muy mala. Nada muy nuevo, nada muy distinto a lo que ya es habitual para ella, que tiene que comer a escondidas porque su jefe no le da “ni 15 minutos” para hacerlo. Pero ese día estaba “especialmente enfadada con el mundo” y volcó su frustración, sus miedos y sus anhelos en un pequeño texto que remitió en una respuesta en Instagram a un mensaje del líder del partido que, hace cinco años, le hizo interesarse por la política por primera vez. Pablo Iglesias acabó leyendo esa carta en el minuto de oro con el que cerró el debate organizado por la Academia de Televisión el pasado lunes.
Raquel no lo vio en directo, cuenta a eldiario.es en conversación telefónica. La noche del debate electoral se fue de concierto: una jam session de la que salió con el teléfono móvil plagado de mensajes de sus amigos y familiares. Muchos habían reconocido la historia que leyó el candidato de Unidas Podemos y a su protagonista, pese a que ella prefiere guardarse sus apellidos y también escapar de las fotos por temor a represalias laborales.
Raquel no sabía que Iglesias iba a usar su carta, pero le pareció “un gesto bonito”. “Me gustó”, dice. “Lo vi ayer [por el martes]. Y me puse a llorar”, relata ahora.
Las lágrimas, que vuelven a asomar al otro lado del teléfono durante la entrevista, son el reflejo de la rabia que acumula. Con 20 años le diagnosticaron una enfermedad, colitis ulcerosa, que se convirtió en una traba para desarrollar el proyecto vital con el que ella siempre soñó. O, al menos, para intentarlo.
Su enfermedad, que le ha supuesto tener reconocida una discapacidad del 37%, tuvo como consecuencia algo peor que los dolores asociados. Un brote que se prolongó durante dos años y por el que pasó, según dice, “más tiempo en el hospital que fuera”, le provocó una depresión de la que intenta salir y que lleva asociada, además, la culpabilidad de quien es consciente de que hay mucha gente que lo está pasando peor y sale adelante.
Escuchar su propia historia en boca de Iglesias en el prime time televisivo, tal y como la había escrito ella misma, le supuso un cierto alivio, cuenta por teléfono. “Mi caso puede servir a otras personas. Quizá si fuera un caso superdramático nadie se sentiría identificado”, asegura.
Raquel relata su historia por si puede servir de ejemplo a otras personas. Su enfermedad se interpuso en sus estudios, pero solo para posponerlos. Tardó un año en ser diagnosticada por la sanidad pública. “Todo un año”, se lamenta, aunque agradece la dedicación del equipo médico que la trata. El sistema versus sus profesionales.
Por suerte, dice, solo era colitis ulcerosa. Solo. Raquel optó por perseguir sus sueños. Estudiante de Biología, en 2013 llenó una maleta hasta arriba de medicinas y se fue a París a cursar un año de Erasmus. “Fue el mejor año de mi vida. Se puede hacer, es cuestión de voluntad”. asegura. Después repitió la experiencia en Viena, donde estuvo cuatro meses de au pair.
Estaba en Francia cuando surgió Podemos. Le llegaron algunas referencias de sus amigos en España, pero no fue hasta su regreso a Valencia cuando fue consciente del terremoto político que suponía la irrupción del partido que lidera Iglesias. Se enganchó como simpatizante. Pero nada más. Su primer acto político fue el mitin del candidato de Unidas Podemos en Valencia de este mismo miércoles.
Su dolencia le impidió terminar la carrera en el plazo normal. Con su grado en el bolsillo, solo logró trabajos precarios, dando clases particulares o cuidando a niños durante bodas u otros eventos. “Lo que iba saliendo, lo iba haciendo”, recuerda.
En ese periodo tuvo un breve empleo en unos grandes almacenes dedicados a la jardinería y productos para mascotas. “Pero un trabajo es un trabajo”, se disculpa. En uno de los brotes más complicados que tuvo por su enfermedad, estuvo yendo a trabajar a diario por miedo a perder su empleo. Su médico le dijo que no podían esperar más y que tendrían que operarla de manera inmediata. Cuando lo contó en su empresa, recibió una carta de despido.
Además de todo eso, Raquel arrastra los problemas que tiene el resto de su generación. Y de la que les precede. Duda sobre la carrera que eligió. Incluso piensa si hubiera sido mejor no estudiarla. Tiene un trabajo mal pagado en una empresa que le avisa sobre la marcha de los turnos que tiene que cubrir y que le pone problemas para encontrar un rato y poder comer. Y además, la búsqueda infructuosa de un piso para poder independizarse de sus padres y arrancar una vida en común con su pareja: “Al final la solución será que nos vayamos con mi prima. Entre los tres, podremos pagar el alquiler”.