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La repetición electoral y los bandazos de Ciudadanos resucitan a Casado y lo consolidan como líder del PP

Pablo Casado, esta semana, durante un acto de precampaña.

Iñigo Aduriz

Las elecciones generales del 10 de noviembre se han convertido en una segunda oportunidad para el presidente del Partido Popular, Pablo Casado. El líder conservador, que la primavera pasada estuvo a punto de caer por el cuestionamiento interno tras encajar sucesivas derrotas electorales el 28A –con el peor resultado de la historia del PP– y el 26M, ha conseguido resucitar como máximo mandatario del centro derecha gracias al oxígeno político y económico que le han dado los gobiernos formados con Ciudadanos y Vox en distintas comunidades y ayuntamientos. Los bandazos del partido de Albert Rivera hundido según las últimas encuestas han permitido a los populares recuperar a parte del electorado que se había marchado y a rozar el listón de los 100 escaños.

El peor momento de Casado se escenificó el 27 de mayo, un día después de las elecciones municipales, autonómicas y europeas en las que el PP perdió votos respecto a los comicios de 2015, que ya habían cosechado un pésimo resultado.

Pese al espejismo que vivió la dirección popular en la noche electoral en la que esperaba unos resultados aún peores, aquel día los barones fueron convocados por el líder del PP a un Comité Ejecutivo Nacional en la sede nacional del partido y lanzaron duras críticas contra la deriva del equipo de Casado.

Los dirigentes autonómicos de más peso institucional y orgánico –entre ellos el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo y el de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla– exigieron autocrítica, atribuyeron la mínima “recuperación” en las urnas a la exigencia de girar al centro que ellos mismos habían realizado a Casado tras la debacle de las generales, e insistieron en la necesidad de seguir apostando por la vía de la “moderación”, dejando así de lado el viraje a la derecha y el acercamiento a Vox que caracterizaron los primeros meses del líder del PP tras ganar las primarias.

Enfrentamientos con los barones

La rueda de prensa que ofreció Casado tras el Comité evidenció las contradicciones internas del PP y el pulso que existió entre la dirección y algunos de los barones. En su comparecencia, el líder popular negó rotundamente haber realizado “ningún giro al centro”, subrayó que la campaña de las autonómicas y municipales fue “acertada” y recalcó que no se había dado ningún “bandazo” con respecto a la del 28A.

Estas afirmaciones encendieron los ánimos de los líderes autonómicos que, en una comida posterior, reprocharon a Casado que no reconociera que el “alivio” del 26M se debió al intento de girar al centro al que le habían forzado y que dos días después de las generales llevó al líder del PP a llamar por primera vez “extrema derecha” a Vox. Durante el tenso almuerzo Feijóo reprochó al líder del PP no haber hecho la lectura correcta de las elecciones y le acusó de haber provocado que la ciudadanía percibiera al partido “derechizado”.

En esta misma línea se expresó entonces la presidenta de los populares valencianos, Isabel Bonig, que lamentó que el líder del PP diera una “imagen antigua, de derechas” de la formación conservadora. Otro de los momentos de mayor tensión se produjo cuando Moreno Bonilla reclamó moderación a Casado y este le reprochó que el acuerdo con Ciudadanos y Vox que permitió llegar al poder al presidente de la Junta de Andalucía hizo más daño que la foto de la concentración de Colón de febrero en la que posaron juntos Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal.

Al cuestionamiento interno que también puso en tela de juicio el nombramiento de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz en el Congreso –la dirigente mantuvo enfrentamientos abiertos con los populares vascos– y que forzó al líder del PP a escenificar un nuevo viraje al centro en cuanto se conoció el adelanto electoral de las generales al 10N, se sumaron los problemas económicos tras la debacle del 28A.

Agujeros en las cuentas

En 2016 el PP se embolsó 9,29 millones de euros por sus resultados electorales en el Congreso y ahora ha recibido 4,9 millones, prácticamente la mitad. También en el Senado, solo por número de escaños, en 2016 recibió 2,75 millones de ingresos –logró 130 asientos–. La caída a 56 escaños en la Cámara Alta ha hecho que los populares ingresen 1,18 millones menos esta vez. Esos problemas aventuraron a dirigentes populares a hablar de un posible ERE en el partido que emplea a unos 300 trabajadores.

Ese era el contexto diabólico en el que vivía el partido tras las municipales y autonómicas de mayo. Y ahí llegó el oxígeno de Ciudadanos, el partido que paradojícamente trataba de disputarle el liderazgo del centro-derecha. Rivera permitió que el PP mantuviese los gobiernos de Madrid (Comunidad y Ayuntamiento), Murcia y Castilla y León, además de la ciudad de Zaragoza.

El PP se vio aliviado tras cerrar las coaliciones con Ciudadanos, con voz muchas veces como muleta. Y se quedó territorios clave como la Comunidad de Madrid o el ayuntamiento de la capital, que manejan presupuestos millonarios y disponen de centenares de puestos de libre designación.

De hecho, muchos de los fichajes estrella del propio Casado, como su exjefe de Gabinete Javier Fernández Lasquetty, el torero Miguel Abellán o la expresidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, fueron recolocados en el Gobierno autonómico que preside Isabel Díaz Ayuso con abultados sueldos de hasta 95.000 euros anuales.

A nivel político, la formación de esas coaliciones consolidó a Casado como líder hegemónico del centro derecha, algo que trata de explotar ahora apelando al voto útil para el 10N vistiéndose de moderado –reivindicando la economía y la “capacidad de gestión” de la derecha frente a asuntos “conflictivos” como el aborto, la inmigración o la Memoria Histórica de las que sí habló en la campaña del 28A– tras meses de giro a la derecha.

También hubo un giro interno en cuanto a los fichajes para las elecciones del 10N. Después de reconciliar al partido con el aznarismo y situar en algunos de los puestos más importantes a dirigentes cercanos al expresidente José María Aznar, padrino político de Casado, en detrimento de los militantes más moderados, próximos a Mariano Rajoy, el líder popular ha acogido ahora en sus listas a esos dirigentes afines a su predecesor en el cargo, como la número dos por Madrid, la exministra y expresidenta del Congreso Ana Pastor.

Las encuestas auguran que su estrategia funciona, ya que apuntan a una importante subida del PP en las urnas al mismo tiempo que vaticinan una caída proporcional de Ciudadanos, principal rival electoral de los populares, que se hundiría casi a la mitad de los 57 escaños que logró el 28A. El sueño del sorpasso de Rivera se ha hecho añicos definitivamente.

Aunque con cautela, una vez iniciada la campaña, este viernes, en la dirección popular se reconocen como bastante “optimistas” ante los sondeos. Sus encuestas internas les dan una horquilla de entre 90 y 100 diputados, lo que supondría un aumento de entre 30 y 40 respecto a la hecatombe del 28A. Pero fuentes del equipo de Casado insisten en que con lograr 10 o 20 escaños más que en las anteriores generales se darían por satisfechos porque supondría un gran avance en tan solo seis meses.

El líder del PP ha ido públicamente un paso más allá basándose en encuestas como la última elaborada por Celeste-Tel para eldiario.es que sitúa a los populares en 103 escaños y sin creerse la del CIS del día 29 de octubre que rebajó esas expectativas hasta una horquilla de entre 74 y 81 escaños. “Estamos acercándonos al empate técnico”, afirma Casado, ante la cercanía de las estimaciones de voto para su partido y las del PSOE, al que todas las encuestas siguen dando como primera fuerza.

Los bandazos de Ciudadanos

A todo ello han contribuido también los bandazos del partido de Albert Rivera que, siempre según los sondeos, harían volver al PP a exvotantes fugados a Ciudadanos en anteriores citas electorales. El partido que pretendía homologarse a las formaciones liberales europeas inició una guerra sin cuartel contra los populares por el electorado más conservador en 2018, justo después de la moción de censura presentada contra Mariano Rajoy en la que Ciudadanos votó en contra.

La derechización del partido fue palpable en el Congreso, donde coincidió con el PP en el sentido del voto de las principales iniciativas como en su abstención a la hora de revalidar el decreto que permitió la exhumación de Franco de este jueves. Una vez triunfó la moción de Pedro Sánchez Ciudadanos quiso competir con los populares en el papel de principal partido de la oposición, una categoría que el propio Albert Rivera se atribuyó después de las elecciones del 28A en las que el partido creció hasta los 57 escaños, a tan solo 9 del PP.

En esa pugna con los populares, la oposición a Sánchez también fue durísima por parte de Ciudadanos. Si Casado llegó a insultar al presidente en funciones en febrero, al que llamó “traidor” y “felón” y acusó de ser “responsable del golpe de Estado en Catalunya”, Rivera acuñó los polémicos términos “banda” y “plan” para desacreditar a los socialistas e incluso plantó al presidente del Gobierno hasta en tres ocasiones cuando éste le convocó a distintas reuniones al Palacio de la Moncloa para estudiar la gobernabilidad y su posible investidura. El líder de Ciudadanos se negó en todo momento a facilitar esa reelección.

Las reuniones de Rivera

El 17 de septiembre, sin embargo, realizó un giro inesperado en su estrategia ante el temor a un adelanto electoral que, según las encuestas, iba a suponer un duro varapalo para su partido: a cinco días de que se produjera el adelanto automático de los comicios por la falta de acuerdo para la investidura, Rivera pidió a Sánchez una reunión “urgente” en la que le plantearía una posible abstención de Ciudadanos para facilitar la reelección siempre que el líder del PSOE se comprometiera por escrito a cumplir tres condiciones: “Devolver Navarra al constitucionalismo” rompiendo el acuerdo de Gobierno entre el PSN y Nafarroa Bai; aplicar el 155 en Catalunya y una “rectificación” en la subida de impuestos.

El líder de Ciudadanos quiso que el PP se sumara a su iniciativa –una abstención de las dos formaciones de derecha que facilitaran la investidura de Sánchez a cambio de los citados compromisos– y Rivera convocó a Casado a una reunión en el Congreso en la que, sin embargo, el líder de los populares le dijo que no. Antes, el partido que se dice liberal también había dicho que no a la configuración de la coalición España Suma de PP, Ciudadanos, Vox y “descontentos” del PSOE que pretendían los populares.

Los socialistas no aceptaron la propuesta in extremis de Ciudadanos que habría propugnado la abstención de las derechas pero, desde entonces, el partido de Rivera ha levantado el veto a una posible contribución a que gobierne Sánchez si el 10N existe esa opción para “no bloquear” al país.

Esos complicados giros de Ciudadanos han sido castigados por sus votantes, según las encuestas, y el principal beneficiado es el PP de Casado, cuya dirección ve posible recuperar la Moncloa tras las generales del próximo aunque reconoce que, en el caso de que los números sumen, para ello seguirá necesitando los votos del partido de Rivera y de Vox.

El líder de los populares ni siquiera podía imaginar este escenario tan favorable hace tan solo unos meses, cuando la división de las derechas hundió al PP en las urnas y su futuro como presidente del partido pendió de un hilo. Está por ver cómo afecta electoralmente a Casado –si lo hace– la campaña sucia lanzada en redes sociales que busca fomentar la abstención y favorecer al PP y que, tal y como adelantó esta semana eldiario.es, ha sido impulsada por Josep Lanuza, trabajador de Aleix Sanmartin, uno de los asesores contratados por el líder popular para su campaña, así como por Javier Ager, dirigente de Nuevas Generaciones de Murcia.

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