Siempre se les ha llamado locos, en privado, entre susurros, unas veces con más y otras con menos respeto. A veces, como insulto. Es una palabra que aún nos hace sentir cierta incomodidad. Confieso que a mí me molesta cuando oigo a alguien usarla, sobre todo, en contextos de trabajo, como periodista, donde debería existir ya una sensibilidad al respecto. Sé que, en el ámbito escolar, en algunas aulas, no se permite a los niños decirla ni como broma. De ahí mi sorpresa al conocer la existencia de la celebración del llamado día del orgullo loco. Sobre dicha terminología, podríamos discutir, pero hoy voy al fondo, no a la forma.
A la locura generalmente le tenemos miedo, porque lo desconocido nos provoca temor.
Observo que miedo y locura van de la mano. Unos tenemos miedo, porque apenas sabemos de ella y los otros temen hablar explícitamente de su trastorno por el rechazo que, saben, puede generar.
De la salud mental apenas sabemos nada en una sociedad a la que aún le cuesta, si quiera, hablar públicamente de la depresión. Imagínense si el diagnóstico es TOC, bipolaridad o esquizofrenia.
Por eso, era y es tan necesario este día del orgullo loco, para que no miremos como a bichos raros a las personas con algún trastorno mental, para que entendamos que, primero, son personas. Personas con un diagnóstico en salud mental, sí, pero, ante todo, personas. En eso radica su diferencia: en un diagnóstico, que debe llegar a tiempo.
Las personas con algún trastorno mental necesitan poder vivir sin la losa social que supone su diagnóstico. Un trastorno que muchos ocultan por ese miedo del que hablábamos. Miedo a que sepamos y miedo porque no sabemos. El día del orgullo loco supone ese salir del armario que tanto anhelan y que, por primera vez, se ha celebrado en España. Hasta el año pasado solo Asturias se había sumado a este movimiento, que nació en Canadá en 1993 y del que ya participaban países como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Bélgica, Sudáfrica, Brasil, Alemania, Italia, Australia o Gana.
Este 2018 ha marcado un antes y un después. Los medios de comunicación han reflejado lo que ocurría en las calles. Miles de personas han enarbolado la bandera de la locura, la misma que tantas veces se ha usado como insulto, reivindicándola para darle un sentido nuevo, libre de esas connotaciones negativas.
Y el día del orgullo loco ha sido un éxito. Éxito para una jornada de visibilización, lucha contra el estigma y dignificación de una forma de ser. Éxito, porque, por fin, las voces de un conjunto de personas y asociaciones muy diversas han vibrado en la misma longitud de onda, saliendo a las calles de las ciudades españolas para decirnos que están, aunque no todos los que son, porque hay muchas personas aún sin diagnosticar: la mayoría, dicen. Han realizado acciones por distintas capitales del país, explicando su realidad, tratando de dignificar la salud mental, pidiendo un mejor abordaje de la misma, y recordando también a las personas que antaño sufrieron la vida de los manicomios.
Mi enhorabuena por este primer día del orgullo loco en España a cuantos lo habéis hecho posible, saliendo a parques y plazas, tomando los micrófonos de las radios, niños y adultos, asociaciones de en Primera Persona, luchadores independientes, familias… Solo desde la luz, con la claridad y no desde la oscuridad de la vergüenza, se alcanza el verdadero empoderamiento de las personas que tienen trastorno mental. ¡Felicidades!