Conozco a una profesora que no sabía quién es el alcalde de su ciudad. A un funcionario que no diferenciaba la actual bandera española de la republicana. También hubo una ministra de Educación que confundió a un Nobel de Literatura con una mujer y un concejal de Cultura que dijo que los Rolling Stones no eran cultura. A ninguno le han retirado la nacionalidad.
Digo esto porque parece que para ser español hay que saber muchas cosas de España. Hay que saber cuántas provincias tiene Andalucía, quién es la esposa de Mariano Rajoy o dónde está La Alhambra. También hay que conocer a escritores de la posguerra y algún poeta de hace tres siglos. Si no lo sabes, tienes un problema.
En realidad, el problema es otro: el dinero. Si eres pobre, tienes un problema. Sería un buen resumen de lo que hoy es España.
Todo esto viene a cuento de un retrón inmigrante que no ha pasado un pseudotest de españolidad. Nació en Ecuador, vive aquí con familiares maternos desde 2006 y tiene una discapacidad intelectual del 67%. Trabaja en un taller ocupacional y no ha cometido delito. Pero ya lo dice un juez de la Audiencia Nacional: “La integración social en España no sólo depende de la asistencia a un taller ocupacional de manualidades”.
Cierto: la integración depende del dinero que tengas. Aquí o en Suiza. Pienso en la sentencia que niega la ciudadanía a este retrón y me viene a la cabeza aquella ley que otorgaba la nacionalidad a quien compraba una casa por valor de 500 mil euros. También me acuerdo de la familia de Oswaldo Payá, el disidente cubano que murió en el coche que conducía Ángel Carromero. El Ministerio de Justicia consideró que tenía una especial relación con España y le concedió la nacionalidad. O pienso en los futbolistas que pasan a ser españoles porque tienen un ascendiente europeo, sólo para no ocupar plaza de extracomunitario en el club.
No sé si todos ellos se enfrentaron al test de españolidad... Tal vez les pasaron las respuestas. Aquí hay unas cuantas preguntas de las que suelen aparecer..., y no son fáciles. De hecho, creo que muchos españoles fallarían.
De todas formas, las respuestas que el juez considera correctas no son las reales. Veamos algunas que podrían reflejar el verdadero conocimiento de este gran país lleno de españoles que es España:
- ¿Quién es el rey de España? Emilio Botín.
- ¿Y la reina? Belén Esteban.
- ¿Quién es Mariano Rajoy? Un señor que no entiende su propia letra y habla a través de una televisión de plasma.
- ¿Y su esposa? Angela Merkel.
- ¿Quién preside el Congreso de los Diputados? Mario Draghi.
- ¿Dónde reside la soberanía nacional? En Bruselas.
- ¿Cómo están divididos los poderes del Estado? No lo están.
¿Cuál es el sistema de Gobierno en España? Democracia de baja calidad. Algunos lo llaman neofranquismo.
- ¿Cuántas Cámaras hay y cuáles son? Dos: las de móviles y las digitales.
- Menciona tipos de impuestos. Nocturnidad y alevosía.
- ¿Qué se celebra en España el 12 de octubre? El día de la cabra de la legión.
- ¿Cuáles son los límites territoriales de España? Al norte, la tierra prometida que nunca llegará. Al sur, unas cuchillas.
- Número de habitantes de España. Casi 47 millones. Y cada vez más pobres.
Volviendo al retrón del que hablaba arriba, en alguna ocasión se ha dicho que los jueces son la última defensa contra la injusticia de ciertas leyes. No todos, por lo visto. En la sentencia, el juez dice que exigir “menores requisitos de integración cuanto mayor sea la minusvalía psíquica supondría una forma de discriminación positiva no prevista en nuestro ordenamiento jurídico”.
Si no está previsto, significa que hay que cambiar el ordenamiento; y hasta que eso suceda, puede hacerse ingeniería jurídica, como se planteó con la doctrina Parot.
Exigir menos requisitos cuanto mayor sea la discapacidad es favorecer la igualdad de oportunidades. Exigir los mismos sin mirar los problemas es poner palos en las ruedas y favorecer a los bípedos sobre los retrones.