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Ellas te miran aunque tú las ignores: siete retratos de la profesión más valiosa y ninguneada de la pandemia

Jenniffer y su hija de 19 meses, una de las protagonistas de 'Cuidadoras'

Mónica Zas Marcos

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Hay diversas formas de “cuidar”, pero todas ellas han estado presentes en los peores momentos de la pandemia del COVID-19. Lo que ha quedado de manifiesto una vez más es que se trata de una labor feminizada, como identificó un informe del Instituto de la Mujer publicado el pasado mayo. “Eso les otorga un grado de presencia en la respuesta a la enfermedad que debe ser tenido en cuenta en el abordaje de la crisis”, escribieron acompañando a las cifras.

Pero los porcentajes corren el riesgo de ocultar los relatos que los conforman y en PhotoEspaña han intentando compensarlo con el proyecto Cuidadoras, que revestirá hasta este fin de semana las paradas de autobús de Madrid.

Durante un mes, siete rostros de un colectivo olvidado han salido a la calle y clavan sus ojos en el viandante desde lo alto de las marquesinas. Cada una representa un perfil oculto dentro del heterogéneo mundo de los cuidados, que se sitúa a medio camino entre la profesionalidad, la vocación y la carga histórica. Abuelas, sociosanitarias, profesoras, migrantes, enfermeras, jóvenes en paro... ellas ya estaban ahí antes del coronavirus y esta realidad ha vuelto a subrayar su importancia para el bienestar social.

“A la mujer se le atribuye ser cuidadora por defecto, sea lo que sea a nivel profesional”, explica Sofía Moro, la artífice de las fotografías de Cuidadoras, a elDiario.es. “Es una labor muy invisible”. Cuando PhotoEspaña le ofreció hacerse cargo del reportaje no lo dudó ni medio segundo: “Fotografiar a gente anónima es un placer y quizá les haga ser un poco más conscientes de una versión de sí mismas que nunca se habían parado a pensar”, explica.

Ese es el caso de Teresa (68 años), la primera en posar ante la cámara de Sofía, para quien cuidar a sus nietos es algo natural. “Yo también me crié con mi abuela y gracias a eso los disfruto muchísimo”, explica la mayor del catálogo a este diario. Anda atareada al otro lado del teléfono con los utensilios del huerto porque, además de cuidadora, es agricultora y vende sus productos en la plaza de Porto do Son, un pequeño pueblo de A Coruña, donde conoció a la fotógrafa.

“Ella es clienta mía y cuando me comentó lo de las fotos le dije lo mismo que a ti ahora: yo no he conocido la desigualdad”, se sincera. En su familia, excepto sus nueras, todos son hombres: su marido, sus dos hijos y sus tres nietos varones. “No hago más de lo que hacen ellos porque a la hora de repartir las tareas cocinan, limpian y trabajan el huerto”, les reconoce, aunque termina endureciendo el tono. “Tampoco hacen nada extraordinario o digno de felicitar, ni unos ni otros”.

Aunque no es su caso, reconoce que el proyecto Cuidadoras puede normalizar la paridad que ella dice haber vivido durante casi siete décadas. “Si sirve para algo, pues es una maravilla”, concluye. La labor de los abuelos y las abuelas durante la crisis de la COVID-19 les ha situado en primera línea frente al virus al tener que encargarse también de los pequeños de las casas, a menudo asintomáticos pero no inmunes. “Eso sí que me ha preocupado, pero no he tenido miedo”, reconoce Teresa.Tan solo quiere que la situación se estabilice para poder pasear por Madrid y verse reflejada en alguna marquesina acompañada de sus nietos: “Ojalá podamos ir”.

Según Sofía, al menos “Teresa tiene una economía de subsistencia que se resiente menos cuando ocurren estas desgracias”. El caso contrario al de Jennifer (31 años), un ama de casa a quien la crisis sanitaria dejó sin trabajo el verano pasado. Buscando este perfil, la fotógrafa se dio cuenta de que “son una especie en extinción”. “Sobre todo hay mujeres en paro o que han tenido que dejar el trabajo para ser madres, pero no porque quieran dedicarse al hogar”, explica.

Jennifer se prestó para colaborar en un proyecto bonito, pero su relación con la prensa es distante. Prefiere centrarse en criar a su hija de un año e intentar que el hecho de haber crecido encerrada no afecte a su desarrollo. “Aprendió a andar en casa y cuando se pudo salir a la calle, le daba miedo pisar el suelo”, contó la joven en declaraciones a PhotoEspaña. “Jennifer representa a toda una generación: una chica de barrio obrero de Madrid, que encadena trabajos precarios y para quien ser madre fue una apuesta difícil”, traslada Sofía. Aunque se siente unida a todos y cada uno de los retratos, este le conmueve especialmente por la desesperanza que le transmitió su protagonista: “No ve un futuro claro para ella ni para su familia”, expresa Moro.

En el lado contrario, Lucía (28 años) es el perfil de cuidadora profesionalizada. Ella, a diferencia de Jennifer, accedió a unos estudios superiores y convirtió su vocación en su carrera. “Doy clase a 25 niñas y niños de entre 5 y 6 años en un colegio de Logroño. El cansancio físico y psicológico al final de la jornada se compensa con la satisfacción de ver cómo aprenden a leer y a escribir, como aprenden cada palabra”, explica la joven. Es algo que lleva en las venas, ya que su madre también es profesora: “Yo cuido a mis alumnos y ella me cuida a mí”. Lo mismo piensa Faith (44 años), auxiliar de enfermería nigeriana, para quien cuidar “es algo más que una profesión”.

“Mis padres viven en Nigeria, mi padre tiene alzhéimer y mi madre diabetes, y como yo cuido a personas aquí, espero que alguien esté haciendo lo mismo por ellos allí”, cuenta en conversación con elDiario.es. Faith trabaja en un centro de día de Galicia con mayores dependientes y resume su trabajo en que sus pacientes “pasen un día feliz y los familiares sepan que están bien atendidos”. Se describe como una persona cariñosa y paciente, pero no cree que haya que estar hecho de una pasta especial para cuidar: “Es una vocación humana, no de hombres o mujeres, aunque nosotras lo hagamos más”.

Esta nigeriana llegó a España hace 22 años sabiendo que aspiraba a algo más de lo que se ofrece a una mujer migrante y sin estudios homologados. Aprendió español, se sacó varios cursos públicos, fue peluquera, camarera y limpiadora, hasta que finalmente obtuvo el módulo de Auxiliar de Enfermería y se dedicó a lo que siempre había querido. “Estamos casi olvidados. Espero que ahora que la gente sabe que existimos, nos ayuden con más sueldo y con material para atender a los enfermos”, pide Faith. “Así, la gente con vocación, hombres o mujeres de otros países, se querrán unir a esta profesión sabiendo que se nos valora”, asegura tajante.

La auxiliar nigeriana se refiere a las mujeres que terminan recalando en el ala precarizada de los cuidados. “El caso de las empleadas de hogar, cuyo régimen social tiene una menor cobertura de protección, es el ejemplo más claro. Muchas están en la economía sumergida y, en general, su situación durante la crisis está dependiendo de la voluntad de sus empleadores y empleadoras”, dice el informe del Instituto de la Mujer. Ese es el ejemplo de Dana (44 años), trabajadora del hogar en Ciudad Real.

“Siempre me he sentido valorada porque mis jefes son buenas personas, son como mi familia”, explica esta empleada rumana a elDiario.es. Ella vive en la misma finca en la que trabaja, en Ruidera, pero con una parte reservada para ella, su marido y sus hijos. Aunque lleva una vida tranquila, le gusta que su retrato muestre la realidad de otras muchas mujeres: “Si no la cuentas, no existe”, defiende.

A todas ellas se unen Cristina (43 años), enfermera en el Hospital de la Paz de Madrid, uno de los más azotados por la crisis de la COVID-19, y la brasileña Giovanna (37 años), abogada y madre a tiempo completo. “Tradicionalmente se espera que seamos nosotras las que nos sacrifiquemos para atender a los demás y hay quien, todavía hoy, tiende a menospreciar este trabajo”, piensa la primera.

Por todo ello, que sus retratos se expongan en la calle a la vista de todos, incluso de quienes no quieren mirar, es para Sofía Moro la mejor de las decisiones: “En estos días tan lluviosos, las veías ahí de pie, enormes y poderosas en medio de la tormenta. Están donde tienen que estar”.

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