Periodismo y cáncer: cuando la noticia es tu propia enfermedad
Un diagnóstico de cáncer agita la vida de cualquier persona. El día a día de Nacho Mirás Fole y de Rafael Martínez Simancas dio un vuelco cuando sus médicos les dijeron que sufrían cáncer. De ser periodistas, comunicadores, pasaron automáticamente a la denominación de “paciente” en una historia clínica.
Conscientes de ser una cosa pero quizá con la convicción de no haber dejado de ser la otra, ambos decidieron utilizar su herramienta de trabajo, la palabra, para afrontar la enfermedad. Toda una novedad: después de haber contado cientos de historias de otros, de repente los protagonistas de sus textos eran ellos mismos.
Nacho Mirás, periodista de La Voz de Galicia, ya avisaba en su blog, Rabudopuntocom, del carácter de sus palabras. En la primera entrada, de 15 de noviembre de 2012, ya decía que las opiniones vertidas en su página personal se presentaban “sin condimentos ni edulcorantes, sin trampa ni cartón”.
Casi un año después le diagnosticaron un tumor cerebral y el centro de su blog cambió. Pero no su estilo. “Lo utilizaba para hablar con humor de cosas que me interesaban desde un punto de vista personal, pero a partir de entonces sentí la necesidad de poner orden a mi vida y responder cuestiones como qué es lo que siento”, cuenta por teléfono desde el Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
Escribe con la misma naturalidad con la que advierte que sólo tiene unos minutos para la entrevista, “hasta que me llamen para entrar a quimioterapia”. En el Día Mundial contra el Cáncer su cuenta de Twitter se ha llenado de mensajes de personas a las que su trabajo les ayuda a enfrentar la enfermedad. En España 215.534 personas padecían cáncer en 2012, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cifra que ascenderá a los 227.076 casos en 2015, según los cálculos de la Sociedad Española de Oncología Médica.
“La labor social del blog ha sido espontánea e inesperada”, dice Mirás. “Comencé porque el que necesitaba ayuda era yo, pero saber que le sirve a más personas ha sido estupendo”, señala. Para Rafael Martínez Simancas, la palabra ayudar es muy grande, pero “si le sirve de algo mi libro a algún lector, me doy por satisfecho”, apunta el exdirector de Qué! y columnista en el grupo Vocento.
Sus experiencias tras el diagnóstico de un linfoma llenaron las páginas de Sótano octavo (Ediciones B, 2013), un libro que, según el autor, responde a tres preguntas: ¿por qué yo?, ¿por qué ellos? y ¿para qué? Reflexiones que quizás tuvieron como escenario el hospital madrileño La Paz, donde ha pasado tantas horas “entre todos esos cacharritos de feria que asustan tanto al principio”. El periodista cordobés admite que sintió “cierto pudor” con el cambio de roles, con plantearse las preguntas a sí mismo. “Llevas tantos años preguntando a los demás que se hace un poco raro al principio”, reconoce.
En la actualidad, cuando las redes sociales están repletas de vivencias personales, no sorprenden las fotografías y experiencias diarias de sus usuarios, pero la expresión cruda y natural del “horror” del cáncer ha chocado a muchos de los lectores de Nacho Mirás. “Te agradecen que cuentes lo que ellos no se atreven a expresar”, dice Mirás. Para el periodista, al final no era más que contar lo que le pasa a alguien, pero esta vez era él quien protagonizaba la historia: “¿A quién conoces mejor que a ti mismo?”.
Ambos profesionales, aunque con estilos diferentes, acuden al humor para aligerar una realidad ya de por sí muy dura. “Con el humor no pretendo ser frívolo. Siempre lo he utilizado en mi vida y aunque sé que no se puede demostrar, hay quien dice que el humor cura. De hecho, hay médicos que utilizan para algunas enfermedades la risoterapia”, dice el exdirector de Qué!. Nacho Mirás admite que pretende que sus lectores se rían con sus posts, enfocados desde un punto de vista “tragicómico” (“algo muy gallego”, dice). “Que me ría no significa que le pierda el respeto a este enemigo, que no va en broma”.
La labor del lenguaje
Los términos militares son frecuentes a la hora de hablar sobre el cáncer. Una batalla, el enemigo, la lucha. “Creo que son palabras adecuadas. Personalmente el cáncer es lo más cerca que he estado de ir a la guerra”, afirma Nacho Mirás, que también es profesor en la Universidad de Santiago. Los dos periodistas coinciden en que las palabras son importantes, una forma de desahogo y un modo de compartir la enfermedad con el resto de la sociedad.
“Las mujeres nos han ganado en la comunicación del cáncer”, dice Mirás. El periodista pone como ejemplo la concienciación y el conocimiento del cáncer de mama por parte de la sociedad, a lo que ha contribuido la difusión de testimonios de mujeres conocidas. “En cambio los hombres tenemos más tabúes, en mi opinión. A ver a cuántos ves decir públicamente que tienen cáncer de próstata”.
“Llamar a las cosas por su nombre ayuda y, de hecho, no hacerlo es perjudicial”, critica Martínez Simancas. El periodista retuitea un comentario de otro colega, Juan Ramón Lucas, para destacar esas ocasiones en las que los políticos, periodistas y otros personajes públicos usan la palabra cáncer con ligereza: “Es frecuente oír que no sé qué es un 'cáncer' para España. Estas expresiones hacen daño”.
Mirás y Martínez señalan que los medios, en general, cada vez tratan el tema con más naturalidad. Ellos, que admiten haber escrito de alguien que había fallecido “tras una larga enfermedad”, ahora contribuyen con sus testimonios. Depositan sus esperanzas en los médicos, pero creen que la palabra también tiene su parte terapéutica. “Los psicólogos me dicen que no deje de hacerlo. Que no pare. Por algo será”, dice Mirás.