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Más de 80 proyectos en cola para lanzar minisatélites al “nuevo espacio” español

Simulación de las constelaciones de nanosatélites.

Carlos del Castillo

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Cuando se piensa en telecomunicaciones se suele mirar al cielo, pero la realidad es que para ver el sistema nervioso de Internet hay que mirar abajo. El 98% del tráfico de la red va por cables submarinos que recorren el fondo oceánico y que al tocar tierra se ramifican en telarañas de fibra. A empresas como Google les resulta más barato tirar un cable a Nueva York a Bilbao que poner un satélite en órbita. Al menos hasta ahora, ya que una nueva generación de minisatélites aspira a reformular el sector y ganar protagonismo en las conexiones digitales.

La clave será una amplia reducción de los costes de lanzamiento. Los nuevos aparatos son más pequeños y utilizan órbitas más bajas que los tradicionales. Si estos suelen pesar entre 500 kilos y dos o tres toneladas y utilizan órbitas geoestacionarias a 36.000 kilómetros de la Tierra, la nueva generación se mueve por debajo de los 300 kilos (con muchos proyectos dentro del terreno de los nanosatélites de menos de 10 kilos) y orbitará a unos 500 kilómetros de la superficie. En contrapartida, se utilizarán muchos más, con constelaciones de cientos o miles de satélites para cada servicio.

La industria digital espera que el Internet de las cosas, el 5G y las conexiones digitales a través del espacio generen una demanda que haga explotar este mercado: de 315 millones de euros facturados este 2020 a rozar el billón de euros en 2040.

El Gobierno ya ha preaprobado más de 80 proyectos para operar pequeños satélites en el mercado español, informa a este medio la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales. Siete de ellos también han recibido a su vez luz verde de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Este organismo, dependiente de Naciones Unidas, es el encargado de aprobar en última instancia este tipo de lanzamientos para que exista coordinación internacional y los nuevos satélites no estorben a otros servicios.

“El nuevo espacio”

El boom de los minisatélites, junto a la gran inversión que empresas privadas están haciendo para impulsar el turismo espacial, ha acuñado un nombre comercial para este sector: el “nuevo espacio” (o 'New Space', en su término anglosajón más habitual). Elon Musk y Jeff Bezos son los dos nombres propios en los dos campos. En el terreno de los satélites sus empresas son Starlink y Kuiper, respectivamente. La primera tiene ya 1.300 minisatélites en órbita. La segunda va más retrasada, aunque tiene autorización para lanzar 3.236.

Europa ha vuelto a quedar por detrás en la carrera, aunque ha puesto en marcha programas para acortar la distancia y quiere que sus empresas se posicionen en este mercado. España, que ha dedicado 4.000 millones de euros del fondo de recuperación del coronavirus a la conectividad, pretende aprovecharlo.

“España no puede quedar atrás en el desarrollo de la economía del 'New Space'”, expone Roberto Sánchez, secretario de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales, en una tribuna en elDiario.es. “Más allá de lo noticiable del turismo espacial existe un ámbito de innovación y progreso científico emergente, con amplio potencial para contribuir a un crecimiento más sostenible”, afirma.

Internet de las cosas, España vaciada y 5G

De las siete autorizaciones definitivas de la UIT a los más de 80 proyectos preaprobados por el Gobierno, cinco son para Hispasat, una para Sateliot y otro para Hisdesat. Esta última (participada por el Estado en un 30%) prepara el nuevo proyecto de Ingenio, el satélite español siniestrado en 2020.

Hispasat y Sateliot tienen proyectos para mejorar la conexión en la España vaciada, así como para conectar dispositivos del Internet de las Cosas mediante 5G. La primera es la principal empresa de satélites española y el cuarto operador de América Latina. Opera varios satélites en órbita geoestacionaria. Esos 35.790 kilómetros de altura sobre la Tierra son los ideales para la retransmisión de contenidos audiovisuales, pero no para la nueva generación de conexiones digitales. “La principal diferencia entre la geoestacionaria y las órbitas bajas es la latencia”, explica a este medio Miguel Ángel Panduro, consejero delegado de Hispasat.

“Es una cuestión física. La información tarda medio segundo en ir y volver a un satélite en órbita geoestacionaria. Hay algunos servicios que no se pueden permitir ese retardo, como los videojuegos online o los servicios financieros. Hay ciertas aplicaciones donde la latencia es fundamental y ahí los satélites en órbitas bajas tienen la virtud de poder dar cobertura universal con muy poca latencia si están bien diseñados”, detalla Panduro.

La órbita geoestacional se denomina así porque permite a los aparatos quedar suspendidos de forma constante sobre un punto terrestre, ya que rotan a la misma velocidad que el planeta. Un único satélite puedo dar servicio a zonas muy grandes. Sin embargo, a alturas más bajas los satélites pasan a mucha velocidad por la superficie de la Tierra. Esto hace que para que sean efectivos haya que lanzar un gran número de ellos, lo que el sector denomina constelaciones.

“Ahora lo que se pretende es que en vez de lanzar un satélite que valga 500 millones, se lancen 1.000 que valgan medio millón”, ejemplifica el consejero delegado de Hispasat. “Acceder al espacio va a ser más sencillo. El New Space va a hacer que entre cierta industria menos especialista y que va a poder asumir más riesgos. ¿Por qué? Porque va a haber muchos más lanzamientos, mucho más frecuentes y eso les va a permitir el lujo de poder tener fallos, algo que antes no ocurría”.

El miedo del experto es que esta facilidad de acceso lleve a que no haya espacio para todos y se sobredimensione el mercado. “Es verdad que el espacio vuelve a estar de moda, pero me preocupa que se esté instalando una burbuja”, advierte Panduro.

Basura espacial y contaminación del cielo

La principal consecuencia del desarrollo del “nuevo espacio” es que crecerán los objetos en órbita en un momento en el que todavía no se ha desarrollado una solución viable para este problema. Según la Agencia Espacial Europea en la actualidad hay unos 26.000 objetos artificiales orbitando alrededor del planeta, pero solo unos 2.800 están operativos.

La recomendación de la UIT para los satélites en órbitas geoestacionarias es reservar la última parte del combustible para lanzarlos hacia el espacio profundo. El plan con los nanosatélites, que tienen una vida útil de siete a diez años, es que caigan a estratos más densos de la atmósfera y se desintegren.

La multiplicación de objetos en el cielo también ha provocado la queja de los astrónomos. Según un reciente estudio publicado por la Royal Astronomical Society, la acumulación de satélites en uso, los desactivados y basura espacial puede hacer que la luminosidad del cielo nocturno aumente un 10%. El incremento sobrepasaría el limite de lo que los astrónomos consideran un cielo limpio para la observación espacial.

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