Programadores, las nuevas estrellas californianas
El capital sigue fluyendo en Silicon Valley con rondas de financiación millonarias en lo que algunos hace tiempo que llaman burbuja, pero el dinero ya no está solo en manos de directivos e inversores, también está fluyendo hacia abajo para pescar a los mayores talentos. A su calor están surgiendo los representantes de programadores, y su tarea es la obvia: buscar el mejor trabajo posible para su cliente. Para encajar aun más con la de sus colegas del mundo del espectáculo, estos agentes llevan a trabajadores freelance, con contratos más cortos y por tanto mayor rotación en puestos de trabajo. Se encargan de esas dos tareas para las que el desarrollador no tiene por qué estar preparado, la negociación de los contratos y la gestión de la burocracia.
El caso más sonado está siendo el de 10X Management, una compañía de representación con apenas un año de vida que ha saltado a todas las portadas de la bahía californiana. Fue fundado por Altay Guvench, un licenciado de Harvard que ha pasado de un lado a otro del negocio. Cuando era programador conoció a los representantes Rishon Blumberg y Michael Solomon, que hasta la fecha se dedicaban a llevar a músicos, pero entre todos han dado el salto al nuevo mercado.
Guvench se encarga de entrevistarse con los posibles candidatos para saber cuál es su perfil, qué tipo de trabajo están buscando y a repasar el código que han escrito para comprobar si tiene suficientes aptitudes para formar parte de esa codiciada élite que se reparten los gigantes asentados y las startups en busca de poner en marcha su idea brillante. Sus socios se ocupan de negociar con las compañías el salario y las condiciones de trabajo, llegando incluso a conseguir choffer para transporte y el doble del salario asociado a ese puesto. También realizan todo el papeleo, incluidas las facturas. A cambio, 10X Managment se queda con una comisión del 15% de las ganancias.
“Nos encargamos de los males necesarios de un programador freelance, así ellos no tienen que hacerlo”, cuenta Guvench a BusinessWeek. Max Nanis, un suscrito al modelo, está satisfecho porque sus agentes han estado hasta una semana negociando en su nombre y han llegado a conseguir el doble de salario por hora del que se paga de media en su sector, entre 75 y 125 dólares la hora. Este joven de 22 años lo explica en una sola frase: “Yo no quiero hablar con un gerente, yo quiero hablar con el equipo técnico”.
Quienes han pasado por sus manos ven un modelo en el que todos salen ganando. “Han negociado tarifas por mi superiores a lo que yo he conseguido por mí mismo de media, incluso después de su comisión”, escribe uno de sus representados bajo el pseudónimo dristoph, actual CTO de Sweetstakes. “Teniendo en cuenta que no tuve que hacer más trabajo para encontrar el cliente, negociación del contrato (más allá de especificar lo que quería y lo que no quería en general), hacer todo el papeleo y las facturas, para mi ha sido un trato muy beneficioso”.
No hay que confundir un agente de este tipo con un cazatalentos o con una agencia de trabajo temporal. Estos representantes se dedican exclusivamente y cobran de sus clientes. Tradicionalmente es más bien al revés, los candidatos son ofrecidos para un empleo a las compañías a granel siempre y cuando encajen en el perfil buscado.
Hasta la fecha, las grandes de la tecnología como Google, Facebook o Intel han peleado por los trabajadores ofreciéndoles mayores salarios, más pluses y paquetes de acciones a cambio de un contrato fijo. Pero la enorme liberalización del mercado de trabajo estadounidense está permitiendo que los que destacan no necesiten esa estabilidad. Hasta para eso son estrellas, la duda es saber si la suya también será una carrera efímera.