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La pócima que hace invisibles los objetos se fabrica en España

'El hombre invisible', 1933

David Sarabia

En El hombre invisible de H.G. Wells, Griffin se inyectaba una 'pócima decolorante' para desaparecer y así evitar las continuas broncas de su casero, mosqueado porque el científico no salga apenas de su cuarto y, sobre todo, por haber hecho desaparecer a su gato. La historia no termina bien, pero para el equipo de Luis Landesa es la analogía perfecta para explicar su invento: la poción de invisibilidad.

Landesa, ingeniero de telecomunicaciones que trabaja en la Universidad de Extremadura, ha tutorizado el proyecto de Alberto Serna, Luis J. Molina, Javier Rivero y José M. Taboada titulado Relleno dieléctrico homogéneo multicapa para la invisibilidad electromagnética. Bajo el misterioso título se esconde una pequeña revolución: la de hacer invisibles objetos microscocópicos desde dentro de sí mismos.

Por partes. Hasta ahora, las técnicas que se llevan aplicando para hacer desaparecer los componentes en materia de telecomunicaciones y bioingeniería se basan en lo que Landesa describe como “cloaking”. Esta tecnología permite, a través de lo que el ingeniero llama “materiales extraños”, forrar un objeto y, como si de la capa de invisibilidad de Harry Potter se tratase, volverlo invisible. En otras palabras: hasta ahora solo era posible hacer desaparecer los objetos cubriéndolos con esos materiales, pero con la técnica del equipo extremeño es posible volverlos invisibles desde dentro.

Estos “materiales extraños”, al tener “unas propiedades eléctricas y magnéticas muy peculiares” según Landesa, también podrían ser introducidos dentro del objeto. “Tú metes el material de tal manera que, en total, es como si [el objeto] se volviera transparente. En realidad la luz lo está atravesando de una manera muy rara, pero en vez de desviarla, lo que hacemos es que todo el conjunto nos disperse la luz, el material de dentro y el de fuera”, continúa explicando el ingeniero a eldiario.es.

Hablemos de los materiales extraños

El trabajo de investigación ha sido publicado en la prestigiosa revista Scientific Reports y está basado en otras técnicas anteriores, que Landesa denomina “técnicas de invisibilidad plasmónica o de cancelación de scattering”. Aunque estas aplicaciones habían conseguido invisibilizar las capas exteriores de los objetos, como reconoce el ingeniero, “por dentro nadie se había dado cuenta”. Hasta ahora.

Landesa explica que por esos “materiales extraños”, “la luz viaja de un modo no peculiar o exótico”. Y hace una aclaración, por si estaban pensando que se trataba de algo extraterrestre: “Son metamateriales, materiales artificiales que provocas con materiales normales y corrientes para que tengan unas características determinadas para la luz”. A veces se encuentran en la naturaleza, aunque de forma general estos compuestos “hay que fabricarlos” en un laboratorio, según el ingeniero.

“Las capas externas hacen uso de que se puede, de manera artificial, conseguir materiales cuyas constantes dieléctricas y magnéticas sean negativas”, continúa Landesa. “Y eso básicamente viene a significar que la luz se propaga al revés, que puede viajar a más velocidad de la que nosotros conocemos como máxima”, dice. Es ahí donde empiezan a trabajar pensando en lo que finalmente la técnica es hoy: un método para no alterar las mediciones en los laboratorios o las telecomunicaciones.

¿Qué hacemos invisible?

El investigador aclara que las aplicaciones del trabajo giran en torno a la medición de sistemas. “Parece que la invisibilidad es no detectar, y eso es una posibilidad de la que ya hay mucho fondo”, dice. Landesa habla de equipos de comunicaciones “en los que tú estés transmitiendo a un objetivo pero no quieres que la antena interfiera con otro elemento que está en el mismo circuito”. Pone otro ejemplo: “Imagínate que quieres medir con una sonda muy pequeña algo que ocurre en un circuito. Lo que ocurre es que tú estás midiendo lo correcto pero también lo estás perturbando. Si la medida es sobre un campo electromagnético que hay, con solo colocar la sonda ya lo estás perturbando, pero si tú esa sonda la haces invisible, podrías realizar la medida y no estarías perturbando esa medición”.

Los científicos de la Universidad de Extremadura reconocen que, de momento, solo se pueden invisibilizar objetos pequeños. “Por nuestra técnica, objetos cuyo tamaño sea, en total, de una a dos o tres longitudes de onda. Para alguna frecuencia en la que esté el espectro de la luz, el objeto debería ser de muy pocas micras. Como máximo de una a dos micras”, continúa Landesa.

Al ser preguntado sobre si serían capaces de invisibilizar un grano de arroz, el ingeniero se echa a reír: “Eso son varios milímetros. Hablamos de polvo”. Pero no cierra la puerta del todo: “El arroz podríamos invisibilizarlo a frecuencias de teraherzios a lo mejor, de microondas altas. Pero no a frecuencias ópticas”. No esconde que con más medios todo habría ido mucho mejor.

“Quizá, con más recursos de computación, sí podríamos invisibilizar un grano de arroz. Nosotros lo que veíamos es que cuanto más grande [el objeto], más recursos de computación necesitábamos”, dice Landesa. Abunda en este punto, y es que el científico opina que “para frecuencias de onda de luz, son cuestiones de micras. Pero para frecuencias de microondas podemos invisibilizar algo de un tamaño que lo podamos tener en la mano”. Daría igual que fuera un garbanzo o un coche, ya que “a esas frecuencias, el ojo no ve nada”, concluye Landesa.

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