Ni Tossa de Mar ni Besalú: el bonito pueblo medieval que tiene un puente colgante y la cascada más alta de Catalunya

En Rupit i Pruit se respira aire limpio y la historia de una Cataluña todavía medieval

Aurora López

9 de julio de 2025 13:35 h

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En los últimos años, pueblos como Tossa de Mar o Besalú han conquistado portadas de revistas, perfiles en redes sociales y listas de “lugares imprescindibles” para visitar en Catalunya. No es para menos: sus calles empedradas, sus murallas o sus paisajes costeros hacen que cada visita se grabe en la memoria. Pero mientras el turismo se concentra en esos destinos, hay otros rincones que mantienen intacto ese encanto rústico y auténtico. Uno de esos lugares es Rupit i Pruit, un pequeño pueblo del interior de la comarca de Osona, que parece detenido en el tiempo y que, sin embargo, sigue muy vivo.

Ubicado entre acantilados, hayedos y ríos, este municipio de poco más de 280 habitantes no necesita grandes monumentos ni campañas turísticas para dejar huella. Rupit i Pruit no es un pueblo que se pueda recorrer con prisas. Su ritmo pausado, su silencio interrumpido solo por el agua del río o el canto de los pájaros, invitan a viajar de una forma distinta. Aquí, se respira aire limpio y la historia de una Catalunya todavía medieval.

Rupit i Pruit ha logrado, hasta ahora, escapar de los efectos más nocivos del turismo masivo. No hay grandes hoteles, ni souvenirs producidos de manera masiva. La mayoría de alojamientos son casas rurales o pequeños hostales familiares, y muchas de las actividades propuestas, como las visitas guiadas, están pensadas desde el respeto al entorno.

Una geografía de vértigo

Salt de Sallent

La primera impresión al llegar a Rupit es el paisaje. El pueblo se sitúa en una zona de relieve abrupto, donde el macizo de Collsacabra cae en vertical hacia los riscos de Tavertet, generando vistas de vértigo y cascadas naturales como la del Salt de Sallent, la más alta de Catalunya con sus 115 metros de caída libre. Sin duda, el Salt es una parada obligatoria, especialmente después de la temporada de lluvias, cuando el caudal del río forma una cortina de agua sobre el acantilado.

La carretera que serpentea hasta llegar al pueblo contribuye a esa sensación de aislamiento, casi como si cruzar sus curvas fuera también cruzar un umbral temporal. De hecho, esa orografía ha sido precisamente una de las razones por las que Rupit i Pruit ha conservado tanto de su carácter original. Las dificultades para acceder han evitado la masificación y han permitido que el crecimiento urbano se mantenga controlado.

Dos pueblos, una identidad

Carrer del Fossar, en Rupit

La historia de Rupit i Pruit se remonta al menos al siglo X, cuando se documenta la existencia del castillo de Rupit, del que hoy solo quedan restos. Durante la Edad Media, el pueblo fue un centro estratégico por su ubicación y su vinculación con la nobleza catalana. En la iglesia de Sant Miquel, de estilo barroco, aún pueden verse retablos e inscripciones que dan cuenta del poder local durante siglos.

Aunque hoy se presenta como una única unidad administrativa, Rupit i Pruit fueron durante siglos dos núcleos separados. Rupit era el centro principal, fortificado en la Edad Media, con su castillo y su iglesia Sant Miquel Arcángel. Pruit, más disperso y rural, se organizaba alrededor de masías y tierras de cultivo.

La fusión oficial llegó en 1977, cuando se unificaron bajo un solo ayuntamiento, pero aún hoy los vecinos distinguen entre quienes viven en el casco medieval de Rupit y quienes lo hacen en las zonas de Pruit. Esa doble identidad, lejos de generar división, es una fuente de orgullo local: una combinación perfecta entre el patrimonio histórico y el paisaje agrícola.

Rupit, un decorado de película

Puente colgante de Rupit

El núcleo urbano de Rupit es un laberinto de callejuelas estrechas, escaleras de piedra y casas de los siglos XVI, XVII y XVIII que conservan sus balcones de madera, sus puertas originales y sus tejados. Aquí no hay cables visibles, rótulos luminosos ni señales que rompan la armonía visual. Cada detalle parece pensado para no romper el equilibrio.

El elemento más icónico es, probablemente, el puente colgante sobre el río Rupit, construido en 1945 para facilitar el acceso al casco antiguo. Cruzarlo supone una pequeña aventura, especialmente en días de viento, cuando las tablas de madera crujen y el balanceo se siente bajo los pies. Desde ahí, la vista del río, las rocas y las fachadas de piedra justifica por sí sola la visita. El puente será lo primero que te encuentres al llegar al pueblo. Es importante tener en cuenta que solo se puede acceder en coche hasta este punto, ya que no es posible circular por el casco de Rupit.

Junto al puente, quizás uno de los puntos más fotografiados es el campanario de Rupit, adosado a la iglesia de Sant Miquel. Se trata de uno de los elementos más reconocibles del perfil del pueblo porque se alza imponente sobre los tejados del casco antiguo. Su campana ha marcado el ritmo de la vida en Rupit durante generaciones, pero hoy en día, más allá de su función práctica, el campanario se ha convertido en un símbolo del pueblo. Al verse desde distintos puntos del pueblo, actúa casi como un faro que guía al visitante mientras se aproxima por las carreteras sinuosas del Collsacabra.

En esta zona también se encuentran la Plaza Mayor, que sigue siendo el corazón del pueblo, y la Plaça dels Cavallers (Plaza de los Caballeros), que en su día fue el lugar de reunión de la gente más distinguida del pueblo. A su alrededor se conservan varios edificios históricos que hablan de los oficios y estructuras sociales de la época, como la casa del boticario, la notaría Soler o la antigua Ferrería. Estas construcciones, testimonio de una actividad económica y profesional intensa en siglos pasados, forman parte del entramado patrimonial que hace de Rupit un ejemplo vivo del pasado medieval catalán.

Naturaleza y rutas a pie o en bici

L'Agullola es uno de los peñascos más característicos del Collsacabra

Rupit i Pruit no se agota en su centro histórico. Durante la primavera y el verano, Rupit ofrece varias rutas guiadas para descubrir su entorno y patrimonio natural. Una de las más recomendadas es la ruta de los bosques, que recorre zonas donde predominan las coníferas en el paraje de Corriol, los hayedos del Soler y el montículo d’en Bac, además de los robledales que rodean el pueblo.

Otra caminata imprescindible es la que conduce hasta la impresionante cascada de Sallent. Este recorrido transcurre por un paisaje en el que se mezclan antiguos molinos del siglo X, ahora en ruinas, como el de Patrones o el del Tornall, con balsas naturales, saltos de agua y fuentes que salpican el camino. Además de la caída del Sallent, destacan puntos como la hendidura d’en Pedretes, situada justamente bajo Rupit, y el salto del Molí Rodó, que cae desde unos 25 metros de altura.

Para quienes buscan panorámicas, hay dos miradores que merecen especial atención: el situado en el pasaje de la Masía del Soler, dentro del propio Rupit, desde donde se contemplan vistas del pueblo y la impresionante roca de l’Agullola; y el mirador ubicado en la carretera que conecta Pruit con Falgars, que regala vistas amplias hacia los Pirineos y las cumbres de Aiats.

Gastronomía de altura

Aquí, comer es también una forma de conectar con el territorio. Aunque Rupit no cuenta con una gran oferta gastronómica en términos de cantidad, sí ofrece una experiencia culinaria de calidad elaborada con productos locales: embutidos, setas o quesos artesanos.

En los restaurantes del pueblo se pueden comer platos típicos de la comarca de Osona, como las habas, las escudelles o los estofados hechos con carne de caza.

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