Los viajeros que están dando la espalda al tren por los retrasos y averías constantes: “La gente está muy harta”
Las imágenes se repiten cada poco tiempo en los telediarios: estaciones abarrotadas de viajeros que se aglomeran a la espera de un tren que sale con retraso; miles de personas inquietas que ven cómo pasan las horas en un vagón sin luz, después de “un exceso de tensión en la red”, según sabrán después por declaraciones del ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente; usuarios pidiendo información a operarios de Renfe ante el enésimo incidente y efectivos de la Guardia Civil y Protección Civil que se dirigen a un convoy que estará detenido durante horas —no se sabe cuántas— para proporcionar agua y bocadillos a quienes lo ocupan. Todas estas representaciones pueden corresponder a un episodio concreto o a varios que suceden a menudo.
En los últimos meses se han producido incidencias como la odisea de pasar 12 horas en un AVE de Sevilla a Madrid por un fallo en el suministro eléctrico, cuando el viaje suele tardar menos de tres horas; una avería en los trenes que conectan Murcia y la Comunitat Valenciana con Chamartín; otra en Camp de Tarragona, que causó retrasos a finales de junio en la alta velocidad entre Barcelona y Madrid; el robo de cable que dejó en mayo a más de 16.000 viajeros afectados por fuertes demoras o la más reciente concatenación de retrasos en la alta velocidad que une Madrid con Andalucía. Estos son sólo algunos ejemplos de “fallos que antes se producían esporádicamente y ahora son habituales”, según dice a elDiario.es Carlos Perfecto, presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Viajeros Recurrentes de Alta Velocidad de España.
Pablo es uno de los afectados. Usa el tren al menos tres días a la semana para desplazarse desde Palencia, donde vive, a Madrid, donde se encuentra su centro de trabajo. Desde su ciudad, apunta, “no hay muchas frecuencias y, cuando se producen retrasos, llego tarde al trabajo”. En algunas ocasiones más puntuales, tiene que tomar trenes a otras ciudades y lo hace con ciertas reservas. “Antes era superseguro ir en AVE porque sabía que iba a llegar a mi hora y que la probabilidad de incidencias era prácticamente nula, pero eso ahora ha cambiado”, y es por ello que ha tenido que alterar sus rutinas a la hora de viajar. Ahora llega a las estaciones “con muchísimo más margen” ante los “líos monumentales” que presencia cada pocas jornadas. “Hay veces que he tenido que quedarme a dormir en casas de familiares en Madrid y, en otras ocasiones, he ido directamente en coche a Barajas para asegurarme de que no va a pasar nada”, cuenta.
Antes era superseguro ir en AVE porque sabía que iba a llegar a mi hora y que la probabilidad de incidencias era prácticamente nula, pero eso ahora ha cambiado
Él es uno de los usuarios de los abonos de tren financiados parcialmente por el Gobierno Central y el de Castilla y León. Destaca que los retrasos que se producen en trenes de larga distancia que llegan desde la Comunitat Valenciana “inciden en los viajeros habituales de abono que venimos a Madrid a trabajar”, y pide que Palencia, León y Zamora cuenten con “trenes Avant, como los que tienen Valladolid y Ciudad Real, para que los trabajadores usemos esos trenes y no ocupemos plaza de viajeros de larga distancia, y de paso no nos comamos los retrasos habituales de estos trenes”.
Como Pablo, hay muchos pasajeros descontentos. De acuerdo con datos de la última auditoría de cuentas de Renfe, correspondientes a 2024, la satisfacción de los usuarios ha empeorado en varios aspectos: la nota que le dan a la puntualidad de los trenes de alta velocidad de Renfe pasa del 8,1 al 6,8; la información que se da cuando hay retrasos, del 7,3 al 5,3; y la limpieza de los trenes del 8,3 al 7,4.
Los retrasos en las llegadas de los AVE-Larga Distancia han aumentado desde 2020, tanto los de menos de 60 minutos (de un 12,62% a un 18,49%, a pesar de que son 7 puntos menos que en 2023), como los de más de una hora y menos de dos (de 0,57% a 1,33%) y los de más de dos horas (se han duplicado, del 0,26% al 0,45%, aunque también inferiores a 2023). En Media Distancia, en cambio, los retrasos de menos de una hora, los más habituales, han experimentado un notable descenso con respecto a ejercicios anteriores.
Y eso ha llevado a que algunos ciudadanos dejen de optar por el tren –o al menos, se lo piensen más– como primera opción cuando tienen que viajar. Diana Vicente es una de las antiguas pasajeras que ya ha desechado el servicio ferroviario y se decanta ahora por el autobús. En julio del año pasado, ella y su novio compraron por internet un billete de tren para ir de Gijón a Castellón. “En el correo, nos incluyeron la ubicación del andén desde el que salía. Fuimos a ese lugar, quisimos preguntar si estábamos en la localización correcta, pero no había nadie ni nos cogían el teléfono. Nos quedamos en el andén, pasó el tren y no paró”, recuerda. Después les indicarían en la estación central de la ciudad asturiana que se trataba “de un error”.
No encontraron plaza en ningún tren que les acercase de Gijón a Madrid o a Valencia. Quisieron poner una reclamación, pero el servidor de Renfe dejó de funcionar y tuvieron que esperar para solicitar la devolución del importe del billete. Finalmente, reservaron dos plazas en un Blablacar de Gijón a Madrid y, desde allí, tomaron un tren a Castellón, que “también salió tarde”. Habían decidido “ir en tren porque era más cómodo y acabamos viajando en un Seat Ibiza cargado de maletas”, declara esta joven.
Todavía, dice Vicente, no han respondido a su reclamación. El enfado de los usuarios en los últimos dos años también se observa en el número de requerimientos presentados. Renfe ha pasado de recibir unas 143.000 interpelaciones escritas presentadas, tanto en 2020 como en 2021, a más de 350.000 en 2023 y más de 320.000 el año pasado. Un dato relevante: el plazo medio de contestación en días casi se ha duplicado, de casi 37 jornadas a casi 67, siempre según datos de la auditoría de cuentas de Renfe más reciente.
María y Leandro viven en Logroño y se desplazaron a Madrid para ver a su hija durante la penúltima semana de julio. Para ello, descartaron viajar con Renfe, a pesar de que les salía “muy barato” con los descuentos a mayores de 60 años que les otorga la Tarjeta Dorada. La razón: llevaban varias semanas viendo cómo el conocido como “tren chispita” que conecta La Rioja con varias capitales de provincia registraba en su interior una temperatura superior a los 32ºC y una humedad relativa de más del 45%. “Para eso, fuimos en bus y nos quitamos de problemas”, indica este matrimonio al medio.
En los últimos años, las vías de alta velocidad han pasado de estar ocupadas únicamente por Renfe a sostener la carga de los trenes de Avlo, la low cost de la compañía pública, Ouigo, procedente de Francia, e Iryo, de capital italiano. Los corredores han experimentado cómo aumentaba progresivamente el número de viajeros y, con ello, los problemas en los desplazamientos por la incapacidad de la catenaria de alimentar a cada vez más trenes. Desde Adif, señalaban hace unas semanas a la Cadena SER que la cifra global de incidencias en el sistema ferroviario no está aumentando, sino que lo que crece es el número de viajeros y, con él, “el impacto de cada percance”.
“Los nuevos actores que han entrado ahora mismo en la competencia son bienvenidos, pero lo que está claro es que han roto la normalidad en el uso y en la gestión de Renfe”, sostiene Perfecto. El presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Viajeros Recurrentes de Alta Velocidad de España asegura que una de las cuestiones que están asumiendo los usuarios es que “la liberalización quizás se haya hecho demasiado rápido, de manera demasiado interesada y sin la previsión de estaciones, flujos, oferta comercial o demanda”. Cuando en otros países europeos como Francia, Alemania o Inglaterra “están renacionalizando lo que tienen y fortaleciendo el servicio público”, en España, dice, la dinámica es “liberalizar todo”.
Habíamos decidido ir en tren porque era más cómodo y acabamos viajando en un Seat Ibiza cargado de maletas
El influencer Helio Roque (@helioroque_), que centra gran parte de su contenido en redes sociales en comentar curiosidades, historia y desajustes en el funcionamiento de los medios de transporte, opina que “Renfe no está dando un buen servicio y esa es una realidad que no se puede negar”. “Las críticas están justificadas, porque los servicios siempre se pueden mejorar. La puntualidad, los precios y que los trenes no se queden parados en medio de la nada son reproches totalmente aceptables”, apunta.
Este “crítico con Renfe por mi condición de extremeño” –según se define– opina en que no sólo los desplazamientos de larga distancia están registrando problemas, sino que el servicio de Cercanías también ha perdido fiabilidad. “Las personas suelen utilizar más el metro o el autobús porque la Renfe te puede dejar tirado. Es significativo meterse a las 8 de la mañana en X (antes Twitter) y ver que ya hay decenas de personas diciendo que el servicio no funciona. ¿Cuántas veces se nos ha escuchado?”, pregunta.
“La gente está muy harta con el tren, en especial quienes lo cogemos cada día como trabajadores. Es muy difícil justificar a tus jefes o a tu empresa que hoy llegas media hora, una hora y media o dos más tarde”, ejemplifica Pablo, el residente en Palencia que se desplaza con frecuencia a Madrid para acudir a su oficina. La condición de servicio público de Renfe, dice, debe “garantizar que los viajeros lleguemos puntuales a nuestro destino”, mientras que, con los operadores privados, “si te quedas sin tren, te dicen: 'Lo siento, te buscas la vida”. Sin embargo, el servicio público no está respondiendo y, además, opina Carlos Perfecto, “cada vez está peor”.
El 1 de julio de 2024, entró en vigor la actualización de la compensación por retrasos en los servicios de Renfe de AVE, Avlo, Alvia, Euromed e Intercity. La operadora pública pasó de reembolsar el 50% del precio del billete a los viajeros cuyos trenes se hubiesen demorado más de 15 minutos y el 100%, si eran más de 30 minutos, a devolver la mitad del precio en los trayectos que se retrasasen más de 60 minutos y la totalidad si superaban la hora y media de retraso. Para Pablo, este cambio en la política de Renfe lleva al viajero a percibir que “ya no hay un compromiso de llegar a tiempo”, lo que lleva al tren “a perder la fiabilidad que tenía antes”. “Da una imagen de marca pésima”, opina Helio Roque, porque “ya asumen que no van a comprometerse con la puntualidad”.
Este influencer apunta además que, para las zonas en las que Ouigo e Iryo no están presentes porque “no les sale rentable como empresas”, Renfe tendría que “dar cobertura, pero no lo hace correctamente y es una tortura”. Por ello, entiende “que la gente elija otros medios de transporte”, como el autobús o el avión, que difícilmente les van “a dejar tirados”. Carlos Perfecto se muestra pesimista con esta situación: “Si meten más actores o siguen aumentando la idea de liberalizar, vamos a tener un problema serio. Yo no tengo ninguna esperanza de que esto vaya a mejor, todo lo contrario”.
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