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Carta abierta a Pepe Guirao

José Guirao, nuevo ministro de Cultura y Deporte

Ruth Toledano

Querido Pepe, me permito comenzar dirigiéndome así a ti porque es como siempre te he llamado antes de que fueras ministro. Lo hago con el respeto debido a tu nuevo cargo y con el cariño personal que te tengo. También con la admiración que siento por tu trayectoria profesional en el ámbito del arte y la gestión cultural, que avala sin ninguna duda tu nombramiento al más alto nivel de unas funciones que llevas realizando con brillantez desde que eras muy joven. Sabes que yo deseaba que fueras ministro de Cultura y que tu nombre era el primero que muchas personas más o menos cercanas barajábamos cuando se creó el nuevo Gobierno. Una gran mayoría del mundo de la cultura ha aplaudido tu llegada. Yo lo celebré en público y en privado. ¿Quién mejor que José Guirao, Pepe, para un puesto de tal responsabilidad y relevancia?

Si con muchas personas lo celebré con alegría fue, no solo por tu experiencia y conocimiento de la historia del arte, de la creación contemporánea y de la gestión de nuestro patrimonio cultural, sino también por tu posicionamiento explícito a favor de una cultura de paz, de una cultura de no violencia. Así lo demostraste con tu apoyo en 2016 al proyecto Capital Animal y así lo manifestaste en tu emocionante y lúcida intervención cuando se presentó en La Casa Encendida de Madrid, en compañía del añorado Forges, de los artistas Niño de Elche y Paco Catalán, y del comisario Rafael Doctor. Tus palabras fueron savia de futuro mejor: te referiste a los otros animales como nuestros “iguales”, te lamentaste del “arraigado desprecio” hacia ellos y apelaste a la “necesidad de un cambio antropológico radical” y de “una cura de humildad para esta especie soberbia que se siente impune ante todo”.

Eres, Pepe, una persona prudente y sensata, por lo que reconociste que no es un cambio fácil, que aún queda mucho tiempo, generaciones, calculaste entonces, para que la igualdad entre todos los animales sea posible. Pero también como persona sensata te preguntaste cómo es posible que “con nuestra capacidad económica, tecnológica y cultural, sigamos teniendo instintos tan primitivos” contra unos animales con quienes ya no necesitamos “competir”: lo denominaste “juego primitivo”. Para dar cuenta, reconociéndolo, de “la magnitud del problema”, te referiste con asombro a personas a quienes respetas personal e intelectualmente pero que cuando se llega al tema de los animales entran, dijiste, “casi en rebeldía”. Recordaste que te marcó el poeta Gary Snyder, cuando en su visita hace años a La Casa Encendida te dijo: “Uno de los dramas del ser humano es la ignorancia, lo poco que sabemos de lo que saben los animales”.

“Hablamos de gotas en el océano y de granos de arena que hay que ir sumando para construir un mundo menos violento y más interesante para la humanidad, donde realmente podamos sacar provecho de nuestras capacidades intelectuales y culturales, y no de nuestras incapacidades e insensibilidades”, concluiste entonces. Fueron las palabras más dignas que puede pronunciar un responsable institucional de la cultura, porque definieron una cultura que se genera, como entiende Coetzee, desde la razón y desde el corazón. A una cultura con corazón te referiste tú mismo el otro día cuando recibiste de tu predecesor la cartera ministerial.

Sin embargo, en tus primeras entrevistas como ministro de Cultura, cuando te han preguntado por la tauromaquia (algo previsible), has dicho que tienes con el asunto “el corazón partido” de contradicciones entre tu animalismo y el “arte de la tauromaquia”. ¿Arte, Pepe? ¿Tú, experto en arte, llamas arte a esa tortura? ¿Cómo es posible? Me rompiste el corazón. No me importa decirlo, desnudarme aquí, pues son razón y corazón lo que me guía en la defensa de los animales. Y dado que estamos en un mundo digitalizado, me vas a permitir que, con el corazón en la pantalla, te enlace la carta que escribí a tu predecesor, el escritor Màxim Huerta, a quien siempre ha honrado, como a ti, la defensa explícita de los animales. Viene a decir lo mismo que esta carta. Viene a decir, aunque con menos gracia, lo que ha escrito en Facebook el admirado profesor y crítico de arte Fernando Castro: que “no hay justificación estética posible para esa salvajada que es la tauromaquia”, que “no seas condescendiente con la brutalidad de la tauromaquia”. Castro te llama, te clama: “Estoy convencido o quiero estarlo de que este ministro no será cómplice de la barbarie taurina. Es el momento para poner ya fin a una aberración. Yo también, lo he dicho en ocasiones, fui hace años a los toros pero, afortunadamente, cobré conciencia de que eso no era otra cosa que una tortura pseudo-ritualizada de los animales. Sabemos que los documentos de cultura pueden serlo también de barbarie pero no olvidamos que la misión crítica es evitar que el sufrimiento imponga su (abyecta) ley”. Con él, una gran mayoría del mundo de la cultura aborrece de la violencia de la tauromaquia.

Pepe, en nombre de todas las víctimas de esa tortura, que ahora contabilizarán bajo tu responsabilidad (y estoy segura de que te espanta, digas lo que creas que tienes que decir a los medios taurófilos que te entrevistan), te pido, abusando de tu digitalidad, que leas este artículo de Alessandro Zara, donde puedes ver todo lo que está ahora en tu mano, ya que no para evitar ese sufrimiento atroz, sí para sumar gotas y granos de arena en la construcción de ese mundo menos violento que querías. “Hoy empieza algo que esperamos tenga larga vida y resultados”, dijiste en la presentación de Capital Animal. Ahora, dos años después, tienes más oportunidad que nunca de que algunos de esos resultados sean posible. Tu contradicción, como la de tu predecesor, es trabajar para un Gobierno del PSOE, que tiene esta deuda con la cultura y con la ética de nuestro tiempo. Pero en ese trabajo hay una oportunidad para los animales y para la cultura de la no violencia. Precisamente porque tu trabajo consistirá en tomar decisiones también sobre la tauromaquia, por simbólicas que puedan ser. Y en impulsar desde dentro del Gobierno ese cambio antropológico en defensa de los otros animales al que en la presentación de Capital Animal llamaste “deber moral”. No estás solo: contigo están la ministra Teresa Ribera o la presidenta del partido, Cristina Narbona, gotas también de conciencia en el océano del futuro. Apóyate en esas personas, Pepe, y no en las que disfrutan del juego primitivo.

“No debemos bajar la guardia”, dijiste en 2016 sobre el reto de respetar a los animales. No la bajes, Pepe. Al contrario, aprovecha para recordar a las personas del Gobierno del que formas parte la repugnancia que sentía por la tauromaquia el fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse: “Nadie puede estar en las filas de la izquierda si está a favor del maltrato a los animales”. Recuérdales que ya en 1915, en su IV Congreso, a petición de las Juventudes Socialistas, el PSOE aprobó pronunciarse “en contra de los espectáculos denigrantes e incultos, tales como las corridas de toros”. Hace un siglo. 

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