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Watergate contra Podemos

Pablo Iglesias, secretario general de Podemos

Rosa María Artal

Durante décadas, numerosos periodistas soñaban emular a Carl Bernstein y Bob Woodward, dos colegas del Washington Post que lograron desenmascarar y hacer dimitir al presidente de EEUU, el republicano Richard Nixon. Se confirmó que era el responsable último de una trama contra el partido demócrata, con todos los ingredientes que fija el manual. A saber, espionaje político, escuchas ilegales, sabotajes, sobornos, y un sin fin de actividades ilegales ejercidas desde el Estado. Claro que Nixon lo negó. Y se resistió. Y cesó y persiguió a quienes pretendían esclarecer la verdad, por todos los métodos a su alcance. Legales y sucios. Finalmente, se vio obligado a dejar el cargo. Ocurrió entre 1972 y 1974. El Watergate quedó como mito romántico de la profesión periodística.

La campaña de acoso y derribo contra Podemos y, en particular contra su líder Pablo Iglesias, se inscribe en los mismos parámetros de guerra sucia desde el Estado. Desde quien lo gobierna. Ni “policía patriótica” ni zarandajas. Según las pruebas sobre las que trabaja la justicia, el ministerio de Interior del PP de Rajoy puso en marcha con recursos públicos una trama policial para desprestigiar a Podemos, en cuanto consiguió un notable potencial en las urnas. De la mano de Fernández Díaz. De Soraya Sáenz de Santamaría también, sugieren ahora, cuyo enorme poder y presiones sobre los medios fueron evidentes. Y de portavoces mediáticos muy precisos como Eduardo Inda, y su OK Diario creado con dudosas subvenciones justo en aquellos momentos.

La trama sucia habría actuado contra Podemos, contra los independentistas catalanes y para lavar la propia corrupción del PP. Con esos tan sospechosos ataques a su propio tesorero Luis Bárcenas. Recuerden que un falso cura allanó su casa, “secuestró a su mujer, a su hijo y a la asistenta, y les amenazó para que le entregaran las pruebas que el extesorero del PP escondía”. Lean este artículo de Ignacio Escolar, y consérvenlo porque son tiempos de borrar la memoria.

Ni Venezuela, ni Irán, como ya dictaminó reiteradamente la justicia. Informes falsos, invasión de comunicaciones privadas, tergiversación, sí. Miembros del partido que ejecutó la trama siguen utilizándolo como arma. Hoy mismo Rafael Hernando, sabiendo perfectamente lo que hace. Las calumnias se extendieron, el perjuicio fue cierto, y tribus enteras de wasaperos llegarán a la tumba convencidas de su veracidad. El daño es irreparable. Lo mínimo es al menos decirlo e intentar una difusión que nunca será igual a la que tiznó la trayectoria de varios políticos incómodos. La tinta negra de los intereses ha sido lanzada contra cuantos amenacen ciertos privilegios.

La corrupción provocó la moción de censura contra el PP que llevó al PSOE a la Moncloa, con el apoyo de diversos partidos. No hay que olvidarlo. Pero España sigue operando con este PP y sus cómplices como si nada hubiera ocurrido. La impunidad que sentían les llevó hasta a premiar oficialmente a un confidente que les amañó falsos dossieres. Se sabía de las cloacas del Estado, con meritorias investigaciones que incluyen el documental así titulado de Publico.es. El periodismo informó. Y tapó, también tapo o ignoró. La justicia está actuando. Ahora con el magistrado García Castellón de la Audiencia Nacional. Antes hubo hasta comisiones parlamentarias que no llegaron a término. Nadie ha pagado culpas aún.

El poder siempre pone trabas a la información independiente. Vean el caso sin ir más lejos de Raquel Ejerique e Ignacio Escolar, periodistas de eldiario.es a quienes piden cinco años de cárcel por la denuncia de Cristina Cifuentes, aún con su máster falso. Una de las definiciones de noticia dice que es lo que el poder no quiere que se sepa. Hay más noticias que no entran en ese concepto. Pero lo terrible de España es la connivencia de muchos medios con las propias tramas sucias. Portadas y programas que actúan como brazos mediáticos de esa derecha corrupta. Con tibiezas de parte otros. Es la gran diferencia con Estados Unidos donde terminan por entender que este tipo de ataques afectan a la libertad de información y a la sociedad, a los derechos, a las raíces del sistema democrático.

El tratamiento informativo del tema puntero ahora, el robo del móvil de una colaboradora de Pablo Iglesias con información sensible, deja mucho que desear también. Algunos medios lo ignoran. TVE llega a cambiar y cortar frases. Un periodista no debe actuar por simpatías y antipatías, y menos sabiéndolas fundamentadas en falsedades. La asociación de Al Rojo Vivo de la Sexta entre Vox y Podemos fue otro golpe bajo, plagado de soberbia y de poder, tras la entrevista en La Sexta Noche a Pablo Iglesias. No es fácil, no.

Protestar, informar también, tiene consecuencias en una profesión que se ha precarizado al límite. Y se ha vuelto mucho más dócil. No debería tratarse de valentía, pero tampoco de sumisión. Y se han visto estos días a alguno que recuerda a Paco, el Bajo, de 'Los Santos Inocentes“, defendiendo lo indefendible.

No es edificante leer a periodistas que saben de presiones de las que se charla en círculos informados y ver que se acepta como irremediable. Nada sano crece en magma podrido. Lo preocupante es que se dan demasiadas desviaciones por asumidas. Presiones hay. La Asociación de la Prensa de Madrid repite año tras año resultados alarmantes en su Informe de la Profesión Periodística. ¿Recuerdan? En el de 2016, el 75 % de los periodistas admitía ceder a las “presiones” y el 57 % que se autocensura. Imaginemos que se dijera lo mismo en la cadena alimentaria, escribí entonces en eldiario.es. Que el 75% de los procesadores confesaran que ceden si sus jefes les piden meter gato por liebre en los productos, en todas sus aceptaciones. Las manipulaciones informativas causan mucho más daño a veces que una gastroenteritis.

En EEUU, llegó a haber unas elecciones en pleno Watergate, salió reelegido Nixon, se bloqueó el sistema judicial, y por fin cayó. Ir a las urnas con una trama política, policial, mediática, empresarial, ensuciándolas, las altera. En cualquier país serio, hubieran caído todos los capos de esta mafia. Aquí, hemos llegado a un mes de las próximas elecciones con un panorama político desolador. Con un PP cuajado de mentiras y bravuconadas que diseminan ocurrencias temibles si llegaran al poder. El mismo PP de la trama sucia policial aún impune. El mismo. El PP de Casado es hijo del de Rajoy y Aznar. El folclórico desbarre de las listas electorales es hijo de este tiempo de degradación de los valores, de la banalidad que se propicia desde los medios, de los intereses que la mayoría no advierte. Todo tiene consecuencias.

El Watergate contra Podemos supone una noticia esencial porque altera el sustrato político, los objetivos como sociedad. Ocurriría igual con otros partidos democráticos. No es batalla electoral, es guerra sucia, que se ejerció desde el gobierno. Con cómplices. Muy grave y no se le está dando la importancia que requiere. Por la propia dignidad de la democracia.

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