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Vojislav Šešelj: ¿genio y figura del nacionalismo serbio?

Vojislav Šešelj

Miguel Rodríguez Andreu

En colaboración con EurasianetEurasianet

Estrella mediática

“¿Puede leernos lo que pone al final de la frase?” dice el juez Geoffrey Nice. “Ustedes, todos los miembros del secretariado del Tribunal de la Haya, pueden plantearse comerme...”, respondió Vojislav Šešelj.

Sus intervenciones en el Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia (TPIY) se convirtieron en un programa de entretenimiento de masas. Y es que la gente en toda la ex Yugoslavia, incluso, las que fueron sus víctimas, terminaron por frivolizar acerca del político. Una de las razones: Šešelj habla su idioma, es de la región, es una cara conocida. Los jueces, no.

Solo ante las “potencias internacionales”, y delante de las cámaras, ha terminado por protagonizar un papel dramático, más que el de un criminal de guerra. No en vano, dijo antes de entregarse voluntariamente al TPIY en 2003: “nunca me perdería ese show”. Y bien que participó de él.

- Señor Šešelj, responda con “sí” o “no” a la pregunta

- No puedo responder adecuadamente a la pregunta. ¿Puede, usted, responder con solo “sí” o “no” a una pregunta? — pregunta Šešelj al juez.

- Sí puedo, adelante — acepta el juez.

- ¿Saben sus padres que es usted homosexual?

Mordaz e irónico, hizo gala de su carisma como, también, de su faceta intimidatoria. Huelga de hambre, obstaculización del proceso y exigencias incluidas. Fue condenado a 15 y 18 meses de forma sucesiva por revelar públicamente el nombre de varios testigos.

Llegó al tribunal con aura de díscolo, efusivo e inteligente, y ese carácter se mantuvo durante su estancia en Holanda. Trabajador incansable, fue la persona más joven en defender una tesis doctoral en Yugoslavia, en 1979 (“La esencia política del militarismo y el fascismo”), y la primera en ser imputada por delito político tras la muerte del mariscal Tito.

Desde su llegada a La Haya no cambió de hábitos: “Unión Europea, creación satánica”, “Las manos ensangrentadas Madeleine Albright”, “Asesino y criminal de guerra Javier Solana”, “El concilio de la puta Del Ponte y la puta Del Koštunica”, “El maníaco sexual de Washington Bill Clinton” o “La flatulencia inglesa amariconada Tony Blair”, editado, además, en 2005, por el actual primer ministro serbio, Aleksandar Vučić, son algunos de sus títulos.

Eran los tiempos en los que éste y el actual presidente serbio, Tomislav Nikolić, ahora pro-europeos, eran fieles subordinados del líder del Partido Radical Serbio. En Belgrado están esperando para saber hasta dónde llegan las cuentas pendientes, porque, políticamente, el Partido Radical Serbio está fuera del Parlamento. De momento, el primer ministro ha declarado cordialmente: “le deseo una pronta recuperación”.

Juicio indefinido

“Ustedes solo retrasan el proceso judicial. ¿Cuántas veces han pospuesto el proceso? Y lo vuelven a posponer. Cuanto más lo retrasen más van a recibir un buen dinero por ser jueces.” Los plazos dejan en mal lugar al TPIY. Se tardó 4 años en comenzar el proceso judicial y, 11 años después, Šešelj se encuentra en libertad provisional, sin una sentencia en firme, con la condición de enfermo de cáncer y con un regusto a derrota de la justicia internacional.

El retraso se alargó todavía más cuando fue apartado del caso el juez Fred Harhoff, tras lanzar acusaciones contra el presidente del tribunal, Theodor Meron, de seguir presiones de EE UU e Israel para lograr sentencias absolutorias que, en un futuro, sirvan de precedente para exculpar a cargos estadounidenses o israelíes implicados en crímenes de guerra. El nuevo juez habría necesitado hasta mediados de 2015 para dictarla. El especialista Eric Gordy añade: “La metástasis en el hígado no acostumbra a esperar tanto”.

Sin condena

Vojislav Šešelj estaba dispuesto a defenderse de “ocho cargos de crímenes contra la humanidad y seis cargos de violaciones de las leyes o costumbres de guerra por su presunta participación en una empresa criminal conjunta”.

Casi dos décadas después de la guerra en Bosnia y Herzegovina y Croacia, y de la expulsión de decenas de croatas de la Vojvodina (Serbia), nadie duda de que el político serbio tuvo un papel indiscutible en la explosión nacionalista que se vivió en Serbia.

Es público que mantuvo su ascendencia sobre grupos paramilitares, tales como las Águilas Blancas, que causaron miles de víctimas, así como gozó de privilegios y prebendas en el aparato policial y militar que creó Slobodan Milošević, contra el que tampoco se logró una condena debido a su muerte pero, también, ante el que tampoco se probó algo que rebajara, aún más, su reputación internacional.

Por ahora, el TPIY ha sido más proclive a condenar a figuras intermedias, que no fueron inspiradores del conflicto, como, también, a oficiales de medio rango que no representarían a las partes en conflicto.

Sin embargo, resulta difícil defender la gestión del TPIY, cuando hombres como Jovica Stanišić y Franko Simatović, manos derechas de Slobodan Milošević, o Ante Gotovina y Mladen Markač, responsables de la deportación de casi 200.000 serbios de Croacia, salieron libres de cargos después de casi una década en la cárcel. La diferencia cuál parece ser: que Vojislav Šešelj nunca se doblegó. Lo único que ha trascendido hasta el momento, aunque está por confirmarse: que carecerá de pasaporte. Ya lo dijo su presidente en funciones en el Partido Radical Serbio: “se fue como un hombre libre y vuelve como un hombre libre”.

El legado

El TPIY logró apartar de la vida política a las figuras más destacadas del conflicto, recurriendo para ello a todo tipo presiones, lo que ha manchado su credibilidad de cara a la opinión pública. Ha elaborado un archivo colosal de la mayoría de crímenes que se cometieron, aunque varios de los responsables más destacados no acabaran condenados ejemplarmente. Pero no ha logrado sacudir las conciencias locales. Salvo algunas excepciones, ni la población de un bando se identifica con las víctimas del otro, ni las poblaciones locales han sido capaces de condenar el mal que se alojó en su seno durante las Guerras de Secesión de Yugoslavia. Al final todas las sociedades han terminado por declararse víctimas.

Refik Hodžić, experto en comunicación y justicia transicional, cuenta que una vez un taxista en Sarajevo le dijo “cómo os jode el Šešelj ese, madre mía. Me parto cada noche con el programa. Como os insulta y le dice a los jueces que se la chupe. Se ríe en vuestra cara, es un cachondeo verlo”.

Vojislav Šešelj ha conseguido trivializar su pasado a partir de su terquedad, verborrea y determinación contra una institución que, al contrario que él, se ha manifestado voluble. El TPIY no solo ha perdido una gran ocasión para hacer justicia, sino que, además, como legado, ha imposibilitado que fueran los propios compatriotas los que le condenaran. Ya lo dijo cuando fue liberado: “No estoy interesado en el tratamiento médico... vuelvo a Serbia para vengarme”.

Ya en Belgrado más de lo mismo: “Hermanos y hermanas serbias, La Haya me ha expulsado. Sólo querían deshacerse de mí tan pronto como fuera posible”. Ya pidió 12 millones de euros como compensación por “detención infundada”. Genio y figura, sí, del nacionalismo étnico.

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