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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Ser perro en Tailandia

Perros hacinados en jaulas en su transporte al matadero. © John Dalley. Soi Dog Foundation

Pablo Trillo

Entre 2012 y 2013 pasé un año viviendo y trabajando en Tailandia. Comencé en aquella época a escribir un blog, una pequeña bitácora de viaje con prejuicios, observaciones y experiencias; un espacio en el que hablaba de todo y de nada y en el que me encontré escribiendo, en muchas ocasiones, sobre animales. Comenté alguna vez lo bien que, bajo mi punto de vista, vivían gatos y perros de Bangkok, siempre alimentándose de las ofrendas que los vecinos dejan en los San Phra Phum (casas de los espíritus) que uno se encuentra en las afueras de los edificios; siempre haciendo guardia en los callejones de los puestos de comida ambulante, esperando las sobras de los que allí comíamos. “Incluso en la inmensidad urbana de Bangkok”, escribí, “los animales viven de una manera salvaje, sin otros dueños que sus horas de sueño y sin la desgracia de que el hambre les arañe el estómago”.

Eso cambió un 29 de marzo de 2013, cuando, muy a mi pesar, me encontré con un artículo del Bangkok Post en el que se narraba la detención de dos tipejos que conducían un camión por las carreteras de Nong Khai, una provincia al norte de Tailandia, y que portaban, ilegalmente, 92 perros hacinados en jaulas rumbo a un matadero en Ban Hua Had. El matadero, en donde las autoridades encontraron más perros enjaulados, estaba regentado por un tal Mr. Yaem, que operaba el sitio sin licencia alguna y alimentando uno de los negocios más terribles del sudeste asiático.

Mr. Yaem reconoció que llevaba unos seis años comprando perros a 300 bahts (8 euros). Estimaba en 20.000 los perros que había matado durante este tiempo. El negocio funcionaba así: los conductores confesaron recorrer Tailandia recolectando perros callejeros en los pueblos. Los compraban por una media de 100 baht (algo más de 2 euros). A veces los cambiaban, simplemente, por un cubo de botellas de agua. Otras veces, incluso, los recibían regalados, pues en muchos pueblos no había manera de cuidar a perros enfermos o a los tantísimos cachorros que nacían sin control alguno. Después Mr. Yaem daba muerte a los animales, y aseguraba vender su carne a 40 o 60 baht por kilo (poco más de 1 euro) a gente de pueblos de alrededor, tanto de Tailandia como de Laos.

Lo peor fue, una vez empecé a leer más sobre el asunto, descubrir que esas cifras eran insignificantes. Los ‘recolectores’ de perros son figuras reconocidas que entran en los pueblos de Tailandia anunciando su llegada con megáfonos y que aprovechan las horas más oscuras de la noche para colarse allí donde les han prohibido entrar. Leí que, cada semana, 2.000 perros eran capturados en la calle, comprados o directamente robados de las casas. Y es que las mascotas, que suelen ser amistosas, dóciles y, por lo tanto, más fáciles de engañar, y que además están mejor alimentadas y cuidadas, se pueden vender por más dinero.

Cualquier perro puede convertirse en víctima de los métodos utilizados para su captura, su transporte y su muerte. Su captura: golpes con bates desde una motocicleta en marcha y lazos alrededor del cuello al puro estilo cowboy para capturarlos. Su transporte: hacinados juntos en jaulas donde apenas pueden darse la vuelta y en donde muchos mueren sofocados antes de llegar a destino. Su muerte: electrocutados para no estropear su piel (vendida aparte en otro gran modelo de negocio) y desollados aún con vida, pues existe la creencia de que el miedo y el terror que sufre el animal al morir hace la carne más tierna.

Soi Dog Foundation

Años después, bajo la firme decisión de volver a escribir y dedicar parte de mi vida a los animales, me he puesto en contacto con John Dalley, un ingeniero químico que llegó a Tailandia junto a su mujer para retirarse, bucear y disfrutar de las playas del país, y que, cuando conoció el negocio del tráfico de carne de perro en el país que habría de ser un paraíso, decidió montar Soi Dog Foundation, una organización que lucha por acabar con este problema. Corría el año 2003. Le cuento lo que viví, lo que leí, y le pregunto, en primer lugar, si la situación ha cambiado en estos últimos años.

“En 2011”, me dice, “alrededor de 500.000 perros por año eran exportados vivos a Vietnam y asesinados localmente para carne y pieles en zonas muy del norte y noreste de Tailandia. Estas cifras venían de la Asociación de Veterinarios Tailandesa. Los números son ahora mucho menores. Es imposible tener una cifra exacta porque es un negocio ilegal, pero nuestros trabajadores encubiertos y las autoridades en Laos confirman que están notando mucho menos tráfico a través del Mekong”.

Buenas noticias, no hay duda. Pero el tráfico sigue existiendo, comenzando su ciclo a través de esas cruentas figuras que se pasean cazando perros y conduciéndolos hasta su muerte. ¿Siguen fieles a los mismos métodos?

“Los contrabandistas y carniceros locales siguen activos”, se lamenta Dalley. “Los cazadores de perros siguen robando perros o comprando perros no deseados de pueblos pobres a cambio de cubos con botellas de agua. Pero los métodos de transporte han cambiado. Antes eran muy tradicionales. A día de hoy, o bien matan perros localmente y los transportan a Vietnam o Laos en contenedores de hielo, o los amordazan y los transportan en bajos fondos de camiones con productos legales sobre ellos, lo que hace la detección mucho más difícil”.

Leyes y cultura

Mi impresión, tras la lectura de aquellos artículos, fue que el tráfico de perros para consumo de carne o pieles era algo perseguido y castigado, pero, como me cuenta John, “antes solo era ilegal por leyes sanitarias referentes a la transmisión de enfermedades”. Fue en 2014 cuando el tráfico y el consumo de carne de perro se convirtió en ilegal. En diciembre de ese año se aprobó la primera Ley de Bienestar Animal, que castiga con multas y hasta dos años de prisión a aquellos que torturen o cuiden inadecuadamente de los animales. La ley, sin embargo, tiene muchas imprecisiones y huecos, y solo se podrá medir su efectividad cuando se vea la incidencia que tiene en la reducción del tráfico y el consumo. Y esto último es lo más complicado. “Igual que se consumen drogas pese a ser ilegal, la gente seguirá comiendo carne de perro”, me advierte Dalley.

Muchos asumimos ya que el consumo de los diferentes tipos de carne depende de la cultura de la zona donde se viva. Alrededor del mundo, iguanas, camellos, tortugas, gusanos o delfines son usados como alimento para seres humanos. ¿Es acaso el hecho de que los perros sean, para nuestra cultura occidental, animales de compañía, amigos, mascotas, lo que nos genera una barrera moral en cuanto al consumo de su carne? Seguro que sí. ¿Pero no es, también, el saber cómo y de qué manera mueren?

“Los perros no son considerados ganado en ningún país y por lo tanto quedan fuera de las leyes que rigen los métodos de matanza e higiene”, advierte Dalley. Y continúa: “Los perros nunca fueron criados por el hombre para ser carne. Si mañana el mundo entero pasase a ser vegano todo el ganado (vacas, cerdos, etc.) se extinguiría. Los perros continuarían. Los hombres han creado razas de perros durante miles de años para proteger de los lobos sus propiedades y ganadería. En tiempos recientes se han desarrollado otras razas, más pequeñas. Mascotas. Además, los perros son carnívoros y no es posible criar razas de carnívoros para ser carne. Solo Corea del Sur tiene granjas de perros criados para este fin. No hay perro en el resto de países del mundo que se haya pensado y criado para consumo”.

Todo un lujo

¿Y a cómo tienes el kilo? Dalley no coincide con las palabras de Mr. Yaem. “En la zona de Tha Rae la carne de perro se vende por 200 o 300 baths el kilo (entre 5 y 8 euros)”. Si tenemos en cuenta que es lo que puede ganar al día un trabajador, la carne canina se presenta como comida de lujo. “Y el precio de Tailandia es barato comparado con lo que se puede llegar a pagar en Vietnam”.

De todos los grandes países del sudeste asiático, es Tailandia el que menos cultura y tradición tiene en cuanto a la ingesta de carne de perro. Sin embargo, parece que el país asiático ha encontrado un gran negocio en la compra-venta, el robo y la exportación de perros. “La mayor parte de la gente no consume perro en Tailandia. En el extremo norte de Tailandia, poblaciones hong si lo hacen. Y en esa zona se exporta a China a través de Laos. Sin embargo, el negocio principal está en el noreste tailandés, en donde también se consume, pero que introduce la mayor parte de la carne de contrabando en Vietnam”, asegura Dalley. Y añade: “En esta zona también había mucho tráfico de pieles, aunque es un actividad casi desaparecida. No como en China, donde es muy común”. Igualdad Animal lo ha contado recientemente. Y cuidado, me advierte, “no hay duda de que la carne de los perros que son asesinados para obtener sus pieles se mezcla con otras carnes y se vende en el mercado, pero no como carne de perro. Igual que ocurrió en Europa el año pasado con el escándalo de la carne de caballo”.

Duele. Horroriza saber cómo miles de perros son asesinados cada día para su consumo. Horroriza saber cómo viven. Horroriza saber cómo mueren. Nuestra conciencia, diezmada por la creencia de que un perro es un amigo y no un alimento, se escandaliza ante esta barbarie en la que Tailandia participa, sí, pero de una manera insignificante comparado con lo que pasa en Corea del Sur, Vietnam o China, por ejemplo. La moral, tristemente, viste doble rasero. Porque millones de animales mueren asesinados cada día tras las paredes opacas de los mataderos legales del resto del mundo. No viven ni mueren mejor que los perros de este artículo; al revés. Son criados y masacrados de la forma más cruel, y llevados a nuestras tiendas y neveras mediante un pacto social escasamente cuestionado. Y toda esta masacre de animales, desde Seúl hasta Vancouver, desde Helsinki hasta Ushuaia, es, posiblemente, uno de los peores crímenes de la historia universal.

Criaturas…

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