Eran intolerantes a la lactosa y les daba igual: esta comunidad de Calabria consumió lacteos en la Edad de Bronce sin enfermar
Una fina capa de leche templada se deslizó por el cuenco y dejó un olor dulce en el aire. Los miembros de la comunidad bebieron ese líquido y siguieron con sus tareas cotidianas sin mostrar malestar alguno. Las voces llenaron la estancia mientras el producto lácteo se mezclaba con otros alimentos del día. La reacción serena de todos confirmó que podían consumirlo sin sufrir molestias, y esa tolerancia marcó su modo de vida en aquel entorno cerrado.
Por primera vez, un grupo internacional de científicos del Max Planck Harvard Research Center for the Ancient Mediterranean de Leipzig y de la Universidad de Bolonia reconstruyó el perfil genético y social completo de la comunidad que habitó la cueva de Grotta della Monaca, situada en el macizo de Pollino, en el noroeste de Calabria.
Un equipo académico reconstruyó por completo a la población que ocupó la cavidad calabresa
Los restos humanos, datados entre 1780 y 1380 a. C., revelaron un retrato detallado de la población protoapenínica que vivió en esa zona montañosa y ofrecieron una referencia inédita sobre la organización de las sociedades del Bronce en el sur de Italia.
El yacimiento, conocido desde hace décadas por su combinación de minería temprana y uso funerario, se encuentra en un entorno elevado que conserva huellas de extracción de minerales y sepulturas. Las capas de sedimento y los materiales recuperados en Grotta della Monaca permiten observar la evolución del poblamiento humano en el Mediterráneo occidental, y su estudio ha proporcionado a los arqueólogos una base sólida para interpretar cómo se articulaban las comunidades de montaña de la época.
Los análisis de ADN mostraron que los habitantes de la cueva compartían afinidades genéticas con las poblaciones de la Edad del Bronce Antiguo de Sicilia, aunque sin rastro de las influencias orientales presentes en sus contemporáneos de la isla. Francesco Fontani, investigador del centro Max Planck-Harvard y primer autor del trabajo, explicó que esa diferencia señala trayectorias demográficas independientes a ambos lados del estrecho de Messina. En la muestra se detectaron también lazos con el noreste de Italia, indicio de desplazamientos de larga distancia y de un flujo genético que recorría toda la península.
Las prácticas ganaderas precedieron a la adaptación digestiva
El estudio genómico permitió además identificar una dieta basada en la ganadería. Los individuos practicaban el pastoreo y consumían leche y derivados lácteos, aunque presentaban variantes genéticas de intolerancia a la lactosa. En este sentido, Donata Luiselli, directora del Laboratorio de ADN Antiguo de la Universidad de Bolonia y coautora principal del trabajo, señaló que ese comportamiento demuestra que la adaptación cultural puede adelantarse a la biológica, y que los habitantes de Grotta della Monaca lograron aprovechar los recursos de su entorno mediante técnicas como la fermentación, que reducían los efectos digestivos y sostenían su subsistencia en una zona montañosa exigente.
El análisis antropológico y arqueogenético también reveló la estructura interna de los enterramientos. Se comprobó que los cuerpos estaban dispuestos según criterios de sexo y parentesco. En un caso existía una relación de progenitor y descendiente, la primera prueba genética de este tipo en un contexto prehistórico europeo.
Alissa Mittnik, responsable del grupo de Arqueogenética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, advirtió que, aunque la evidencia biológica es inequívoca, su significado social aún debe interpretarse dentro de los límites culturales de esa pequeña comunidad.
Los resultados confirman que la cueva no solo fue un espacio funerario, sino también un elemento activo en la cohesión del grupo. Felice Larocca, espeleoarqueólogo y director de la excavación, indicó que la Grotta della Monaca sigue proporcionando información decisiva sobre las primeras sociedades complejas del sur de Italia.
Con ello, el estudio del Max Planck–Harvard Research Center y la Universidad de Bolonia redefine la función social de las cuevas prehistóricas y aporta una visión más completa de las raíces biológicas y culturales que modelaron la diversidad humana en el Mediterráneo.
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