Flatulencias y pedos: seis beneficios para nuestra salud

Foto: Autor desconocido / Wikimedia Commons

Jordi Sabaté

Las flatulencias, es decir los gases que se crean en nuestro aparato digestivo, especialmente en el colon, último tracto intestinal, se generan principalmente cuando comemos alimentos con fibra vegetal, que nosotros no podemos digerir pero que los microorganismos de la flora sí usan como alimento.

Son un subproducto de la fermentación de esta fibra para utilizarla como energía -sobre todo por parte de las bacterias, pero también por levaduras y protozoos- y tienen una gran proporción de metano, hidrógeno, nitrógeno molecular y dióxido de carbono, además de otras moléculas, en menor volumen, que son las responsables de su mal olor: el ácido butírico, que huele a mantequilla rancia, o el sulfuro de hidrógeno, que ofrece el característico olor a huevos podridos.

Las flatulencias y su expulsión, es decir las ventosidades -también llamadas pedos, cuescos, gansas o llufas- pueden ser vistas como una falta de adaptación evolutiva a la comida vegetal, ya que somos de origen carnívoros cazadores, o bien como uno de los resultados de la simbiosis con las bacterias de la flora intestinal, y por tanto como algo que aporta beneficios. Abundando en esta segunda tesis, este artículo explica siete beneficios de las flatulencias y los pedos para nuestra salud.

1. Las flatulencias previenen la formación de divertículos

La diverticulosis es un fenómeno natural con la edad en el intestino de los seres humanos. Se trata de la tendencia del colon a formar pliegues en algunos de sus tramos, que pueden quedar sellados en pequeñas bolsas que dejen atrapadas partes de la flora inestinal. Estas bolsas se llaman divertículos y tienen el problema de que reducen la superficie de absorción intestinal y pueden inflamarse porque la flora encerrada produzca elementos tóxicos al no recibir alimento.

La flatulencia, al ser un gas que se expande, hincha el intestino como un globo, evitando la formación de divertículos o deshaciéndolos antes de que queden sellados. Es por ello que la formación de divertículos es frecuente en las personas que comen poca fibra vegetal y en cambio no se produce en las que tienen una alimentación con gran presencia de vegetales.

2. Evitan que deriven en una diverticulitis

Si el divertículo se inflama por causa de las toxinas producidas por la flora intestinal o porque retiene alimento que se pudre, entonces deriva en una diverticulitis, que puede producir grandes dolores. Como ya hemos dicho, una dieta rica en fibra vegetal que provoque flatulencias es un salvoconducto contra la diverticulosis y también la diverticulitis.

3. Son una barrera contra posibles peritonitis

La fase final de la inflamación de un divertículo puede ser el estallido y la expulsión de gran número de bacterias por todo el cuerpo, con lo que se producirá una peritonitis y una septicemia, es decir una infección generalizada que fácilmente puede acabar en muerte. Esta casuística extrema no es imposible en personas de edad avanzada que tienen dietas donde la fibra está ausente.

4. Constituyen un sistema de alerta dietético

Si tenemos una dieta equilibrada y rica en fibra, nuestro ritmo de ventosidades será bastante regular y estaremos acostumbrados a él. Ahora bien, si notamos que este ritmo se altera o que nuestras ventosidades tienen un olor anormal, podemos inferir que algún elemento de nuestra dieta nos ha sentado mal, ya sea por intoxicación o intolerancia. Esto nos permite corregirla o acudir a un médico para prevenir males mayores.

5. Seleccionan la flora intestinal

La flora intestinal es un conjunto de microorganismos que vienen en nuestro intestino, pero no son todos de la misma especie sino que conviven varias en lucha unas con las otras. Muchas de ellas son beneficiosas pero otras pueden provocarnos intoxicaciones. Lo normal es que estas últimas estén en menores proporciones, pero si su número crece nos darán problemas intestinales.

Algunos estudios indican que los gases producidos en la fermentación de la fibras, es decir las flatulencias, ayudan a mantener bajo control a las poblaciones de la microbiota maligna o al menos adversa a nuestros intereses, ya que crean un ambiente tóxico que dificulta su crecimiento.

6. Tonifican el esfínter y el suelo pélvico

Tener cierto control de las ventosidades no es malo, sin embargo; no solo para los demás, ya que su olor en general nos repugna, sino también para mantener en forma nuestro esfínter anal. Tener el ano tonificado es importante para evitar casos de incontinencia y controlar el tránsito fecal. Además, involuntariamente ejercitamos los músculos de la base de la pelvis, el llamado suelo pélvico, con lo que los fortalecemos de cara a mantener mejores relaciones sexuales y también, en individuos de edad madura, para evitar las pérdidas de orina.

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