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La tentación de existir de Strömholm y Petersen

Rose y Lilly, Café Lehmitz, Hamburgo, 1967-70 © Anders Petersen, cortesía Galerie VU’, París

Carmen López / Carmen López

Barcelona —

A principios de la década de 1950 el fotógrafo sueco Christer Strömholm se instala en París. Su vivienda está cerca de la Place Blanche, en Montmartre, punto de reunión de un grupo de transexuales del que enseguida se hace amigo y al que decide fotografiar. Dos décadas después Anders Petersen, su alumno de la escuela de fotografía de la Universidad de Estocolmo, se traslada a Hamburgo, donde comienza a frecuentar el Café Lehmitz. Anticipándose a lo que años después será habitual en las redes sociales, toma fotos de los parroquianos disfrutando de la noche. Esos trabajos se recogerán en Les Amies de Place Blanche y Café Lehmitz y acabarán siendo dos series fotográficas de culto.

Ahora se exponen juntas en la Fundación Colectania de Barcelona hasta el 30 de julio bajo el título La tentación de existir. La inauguración, que tuvo lugar el 15 de abril, estuvo precedida por un diálogo entre Joakim Strömholm, hijo del autor y divulgador del trabajo de su padre y Christian Caujolle, crítico, comisario de exposiciones y cofundador y director artístico de la agencia VU’ [además de poseedor de un currículum impresionante: no todo el mundo puede decir que ha sido alumno y colaborador de Foucault, Pierre Bourdieu y Barthes].

Para Joakim, su padre: “En realidad, no tenía ni idea de fotografía, pero sí sabía de la vida. Él podía explicarte cómo dormir en un hotel sin pagar y ese tipo de cosas”. Pero es ahí donde reside, precisamente, el talento de Strömholm: en el interés por conocer la sociedad más allá de lo políticamente correcto. Su serie de retratos a los transexuales de la place Blanche no se publicó hasta 1983 en Suecia ya que “en un principio no quería publicar las fotos, decía que eran para él y para la familia”, explicó su hijo.

En la introducción del libro el autor reflexiona acerca de la sexualidad y el género, con frases como: “Fue entonces y sigue siendo un trabajo sobre la obtención de la libertad de uno para elegir su propia vida y su identidad”. Los ejemplares se agotaron rápidamente una vez se pusieron a la venta.

Christer Strömholm le inculcó a Anders Petersen esa inquietud por recoger los acontecimientos que suceden agazapados en la trastienda de la realidad, aunque ambos tenían métodos de trabajo completamente diferentes. Mientras que Strömholm sacaba la cámara rápidamente cuando intuía que el momento clave iba a llegar, Petersen podía pasarse horas esperando hasta tomar la fotografía. “Cuando lo lograba lo vivía con mucha intensidad, como si estuviese fuera de sí mismo”, comentó Caujolle, quien también añadió que: “Ambos eran muy tímidos, cuando ves las fotos parece difícil de creer que se moviesen en esos ambientes”.

El bar en el que Petersen lleva a cabo su trabajo podría definirse sin problema como un tugurio. En él paraban todo tipo de personajes marginales de cara a la sociedad bienpensante. Prostitutas, chulos y clientes; marineros; alcohólicos; gente con ganas de pelea. El fotógrafo se dedicó durante tres años a capturar el ambiente del local. En 1978 la editorial Schirmer/Mosel le publicó un libro con su trabajo titulado, precisamente, Café Lehmitz con el que el autor entró a formar parte de la élite de la fotografía en Europa.

Durante la conversación mantenida entre Joakim Strömholm y Christian Caujolle, recordaron una anécdota divertida relacionada con Petersen: el fotógrafo perdió de vista una de las cámaras con las que estaba trabajando en una de las noches del Lehmitz y esta fue rulando por el bar, mientras las personas se hacían fotos unas a otras (y posiblemente alguna selfie). El fotógrafo nunca la recuperó, así que es posible que alguien tenga instantáneas que valen un dineral sin saberlo, dijeron los ponentes entre risas.

Petersen expuso su trabajo por primera vez en aquel bar. Colgó más de 300 fotos encima de la barra e invitó a los clientes a coger alguna de las imágenes si se reconocían en ellas. Días después la pared estaba vacía: pertenecían a sus protagonistas.

La muestra conjunta

La muestra conjuntaLa sala que aloja la exposición está dividida en dos plantas: si el o la asistente comienza el recorrido marcado por la estructura de la habitación, entrará simbólicamente en el café e irá viendo como la noche cobra intensidad foto a foto. Tras la fiesta, un tanto desbocada, saldrá a la calle a altas horas de la madrugada para dar a una plaza en la que para un grupo de transexuales, de belleza notable y amplia sonrisa, al que se unirá para terminar la aventura en la habitación de un hotel desvencijado en el Montmartre.

La muestra toma el título del libro del filósofo rumano E. M. Cioran escrito en 1956. Su pensamiento, explica la fundación, se basa en que: “Todo acontecimiento vivido, físico o intelectual, es aprovechado para moldear un cuerpo conceptual”. Esta base teórica se relaciona con el trabajo de ambos fotógrafos en la medida en que desarrollan secuencialmente la idea en la que se basan sus series.

En las paredes de la exposición cuelgan algunas de las imágenes más conocidas de Strömholm y Petersen que son, a su vez, algunas de las más representativas de la historia de la fotografía contemporánea europea. Por ejemplo, el retrato de Gina y Nana de Christer Strömholm o la instantánea de Rose y Lily en el Lehmitz que sirvió de portada para el disco Rain Dogs de Tom Waits. Sin embargo, Christian Caujolle afirmó durante la inauguración que: “Sin ser un icono para mi la mejor imagen de la exposición es la que muestra a una pareja besándose en el bar, representación de la ternura, el amor y la vida”. Precisamente lo que ambos intentaron capturar a través de sus objetivos.

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