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Una vasija que da agua pura

El ecofiltro da un litro de agua salubre cada dos horas.

Isaac Altable

Un simple giro de muñeca y...voilà! Un chorro de agua potable brota del grifo. Un gesto sencillo y casi inconsciente para la población española. Según la encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística, el 99,9% de todos los ciudadanos tienen acceso a “fuentes de agua potable mejoradas”. Pero no todo el mundo es tan afortunado.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que al menos 783 millones de personas no disponen de agua potable. Un mínimo del 11% de la población mundial. La ONU situó mejorar esta situación como uno de sus Objetivos del Milenio. Hace un año la organziación se congratulaba de haber “cumplido la meta de reducir a la mitad el número de personas” sin acceso a agua en condiciones.

¿Qué ocurre con las poblaciones que todavía sufren todo tipo de enfermedades ligadas al agua insalubre? Dentro de esos trastornos hablamos de plagas tan mortíferas como la malaria -cuyos vectores de contagio están relacionados con balsas de agua-. Sólo esta enfermedad amenaza al 50% de la población mundial que está expuesta al paludismo. La OMS asegura que controlar la enfermedad una vez presentada costaría 5.300 millones de euros al año durante una década. También está dentro de los Objetivos del Milenio.

Otro ejemplo palmario es el del cólera. Se estima que cada año se producen “entre 3 millones y 5 millones de casos de cólera y entre 100.000 y 120.000 defunciones”, cuenta la misma OMS. La bacteria que produce esta diarrea que puede ser mortal llega por la ingesta de agua en mal estado. Es un titular recurrente en cuanto se produce, por ejemplo, un terremoto. El agua es vida. Pero también vehículo de enfermedad.

Un agua potable, un agua libre de parásitos o restos fecales ahorra en término de salud pública y economía de la salud. Existen muchos métodos para potabilizar o sanear el agua. Un emprendedor latinoamericano, Philip Wilson, ha desarrollado una empresa social para distribuir un sencillo sistema de filtro que obteniene líquido sano. Ecofiltro es una tecnología accesible inventada por Fernando Mazariegos, relata Wilson. Una especie de maceta hecha a base de materiales locales, como arcilla, aserrín y plata coloidal que atrapa la contaminación biológica o química.

La fórmula es tan simple como verter el agua en el filtro que atrapa los microorganismos y contaminantes perjudiciales y deja un agua inodora y apta para el consumo. En siete años de vida ha distribuido 96.000 de esos filtros por Guatemala. Esta vasija purifica a un ritmo “de dos litros por hora”. Su contenido de carbón, cuentan, es “el que retiene los olores”. Con echar el agua mala se obtiene agua buena, aseguran.

Wilson explica que “el objetivo es que el filtro llegue a un millón de familias guatemaltecas”. El equilibrio entre vocación social y empresarial lo resuelve este hijo de inglés y guatemalteca de la siguiente manera: “Decidimos vender el filtro en hogares urbanos para no depender de subvenciones en la implantación rural”. De momento van por los 100.000 hogares rurales y 30.000 en urbes. Wilson añade que el impacto de su ecofiltro se extiende a un “beneficio medioambiental más amplio”. Por ejemplo, en el campo, las familias dejan de hervir el agua. Eso ahorra, calcula, “unos 10 kilos de madera”. En las ciudades, “se deja de comprar agua embotellada lo que es ahorro monetario pero también de embotellado de plástico”.

El filtro no es un mero colador. Sería demasiado incómodo y poco práctico. Es un sistema que almacena el agua (de 20 o 18 litros) de manera que según se va purificando queda a disposición. Un invento sencillo. Una iniciativa empresarial sostenible con un objetivo social y de gran potencial exportable a otras geografías con problemas de distribución hídrica.

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