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Los cineastas vascos tiran de ingenio y ahorros para hacer frente a la crisis

Gorka Ascorbebeitia

Bilbao —

La crisis afecta a todos los sectores y personas, pero el mundo de la cultura se está llevando probablemente la peor parte. El cine, concretamente, ha recibido un buen varapalo con la reciente subida del IVA y las dificultades cada vez mayores para conseguir cualquier tipo de ayuda pública. En medio de este escenario apocalíptico, los directores vascos sobreviven tirando de ingenio y presupuestos mínimos o invirtiendo en un único trabajo los ahorros de su vida. Diez de ellos participan en la sección FANT en corto, plato fuerte del XIX. festival de cine fantástico de Bilbao. Ninguno lo ha tenido fácil.

Aunque en el cartel la posición estelar la ocupe la proyección de Stoker, primera película de producción occidental del aclamado director coreano Park Chan Wook, autor de Oldboy, para los cineastas vascos lo realmente importante vino después. Una vez terminada la película inaugural, sobre las 22:00 de la noche, se disfrutó en la Alhóndiga de la proyección de las diez cintas con label que entran a concurso en la sección FANT en corto.

Todos los realizadores vascos coinciden en que la situación es muy complicada. Algunos de ellos incluso se han visto en la situación de tener que volver a hacer cortos después de haber saboreado las mieles de su formato mayor duración. Es el caso de Kepa Sojo, que ha sufrido una vuelta a los orígenes a sus “cuarenta y tantos” años obligado por las circunstancias. “Gente como Borja Kobeaga está volviendo a los cortos, los demás no podemos mantenernos al margen de la realidad”, comenta. En el FANT presenta Loco con Ballesta, una historia basada en un personaje real que conoció en el festival de Medina del Campo.

Gracias a una subvención del Gobierno vasco, Sojo ha sido uno de los pocos que ha podido conseguir financiación que no salga de sus propio bolsillo. Lo más común entre los participantes es agudizar el ingenio y apurar cada euro del presupuesto hasta el máximo al estilo de El Mariachi de Robert Rodríguez. Los bilbaínos Lander Otaola e Iñaki Reyna, por ejemplo, invirtieron los 140 euros de presupuesto en “alquilar el equipo de iluminación y algo de catering del Eroski”. El resultado es Preguntador, un cortometraje de 15 minutos que cuenta la historia de un hombre que desea conocer las respuestas a todas las preguntas. Sus propios creadores lo definen como “puro bizarrismo”.

Aunque también existe otra alternativa. “Ir al banco y pegarle un hachazo a la cuenta vivienda”, describe el getxotarra Ander Mendia, director del corto de animación Beerbug. Los “20.000 o 30.000” euros que logró desmigando los ahorros de su vida los uso en el alquiler de seis equipos informáticos para dar volumen y movimiento a su historia: el cuento de Joe, responsable de una gasolinera de carretera incapaz de disfrutar de un descanso porque alguien le roba la cerveza.

Todas estas cintas compiten por dos premios de 3.000 euros, uno de crítica y otro de público. Para conseguir estos galardones se tendrán que batir el cobre tanto con sus competidoras vascas como con el resto de la representación internacional, formada por otros 12 cortometrajes. En su mayoría se trata de producciones europeas provenientes de países como Bélgica, Holanda o Estonia, aunque también hay una cinta estatal y otra argentina. Además, podrán acceder a un tercer premio de 2.000 euros para el mejor corto vasco. Pequeños alicientes en el cada vez más complicado mundo del cine profesional.

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