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Entrevista - Raúl López Romo, historiador y coautor del informe Foronda

“La huella del terrorismo no se borra al cesar la violencia”

El historiador Raúl López Romo, en Bilbao.

Eduardo Azumendi

Con el informe Foronda 'Contextos históricos del terrorismo y consideración social de las víctimas. 1968-2010', sus autores tienen muy claro que “estamos pisando callos”. Y uno de ellos es el de la izquierda abertzale porque “claramente señalamos responsabilidades en esa dirección”.

El joven historiador Raúl López Romo (Bilbao, 1982) es el autor principal de este trabajo, para el que también ha contado con el apoyo de los historiadores Luis Castells, Antonio Rivera y José Antonio Pérez, todos ellos integrantes del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, de la Universidad del País Vasco. Los datos recabados en el documento ponen el foco de la responsabilidad de lo ocurrido en ETA y combaten la corriente de opinión que trata de imponer la izquierda abertzale de “repartir culpas” y de que es mejor “pasar la página”.

Una vez que ETA está desactivada, ¿ha llegado la hora de los historiadores?

A pesar de que las instituciones públicas no siempre cuenten con ellos, este debe ser tiempo de historiadores. Contar lo que ha sucedido tampoco es sencillo. También nos enfrentamos a presiones. No somos alguien ajeno a esta sociedad. Y del mismo modo que el terrorismo ha afectado en mayor o menor grado al conjunto de la ciudadanía, también nos afecta a nosotros.

De hecho, no es casualidad que haya habido pocos historiadores vascos que se hayan ocupado del terrorismo hasta fechas recientes. Tiempo de historiadores y de víctimas del terrorismo. Como recuerda la asociación de víctimas Covite, en el fondo ETA no ha desaparecido de sus vidas en el sentido de que sigue presente en ellas. Su experiencia traumática sigue bien presente en el hecho, por ejemplo, de que más de 300 atentados mortales siguen sin resolverse.

Entonces, ¿queda terrorismo para rato?

Desde una perspectiva bien intencionada, pero creo que equivocada, se puede interpretar que las huellas del terrorismo desaparecen de la noche a la mañana desde el momento que no hay violencia. Pero va contra la demostración empírica de que es un tema de presencia diaria en los medios de comunicación.

La huella del terrorismo no se borra al cesar la violencia. Y la repercusión del informe Foronda así lo confirma. Cumple con el cometido que se nos asignó y se aportan decenas de datos desconocidos, desde la respuesta social al terrorismo hasta el número de heridos, pasando por el número de amenazados. Había demanda de un producto riguroso.

La historia es interpretable.

Los historiadores trabajamos desde nuestro bien más preciado: la independencia. Pero a partir de ahí no podemos controlar las derivaciones políticas que nuestro trabajo puede tener. Con el informe Foronda somos conscientes de que estamos pisando callos. Uno de ellos es el de la izquierda abertzale porque claramente señalamos responsabilidades en esa dirección. De ahí que el representante de EH Bildu en el Parlamento vasco tachara el informe de parcial sin haberlo leído.

Su informe constata que no se puede pasar la página del terrorismo sin dejar claro la responsabilidad que tuvo cada uno.

Los autores del informe detectamos que en toda situación de violencia hay tres tipos de roles dentro de la sociedad: víctimas, perpetradores y espectadores pasivos que se amoldan a las circunstancias. Ante esa situación, y mirando de manera retrospectiva, lo que cabe es atribuir esas responsabilidades y papeles.

A mí personalmente me gusta mucho una frase de Hannah Arendt sobre Adolf Eichmann [teniente coronel de las SS nazis, fue el responsable directo de la solución final] cuando comenta que, desde el momento que se dice que todos hemos sido culpables, de alguna manera se está trasladando la idea de que ninguno lo ha sido.

Es una afirmación que se quiere extender en Euskadi, pero con la que no estamos de acuerdo. A partir de los datos, lo que transmite el informe es que ETA ha sido la organización más longeva, la que más años ha perdurado, la más mortífera, la que más apoyo social ha tenido y la que marca con su nacimiento y con su cese el proceso histórico del terrorismo en Euskadi.

ETA nació frente al franquismo, pero fue en democracia donde resultó más letal.

Solo mirando el porcentaje de atentados mortales la división aparece muy clara. Solo el 5% de los atentados fueron en la dictadura de Franco y el 95% restante, después. Además, con una gran concentración en los años en los que el país trataba de dejar atrás la dictadura. Aparte hay una labor de la izquierda abertzale de justificación de los crímenes y de violencia de baja intensidad, de persecución, amenazas... Y se desarrolla en democracia.

Jonan Fernández, secretario de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, entiende que el informe Foronda “estigmatiza de forma genérica” al conjunto de la sociedad vasca cuando refleja el escaso apoyo y movilización social que deparó a las víctimas de ETA.

Afirmaciones como esa de un trabajo que ha durado un año y que aporta muchos datos de interés es una frivolidad. Entre otras cosas, ya sabemos quiénes han sido los que han estigmatizado de verdad en este país a los que pensaban diferente, a quiénes les han quemado el coche, puesto una bomba, pintado su negocio...

Lo que hacemos es mirar al pasado con la mayor honestidad posible para tratar de buscar la verdad. La objetividad absoluta en ciencias humanas es imposible, pero aproximarnos a ella es nuestro propósito. Esa es nuestra guía como historiadores. Otra cosa es que sea políticamente oportuno o no las consecuencias que se extraen del informe.

Su trabajo retrata a mucha gente y no para bien.

Es verdad que retrata a mucha gente, pero también lo hace para bien. Hablamos de Gesto por la Paz, de las primeras manifestaciones convocadas por el Partido Comunista contra ETA, cuando nadie salía a la calle. Esa es la parte positiva, de dignidad, en la que la sociedad vasca puede reconocerse.

Iñaki Anasagasti, del PNV, le ha acusado de mentir por atribuir esa primera movilización contra ETA al Partido Comunista y no al PNV.

Iñaki Anasagasti lo plantea mal porque lo hace en términos de verdad o mentira. Los historiadores ya sabemos que no existen verdades o mentiras absolutas. Tratamos de aportar la interpretación que mejor se ajuste a los hechos del pasado. Me gustaría ver a Iñaki Anasagasti sosteniendo en un congreso de historiadores que una manifestación de octubre de 1978 va antes que una manifestación de junio de 1978.

También habría mucho que hablar de que esa manifestación del PNV, que sí que resultó masiva, no alude explícitamente a ETA. Aunque la izquierda abertzale sí se la tomó como algo que iba contra ella. Lo que hace Anasagasti es sembrar dudas sobre el informe sin habérselo leído. Habría mucho que hablar de que aquella manifestación reunió a mucha gente que estaba en contra de la violencia, pero más bien de las violencias. Metían en el mismo saco a ETA, a la UCD, al Estado…

¿Cree que la aparición del informe Foronda ha puesto nerviosos a algunos sectores?

Si la actitud de la Secretaría de Paz y Convivencia pasa por decir que aquí lo que hemos padecido han sido violencias simétricas, nosotros no estamos de acuerdo. ETA marca el inicio y el final del terrorismo.

¿Qué salida quiere que le dé el Gobierno vasco al informe?

Nos gustaría que le diese la máxima difusión.

A lo largo de ese año de trabajo, ¿ha descubierto algo que usted no supiera o intuyera ya?

Nunca he partido con conclusiones prefijadas y he dejado que fuera el curso de la investigación el que me guiara hacia las conclusiones de acuerdo a los datos. He conocido el número de amenazados, los heridos, costes económicos, el porcentaje de respuesta social a los atentados en forma de movilización...

¿Cómo es posible que ETA pudiera perdurar durante 43 años?

Llega un momento en que esa anomalía que es el terrorismo se integra como una normalidad. El cese de ETA ha demostrado que el terrorismo era evitable. La responsabilidad es del que pone la bomba. Las razones históricas de que haya perdurado tanto tiempo son numerosas. Desde el impacto de la dictadura hasta la conformación de una comunidad cerrada sobre sí misma que justificaba la violencia. Gracias a ese apoyo social ETA ha logrado aguantar en el tiempo.

El informe echa por tierra el argumento al que se aferra la izquierda abertzale de la existencia de un conflicto para justificar a ETA.

En Irlanda del Norte sí había un conflicto, con una sociedad profundamente dividida, con una guerra civil larvada entre dos comunidades enfrentadas e incluso separadas por muros. Y eso en el País Vasco no ha ocurrido. La comparación simétrica no tiene sentido. No ha existido un conflicto si entendemos por tal la guerra civil larvada que ha sufrido Irlanda del Norte.

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