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The Guardian en español

Crónica del miedo

Siete días en la piel de una musulmana inmigrante en los EEUU de Trump

En noviembre de 2015, Trump dijo "vais a tener que vigilar las mezquitas", recuerda la autora de esta crónica

Mona Chalabi

Lunes

Esta mañana, cuando se acabó el papel higiénico, me quedé mirando la estantería del baño un minuto entero. Quedan tres rollos. ¿Cuántos debería comprar? Es una pregunta tan complicada que hace que se cierre mi garganta. Permanezco desnuda, completamente quieta, mirando los rollos de papel higiénico que quedan. ¿Cuánto tiempo estaré en EEUU?

Este apartamento de alquiler es el primer hogar que he sentido como mío. Está todo lleno, he almacenado cosas como si fuera la madre de cinco niños. Los estantes del cuarto de baño están llenos de botes de champú, cuchillas de afeitar, cepillos de dientes, condones, cremas hidratantes, limas, botes de vitaminas, cremas solares de diferente protección y, normalmente, montones de rollos de papel higiénico. En algún momento de noviembre he debido de dejar de comprar acciones para invertir en mi futuro aquí.

Todo está en el aire. No he actualizado mi servicio de Wifi (a pesar de que Spectrum me ha dicho mil veces que debería hacerlo). No he vuelto a tener una cita con lo que parecía un chico bastante majo. Y no he pedido hora en el médico por un dolor constante que tengo en la tripa desde hace meses. ¿Qué sentido tendría? Solo me darán una cita de seguimiento en algún momento del futuro, pero ¿dónde estaré yo?

No he contado nada de esto a ninguna persona nacida en EEUU que yo sepa. Si lo hiciera, tendría que ver de cerca sus rostros para ver si me están diciendo “no es un gran problema, puedes salir del país”. En el fondo, sospecho que incluso mis amigos progresistas no creen realmente que los inmigrantes tengan los mismos derechos para trabajar y vivir aquí.

En diciembre, estuve en la fiesta de una compañía de televisión para la que hago estudios. Un ejecutivo dijo que le cabreaba el triunfo de Trump. Yo le respondí que no estaba cabreada sino asustada. Él puso su mano en mi hombro y me dijo: “Escucha, tienes todo el derecho a sentirte paranoica”. La palabra 'paranoica' fue como un bofetón en la cara. Yo simplemente sonreí y herví por dentro.

Me he sentido un poco sola; el mundo es un lugar un tanto solitario cuando nadie parece oír o ver lo que haces. ¿La gente no ha oído lo que Trump ha dicho sobre los musulmanes? ¿Creen que está de broma?

En noviembre de 2015, Trump dijo “vais a tener que vigilar las mezquitas”. Cuatro días después, cuando le preguntaron si se debería obligar a los musulmanes estadounidenses a registrarse en una base de datos, dijo: “La verdad es que lo implementaría. Desde luego. Debería haber muchos más sistemas más allá de las bases de datos”. Un mes después, pidió “el veto total y completo de musulmanes entrando a EEUU”.

Escribí a una amiga para contarle que estaba asustada y me respondió: “Pero tú no eres musulmana”. Lo que en realidad quiere decir es que bebo, fumo, tengo relaciones sexuales y no me tapo el pelo. Pero respeto esas reglas. Me he criado siguiendo todo esto y todos los miembros de mi familia lo siguen (y me quieren aunque yo no lo haga). Al parecer, esto significa que odiamos el estilo de vida estadounidense.

Las letras de una página podrían determinar si puedo ir a ver a mi prima. Se está muriendo de cáncer y quería decirle adiós. Quizá tenga que elegir entre mi carrera o ver a mi madre en los próximos cuatro años (al menos).

Martes

Para calmar el dolor punzante de mi estómago, presiono mi vientre mientras me acurruco en mi escritorio. Pido cita en Zocdoc (es la primera vez que uso mi seguro médico y es confuso). Tomo un poco de Advil, leo las noticias constantemente y no consigo hacer nada del trabajo.

Trump ha firmado dos órdenes ejecutivas que reactivan los proyectos de dos inmensos oleoductos. Desastrosas noticias para los nativos americanos y para cualquiera al que le importe el medio ambiente. Me da culpa sentirme aliviada. Trump todavía no ha venido a por mí.

Después del trabajo di una charla junto a una antigua compañera de trabajo sobre una serie de vídeo que hicimos juntas. En medio de las largas noches de oficina y de los viajes filmando en todo EEUU nos hicimos buenas amigas. Quiero trabajar con ella. Necesito estar en EEUU para hacerlo. Todavía me duele la tripa.

Miércoles

Hoy se espera que Trump dicte una prohibición sobre refugiados, por lo que reúno datos para que los periodistas los utilicen. Muestran que EEUU admite a un minúsculo número de refugiados para su tamaño. Que los refugiados no representan ningún riesgo para la seguridad de los estadounidenses. Que los refugiados, a menudo, vienen de países en los que EEUU ha librado una guerra (tengo familia a la que han obligado a abandonar sus hogares por culpa de la política exterior de este país).

Pero durante una rueda de prensa en la Casa Blanca, queda claro que el veto a los refugiados no sucederá hoy. Otros grupos han sido los objetivos. Las nuevas órdenes ejecutivas firmadas incluyen una para construir un muro entre EEUU y México.

Hubo una protesta anoche. Quería ir. No he estado en una desde la de Washington pero tuve una reunión a última hora de la que no pude salir a tiempo. Fue bien, decidimos trabajar en un proyecto de ilustraciones conjunto. Me sentí muy animada, lo cual me asustó. Este tipo de oportunidades se presentan en EEUU y no volviendo a “casa”. Ocurren aquí. Me sentí mal. Pero después me recordé a mí misma que no tengo que temer a las balas o a las bombas si me obligan a ir a otro lugar. Esto no es lo que les pasa a otros.

Jueves

Voy al médico. Me pregunta que cómo me siento y le describo mi dolor. Se me saltan las lágrimas aunque ninguno de los dos nos damos cuenta.

Entra la enfermera para tomarme muestras de sangre. Muy amable, dobla mis mangas, palpa mis venas y dice: “Esta es perfecta”. Después, para que no haga mucho caso a la aguja me dice: “Me gusta tu acento, ¿de dónde eres?”.

Después de ir al médico quedo para comer con una amiga. “Me pasa lo mismo que a ti”, dice. A ella también se le puede describir con la sucia y corta palabra de cinco letras “árabe”. Pero ella es rubia natural y ciudadana estadounidense. “Me casaré contigo, no te preocupes”, añade.

Viernes

4.42 pm. Trump firma un trozo de papel que veta la entrada de refugiados a EEUU durante 120 días y la entrada de ciudadanos de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen durante 90 días.

Sábado

Me arde el teléfono. El sonido de los mensajes van dejando nuevos y horripilantes titulares. La orden ejecutiva incluye a los que tienen la green card (residencia legal en EEUU). E incluso a aquellos ciudadanos británicos que tienen doble nacionalidad. Se está deteniendo a gente en aeropuertos. Están rastreando sus dispositivos electrónicos por haber nacido en el lugar equivocado.

Recibo un mensaje de mi amigo C. que dice “2017 es una mierda”. Otro aparece al momento: “Ayer fue el peor día de mi vida”.

He pensado en eliminar todos mis tuits que mencionan a Trump. He rastreado mi historial para ver si he dicho alguna cosa negativa. No tiene buena pinta. Alguien en control de inmigración quizá decida que 140 caracteres significan que yo no pueda volver a casa a dormir en mi cama.

9.25 pm. Mi móvil vuelve a sonar, esta vez con una alerta: “Un juez federal aplaza temporalmente las deportaciones bajo la prohibición de viajar impuesta por Trump”.

Siento que no podré aguantar ni cuatro días más así. Y quedan cuatro años.

Domingo

10.13 am. Llamo a mi mejor amiga, que dejó Nueva York el año pasado para irse a vivir a Suiza. Simplemente dice “cariño” y “lo siento mucho” y dice mi nombre junto a la palabra 'joon' al final, que significa 'querida' en iraní.

1.42 pm. Escribo un mensaje a mi ex preguntándole si podría embalar las cosas de mi apartamento si no puedo regresar al país. Me da vergüenza pero es la única persona a la que siento que le puedo pedir esto. No me contesta.

2:00 pm. Como un bagel y miro fijamente mi calle por la ventana.

3:41 pm. Mi ex contesta con este mensaje: “Mona, no tienes que preocuparte, por supuesto te ayudaré si es necesario. Y por favor no me pidas perdón. Siento que esto sea algo en lo que siquiera tengas que pensar. Por favor, dime qué puedo hacer para ayudarte y ahí estaré”.

No me molesto en seguir llorando. Me levanto, me lavo la cara y salgo directa a comprar papel higiénico.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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