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En primera persona

Esclavistas en India: ¿crueldad o cariño casi familiar?

En India hay familias enteras de esclavos modernos. Algunos patrones los consideran familia // Foto: Juan Luis Sánchez

Austin Choi-Fitzpatrick

Sociólogo —

Me costó horas organizar una entrevista con Paratapa. Él quiso concederme una entrevista para mi investigación sobre la esclavitud moderna, pero no iba a tener tiempo hasta bien entrada la noche. Cuando finalmente me recibió en su extensa propiedad, entendí por qué. Divide su tiempo entre atender las demandas de su gran granja en India y la presidencia de un banco agrícola local que otorga préstamos a granjeros como él.

Conocí a Paratapa mientras viajaba por toda India para entrevistar a hombres cuyos negocios tienen como base el trabajo en condiciones de servidumbre, una forma de esclavitud moderna. Durante nuestra conversación, me dejó claro que donde yo veía una violación de los derechos humanos y laborales, él veía algo más. Me explicó que, en la época de su padre y su abuelo, su familia “solía mantener trabajadores en condiciones de servidumbre y ellos solían permanecer aquí, incluso sus hijos y sus esposas se quedaban”.

A cambio de su trabajo en el campo, su familia les proporcionaba comida, casa e incluso organizaba sus bodas. “Si necesitaban cualquier cosa de mi casa, yo se los daba”, apunta. A Paratapa le molesta claramente que ese estilo de vida haya cambiado. Dice que llegó a considerar a sus jornaleros como parte de su familia, pero todo cambió cuando empezaron a llevarlo a los tribunales.

Gracias a un creciente movimiento abolicionista, los jornaleros y sus aliados en todo el mundo están trabajando para erradicar esta forma de esclavitud en todas sus formas. Cada vez más, estos jornaleros están encontrándose con que la ley está de su parte y con que las organizaciones les están echando una mano para vencer a la corrupción y a la discriminación, y obtener justicia.

Mis entrevistas con esclavistas en India revelaron que ellos ven la emancipación de los jornaleros como una injusticia, como la pérdida de un “sentimiento familiar”. Ellos perciben la defensa de los derechos humanos como una tremenda violación de los lazos sociales y comunales, vínculos arraigados en la historia, insisten, que son más profundos que la nueva legislación.

Una cadena de explotación social

Los hombres con los que charlé durante la investigación para mi libro representan solo a un tipo de culpables. Dentro de las muchas formas de explotación en el tráfico de personas y en la esclavitud, intervienen personas de todo tipo. Encontrar, violar y controlar a otros seres humanos como tú requiere una división del trabajo.

Entre ellos hay mujeres, hay madres que trafican con los niños. Hay mujeres que, habiendo sido objeto de tráfico dentro de la prostitución, ahora trabajan como jefas en burdeles, un paso hacia adelante que se ve como una especie de empoderamiento, de obtención de libertad. Hay personas indefensas y trabajadores desempleados arrestados por introducir a otros trabajadores como ellos dentro de las redes de tráfico de personas. Por supuesto, también hay sádicos que se complacen haciendo daño a los demás: esta es la pura verdad.

Para mí, el hecho de que muchos de los responsables de todo esto no sean más que gente normal es muy perturbador. Algunos lo hace a modo de supervivencia. Otros, como Paratapa, están envueltos en este tipo de actividades económicas por tradición familiar. Nacidos en la cúspide de las castas de India, los miembros de su familia han disfrutado de los privilegios por su propia condición durante generaciones. Por eso no es de extrañar que se opongan a los cambios.

Si las estimaciones de esclavitud moderna son correctas –actualmente hay 46 millones víctimas– no podemos simplemente esperar a que la ley y las detenciones terminen con el problema. Los enfoques más elaborados y viables de emancipación aparecerán según vayan surgiendo proveedores de fondos y políticos que comprendan los motivos y las mentalidades de este tipo de esclavistas.

La burda caricatura de este tipo de personas, vistas como “malvados villanos”, no ayuda en absoluto. Los culpables de la esclavitud moderna y del tráfico de personas son violadores de derechos humanos y de la propia ley. Pero acabar con esta práctica requiere reconocer que la esclavitud de nuestros días es un fenómeno complejo que existe en una amplia gama de contextos sociales, políticos y económicos.

Unos son brutales, amenazan y recurren a la violencia. Los reclutadores, facilitadores e intermediarios se encargan de encontrar víctimas que después serán explotadas. El tráfico sexual están impulsado por las personas que pagan para tener sexo, personas que son igualmente culpables.

Desafortunadamente, los que más se benefician de estas actividades, a menudo, no son capturados: los policías corruptos y las corporaciones sin escrúpulos con sucias cadenas de abastecimientos son ejemplos perfectos. También tienen parte de culpa los inversores que nunca se han preocupado sobre lo que hay detrás de sus fondos de inversión.

Para que todo esto cambie, no solo debemos terminar con la esclavitud en lugares como la granja de Paratapa sino también eliminar de nuestras inversiones cualquier cosa que tenga relación con esta práctica. Todo esto requiere un nuevo enfoque.

Un buen comienzo sería reconocer que, aunque muchos de los esclavistas deberían estar en la cárcel, algunos podrían ser reorientados hacia sectores de la economía en los que no se violen los derechos humanos.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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