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The Guardian en español

Con sus victorias en Washington, Alaska y Hawái, Bernie ha vuelto

El candidato en las primarias demócratas Bernie Sanders.

Lucia Graves

Sanders necesita ganar en grandes estados con amplias ventajas para tener posibilidades de hacerse con la candidatura demócrata, y este sábado en Washington hizo justo eso. En la que se puede decir que fue su mejor noche desde las primarias de New Hampshire, Sanders se dirigió a una multitud entusiasmada en Madison (Wisconsin) haciendo gala de las grandes banderas de su campaña, desde la reforma financiera en adelante. Hizo énfasis en que, finalmente, “tenemos una senda hacia la victoria”.

Su exitoso discurso de victoria llegó al final de una noche abrumadoramente positiva para Sanders. Sus victorias en los tres estados que tuvieron caucus demócratas –Hawái, Washington y Alaska– están al nivel de las de Barack Obama sobre Clinton en 2008. En cuanto a delegados, Washington es el quinto Estado más grande de los que quedan en el calendario de las primarias. El triunfo de Sanders por goleada ahí pone en un aprieto significativo a Clinton, en un momento en el que está intentando actuar como si estuviera en unas elecciones generales dirigiendo su fuego contra Donald Trump.

Las victorias de Sanders también erosionan la considerable ventaja en delegados de la exsecretaria de Estado, y preparan el escenario para las batallas de estados en los que el senador podría cambiar la situación de la favorita. El siguiente examen de ese tipo llegará el 5 de abril en Wisconsin, donde, a pesar de que Clinton está ligeramente por delante en las encuestas, el equipo de Sanders tiene esperanzas de lograr una derrota por sorpresa de la candidata. Después de todo, Sanders ganó con facilidad en los estados cercanos de Michigan –con gran sorpresa– y Minnesota. Wisconsin, en particular, con su reputación como una especie de cuna del movimiento obrero, juega un papel relevante en el fortalecimiento del candidato.

Y aunque, por supuesto, los triunfos de este sábado no constituyen un gran cambio radical en los números de las primarias –Sanders sigue necesitando más o menos el doble de delegados que Clinton para hacerse con la candidatura–, sí favorecen el argumento del senador de que el impulso está de su lado y de que aún podría hacer cambiar de opinión a los superdelegados (los altos cargos del partido que pueden votar a quien quieran) que están apoyando en masa a la exsecretaria de Estado.

El “impulso” de Sanders

“Sabíamos desde el primer día que íbamos a pasar momentos difíciles en el sur más profundo”, afirmó Sanders ante un público entusiasta en Wisconsin. “Es una zona conservadora de nuestro país. Pero sabíamos que las cosas mejorarían cuando nos acercáramos al oeste”, explicó, y manifestó la idea de que, como él dice, “nuestra campaña tiene ímpetu”.

Para elevar ese impulso, Sanders tiene intención de vencer a Clinton no solo en Wisconsin, sino también en Nueva York, el estado de acogida de la candidata y el lugar con el que cuenta el equipo de esta para poner fin a la racha de victorias occidentales del senador de Vermont. “Vamos a apostar fuerte por ese Estado”, dice el jefe de estrategia de Sanders, Tad Devine, en una conversación con The Washington Post.

El argumento del impulso, aunque da para un buen titular, no es tan convincente si se examina a fondo. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que a ese “ímpetu” que Sanders disfrutó tras su casi empate en Iowa y su triunfo en New Hampshire le siguió una derrota aplastante en Carolina del Sur. Y el de su sorprendente victoria en Michigan, tras mucha especulación sobre lo bueno que podía ser eso para sus perspectivas en otros lugares del medio oeste del país, precedió a una gran derrota en Ohio, por no hablar de los fracasos en Carolina del Norte, Florida y demás.

Incluso su importantísima victoria de anoche en Washington, aunque fue emocionante para sus seguidores y relevante mientras sigue justificando su decisión de seguir en la contienda en un momento en el que muchos en el partido están buscando la unidad contra Trump, también es reveladora de alguna manera. No hay duda de que su mensaje resuena en un estado en el que la manifiestamente progresista Seattle –con su salario mínimo de 15 dólares por hora y una concejala socialista, la única en Estados Unidos– marca el tono. Pero Washington también es abrumadoramente blanco y tiene un sistema de caucus, lo que implica una participación relativamente baja –es decir, antidemocrática–.

Esto también es un recordatorio de que los seguidores de Sanders tienen la pasión suficiente para dar la cara por él. Y esa es una diferencia clave que el candidato espera poner de relieve entre su campaña y la de Clinton: “una de nuestras candidaturas ha creado una cantidad enorme de entusiasmo y energía que llevará a una altísima participación electoral en noviembre”.

Sanders aún no puede decir que los números están de su lado, porque no lo están. Pero sí se puede argumentar que el entusiasmo sí lo está. Si el entusiasmo es contagioso –y el de Sanders da muestras de serlo–, el tiempo también puede estar de su lado. No es raro que siga intentando ganar tiempo.

Traducción de Jaime Sevilla

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