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Jo Cox: una vida tomando partido

Irene Milleiro, Marta Arias y Gonzalo Fanjul

Hacía tiempo que no nos veíamos. Tuvimos que seguir a distancia su fulgurante carrera política. Pero nos unían nuestros años de militancia en Oxfam, las cumbres maratonianas, las imprevisibles reuniones de lobby, las acciones vestidos de pasmarote frente a una compañía farmacéutica y las confidencias compartidas con cerveza en cualquier rincón del planeta. La figura menuda de Jo destacaba en medio del caos. Aún la estamos viendo sobre sus tacones imposibles, poniendo contra las cuerdas a algún funcionario de la Comisión o repartiendo datos como una metralleta frente una decena de periodistas.

Jo Cox vivió tomando partido. Posiblemente no se puede decir nada más cierto ni más importante de ella. En las ONG, en la política, en su vida entera, dejó claro de qué lado estaba: del lado de las víctimas. Del lado de quienes lo perdieron todo en Latinoamérica por la imposición de acuerdos comerciales injustos. Del lado de los enfermos africanos sin acceso a medicamentos esenciales. Del lado de las mujeres violadas y desplazadas en Sudán.

Pero cambiar las cosas desde el lado de las ONG no era suficiente para Jo. Y por eso se metió en política, para seguir luchando. Esta vez desde dentro, pero siempre del mismo lado. Del lado de los refugiados a los que Europa da la espalda. Del lado de los excluidos del distrito de Batley y Spen, por el que fue elegida diputada laborista en 2015. Siempre del lado de la decencia y del sentido común.

Sus últimos meses estuvieron dedicados a una batalla más urgente, la de evitar que el Reino Unido devuelva a Europa medio siglo atrás. Pero incluso en este tema con tantos matices la posición de Jo fue irreprochable: más allá de los argumentos económicos y el reproche cruzado de intereses, esta activista constructiva defendió quedarse sobre la base de la inteligencia compasiva. Uno de sus últimos escritos –publicado hace solo una semana– ofrecía al debate migratorio británico lo que necesita de forma desesperada: hechos, serenidad y reconocimiento a la contribución, por ejemplo, “de los maravillosos doctores y enfermeros extranjeros que ayudan a sostener nuestro sistema de salud”.

Cuando todavía no están claras las razones de su miserable asesinato, nos gustaría transmitir a todo el mundo que la vida de Jo tuvo mucho sentido. Ella representó lo mejor de nosotros mismos, aspiró a una sociedad más justa y peleó por ella con todas sus fuerzas. Por eso siempre le estaremos agradecidos. Su muerte solo fortalece esta lucha. Todos los que la quisimos nos sentimos hoy muy cerca de su marido Brendan y de sus hijos. Descanse en paz, en la paz que ella defendió toda su vida.

(*) Los autores fueron durante años compañeros de Jo Cox en los equipos de campañas de Oxfam.

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