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La otra herencia recibida

Rajoy resta relevancia a su ausencia en el último acto de Aznar: "Mi relación con el expresidente es muy buena"

Isaac Rosa

Tanto quejarse Rajoy de la herencia recibida de Zapatero, cuando la que de verdad le aplasta desde hace años es otra herencia también recibida y más ineludible que aquella: la herencia dejada por Aznar, el PP aznarista que diez años después sigue dándole disgustos.

Primero en la oposición, y ahora en el gobierno, Rajoy lleva años aguantando desplantes del ex presidente y su gente. No solo eso: todo aquello que más ha dañado al PP ante sus votantes forma parte del mismo fardo, la herencia aznarista recibida.

Empezando por el propio Aznar y su rencor una y otra vez ladrado por las esquinas; continuando por su inepta señora, que al frente del ayuntamiento conseguirá que el PP pierda la alcaldía tras más de veinte años; y siguiendo por los restos de la corte aznarista que, aunque ya fuera de la primera línea, siguen molestando lo suyo, como Esperanza Aguirre o el ahora apartado Mayor Oreja. Los versos sueltos, los nostálgicos, los guardianes de las esencias, la incontrolable FAES, o la extrema derecha que hasta ahora se sentía en casa: todos ellos quedaron tras la marcha del líder, y han sido siempre más leales al ex presidente que a Rajoy.

Herencia recibida son también la política antiterrorista, la relación con una parte de las víctimas de ETA, la paranoia post 11M, o el discurso monolítico hacia Cataluña. Es cierto que Rajoy no se ha esforzado demasiado por cambiar el paso, pero no sabemos si por convicción total o además por miedo a que, como le ocurre ahora, en cuanto afloja un poco le muerden los suyos, o se le marchan de un portazo y le montan un partido a la derecha de la derecha de la derecha.

Al legado de Aznar habría que apuntar también buena parte de la corrupción que hoy enfanga el partido, desde Bárcenas y las cuentas en B, a la Gürtel retratada en el álbum de boda de los Aznar-Botella, pasando por los escándalos autonómicos y locales que han estallado ahora pero que se incubaron muchos años atrás. No sabemos si de verdad Rajoy quiso romper con esas prácticas cuando tomó las riendas del partido, como sostiene la versión Cospedal: pero a él le ha tocado comerse todos los marrones y sapos, aunque se los encontrase en el cajón al llegar al despacho presidencial de Génova.

Por último, a Aznar también puede agradecer Rajoy el “fuego amigo” de aquellos medios y periodistas que, siendo de derechas, llevan años fustigando a Rajoy por débil, y comparando una y otra vez su flojeza con la entereza rocosa de Aznar. El primero, este Pedro J. Ramírez que ahora Rajoy se ha quitado de encima, y que, pese a lo escandaloso de que un gobierno maniobre para controlar un medio crítico, pocas razones tiene para presentarse como un mártir de la libertad de expresión.

Incluso buena parte de la herencia que Rajoy adjudica a Zapatero, la de los problemas económicos, habría también que repartirla con los gobiernos de Aznar, que tanto hicieron por inflar la burbuja de ladrillo, vender recursos públicos que hoy nos vendrían de perlas, consentir el despelote en las cajas de ahorro (con su amigo Blesa a la cabeza), y dejar el país desguarnecido para cuando llegasen los malos tiempos.

Dicen que ahora por fin, con la salida de algunos ex populares hacia el nuevo partido Vox, el desplante ruidoso de Aznar, y el alejamiento de una parte de las víctimas, es cuando Rajoy rompe de verdad con el pasado y podrá caminar algo más ligero, sin sentirse aplastado por la herencia recibida.

Pero claro, el drama de Rajoy es que poco puede quejarse de la herencia recibida, y nunca terminará de alejarse del todo, porque él mismo es parte de esa herencia recibida.

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