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Buscando desesperadamente soluciones a una política terminal

Rosa María Artal

Todo lo que está vivo se mueve hoy. Existen numerosos grupos formando plataformas –con o sin partido adjunto- para activarse en política y poner remedio al caos que vivimos. Imaginemos que en la mayoría es ésa la intención. Los únicos que no parecen enterarse en toda su profundidad de lo que sucede son las grandes formaciones tradicionales, pese a que ellas también registran sacudidas, en algunos casos se diría que solo son estertores. Todo empieza a recordar a la Transición aunque en circunstancias tan distintas que no cabe aplicar ni los mismos métodos, ni siquiera la denominación.

Más de setenta candidaturas se presentaron a las elecciones del 15 de Junio de 1977, las primeras en 41 años desde las celebradas en la República. De ellas obtuvieron representación 12 y apenas la mitad consiguió capacidad de maniobra. La crisis, tan desastrosamente conducida por la UE -junto a las peculiaridades de España-, ha puesto en cuestión la política tal como la hemos conocido, al punto de pensar que “No nos representan”. El 15M decantó ese sentimiento, esa razón.

Europa muestra similar rechazo, revitalizando fascismos o buscando salidas aglutinadoras de la izquierda social como la Syriza griega. “No mojarse” y no tener peso ni programa lleva al batacazo en la siguiente confrontación electoral como le ha sucedido al grupo de Beppe Grillo en Italia. Se busca efectividad. El momento es crítico.

En nuestro país, el PP en el poder, con mayoría absoluta, dominando las políticas locales y mayoritario también en el Parlamento europeo, muestra una descomposición que no se correspondería con su éxito electoral. En su vieja escuela, el PP es capaz de acuchillarse por las esquinas sin perder la expresión imperturbable pero asiste a un desgaste de votos y hasta el menos avispado sabe que no le esperan futuros muy halagüeños. Las maniobras para desplazar a Mariano Rajoy tienden a derechizar más aún si cabe el partido. Todavía es posible lograr mayor involución y despropósito.

El PSOE, en caída libre, anda sumido en el desconcierto. Paga sus múltiples errores, pasados y actuales. Tampoco se entera de lo que piensa la sociedad, confía en los habituales desgastes del contrario, y anda viendo quién “gusta más” al personal, según las encuestas. La lentitud con la que adopta sus cambios, logra quemar candidatos antes casi de que hayan abierto la boca.

UPyD se beneficia del supuesto fin del bipartidismo (aún por ver de forma inmediata), comandando por una socialista que vio frustradas sus ansias de poder en un gran partido y apoyada por una amalgama en la que solo parece existir de argamasa el populismo y el ultranacionalismo español. Sus expectativas de voto no apuntan a mayoría.

IU presenta signos de reactivación notable, a través de figuras emergentes y no contaminadas. Y se mueve, dice, para abrirse a la sociedad. En espera de si esa tendencia se confirma, tampoco despierta ahora masivas intenciones de voto, aunque hayan crecido. Como al resto de las formaciones, les afecta el desencanto social hacia la política.

A EQUO menos como partido nuevo. En progresivo despegue, le resta potencia la ley D´Hontd y la rigidez de las normas electorales en su aplicación mediática a través de “cupos” que restringe su voz.

Los nacionalismos están siendo igualmente un hervidero. En realidad, toda España lo es, se multiplican las conversaciones. Eso sí recuerda a la Transición como vemos. Entre otras muchas, nos presentan una plataforma -Foro +Democracia- que une a los ex ministros Jordi Sevilla (PSOE) y Josep Piqué (PP). Y en la que se encuentran gente tan dispar como la filósofa Adela Cortina y el periodista José Antonio Zarzalejos. Reúne a casi 150 intelectuales, exdirigentes políticos o profesionales como Fernando Vallespín, José Antonio Gómez Yáñez o Manuel Villoria. Otra se articula en torno a los economistas ultraliberales de FEDEA con César Molina, y además Elisa de la Nuez y Luis Garicano. Nombres de mucho peso como Manuel Conthe, Fernando Savater, Ignacio Camuñas, Antonio Muñoz Molina, Andrés Trapiello o Santos Juliá son algunos de los primeros firmantes de su manifiesto “Por una nueva ley de partidos”. Todos ellos buscan sobre todo una regeneración institucional.

Hay muchos más movimientos. Baltasar Garzón, Federico Mayor Zaragoza o Julio Anguita son buscados como tablas salvadoras y participan en conversaciones, aunque sin querer figurar en una candidatura. Al menos por el momento. Más que a nadie se persigue a Ada Colau como el ideal a conseguir. Ella declaró que no descarta la participación electoral… tras un proceso robusto. Muchos más nombres suenan en el baile, despertando los tradicionales resquemores tajantes de la izquierda: Si está éste, yo no estoy.

Entretanto al 15M le brotan grupúsculos al calor de su marca –y más que saldrán-, siendo la más jaleada por los medios la que apunta a un radicalismo… de derechas. Una oportunidad de los gerentes del sistema para mantener todo como está, en el bipartidismo. La mayoría de quienes han permanecido fieles al movimiento y trabajando en proyectos se decantan más por seguir cambiando la sociedad desde abajo. El proceso robusto al que se refiere Ada Colau.

Todos los proyectos elaboran estrategias, la mayoría bastante razonables, que chocan con el cómo llevarlas a cabo, cómo romper la inercia. De un lado, grandes sectores de la sociedad no quieren ni oír hablar de cualquier político que haya tenido algún papel en el desastre, por acción u omisión. Solo admiten un cambio drástico, otra política. Pero, sobre todo, existe una masa aletargada que parece esperar que escampe el temporal y hay muchos que con tal de que les den una solución mascada votarían lo que fuera, presente o futuro. Ahí es donde reside el obstáculo: saber de qué forma pueden motivarse unos y otros porque en ese punto está la llave del cambio democrático.

Un deterioro que provoca tanta búsqueda de alternativas es muy significativo. Indica que el actual sistema se encuentra en fase terminal. Algo está cambiando porque algo hay que hacer. Tampoco se dispone de tiempo ya para demoras, sino para trabajos simultáneos en todas las direcciones que sean efectivas. Se precisan cambios profundos. Y a eso se tiende. Sin consenso. Pero la ciudadanía y el momento vital son completamente diferentes a los de la Transición. Algo se mueve. Qué emerja. A ser posible, limpio y buscando el bien común.

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