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El Gobierno de Rajoy y quienes nos escriben la historia

Sánchez, defenestrado, denuncia presiones. Rajoy es presidente del gobierno gracias al PSOE.

Rosa María Artal

El 20 de septiembre prácticamente todos los informativos españoles se volcaron en contar un intercambio de tweets entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, los principales dirigentes de Podemos. La mayoría, como la televisión pública estatal, TVE, abrieron con ellos su telediario o lo llevaron a sus portadas. Consideraron de trascendental importancia que dos líderes políticos mantuvieran públicamente una divergencia de estrategias en una red social en apenas media docena de frases. 

El tratamiento mediático contrasta con el dispensado a la entrevista que, el domingo Jordi Évole realizó en su programa Salvados (La Sexta) a Pedro Sánchez, el exsecretario general del PSOE defenestrado por una mayoría del Comité Federal. La primera, tras entregar su acta de diputado. Sus declaraciones fueron de gran envergadura: acusó a los poderes financieros y al Grupo Prisa de haberle presionado para evitar un gobierno alternativo y para mantener a Rajoy. Los medios convencionales han optado por el ninguneo o por realzar la crítica del nuevo PSOE que se muestra indignadísimo con Sánchez Castejón. El País ha esperado hasta la noche del martes para lanzar su esperado editorial contra Sánchez.  Aquel “insensato sin escrúpulos” -que llegó a soliviantar a numerosos suscriptores- ha pasado a ser alguien con “completa ausencia de cultura democrática”, a quien acusan de “querer torcer o manipular sus posiciones editoriales”, como se hace “en los regímenes autoritarios”.  Así se escribe la historia que se ha desarrollado ante nuestros ojos. 

La noticia que brindó Sánchez en la entrevista es de apertura, que a nadie le quepa duda. La presión de poderes que no se presentan a las elecciones para alterar su resultado, que Sánchez atribuye a nombres concretos, es de parar las rotativas y de activar la maquinaria de la Justicia. Aunque los sobradamente informados digan displicentes que es un secreto a voces, nada tiene de anécdota. Por primera vez un dirigente del PSOE –exdirigente cuando habla– denuncia injerencias de los poderes económicos y mediáticos.  Lo cierto es que el PSOE actual ha hecho exactamente lo que denuncia Sánchez que le pidieron a él: evitar un gobierno progresista y sentar de nuevo a Rajoy en la Moncloa. Y que Rajoy es el presidente de nuevo gracias a la abstención del PSOE resulta incuestionable. Está ahí. Por 4 años si se cumplen los plazos. Quienes mandan actualmente en el PSOE deberían preguntarse por qué sólo se comprenden entre ellos, y la derecha y los medios afines.

Ahora toca desactivar la grave denuncia del exsecretario general del PSOE y se multiplican los medios. Los errores de Sánchez no justificarían el hecho, por mucho que se empeñen. No son admisibles las presiones, sea quien sea el afectado. Ni se puede asumir como normal y sabido. Si fuera tan fácil denunciar coacciones ¿por qué han callado tantos? ¿Qué nos dicen los resultados? Que Rajoy es presidente del Gobierno, tras una estentórea cabriola en el PSOE. ¿Y los métodos? Quedan para la memoria declaraciones varias y editoriales como puñales desde que Sánchez empezó a desmandarse del mandato del Comité Federal en diciembre tras las primeras elecciones: Podemos y nacionalistas no. Al punto de ver al director de El País Antonio Caño enviando cartas a los subscriptores dados de baja por disconformidad con la línea editorial y que él atribuyó a su propia vehemencia. En el último editorial, han pasado a una fogosa virulencia.

Cuando este lunes Mariano Rajoy juró su cargo algún medio resaltó el alivio experimentado entre los presentes por haber concluido la larga interinidad. Todo eran parabienes. Se pasaba de dar la noticia de cualquiera de los múltiples latrocinios de miembros del PP en su paso por los tribunales a especular con las listas de ministrables. A otra cosa mariposa y aquí no ha pasado nada. Cuando ha pasado y mucho. Y lo que ha de llegar. 

Rajoy ha vuelto a subir a los altares por sus supuestas habilidades personales.  Los medios ensalzan al gallego resistente que, sin hacer nada, sigue en el Gobierno mientras decaen sus oponentes. A veces bastan movimientos mínimos para que otros sacudan el dedo y el puño. A estas alturas no es ya que se aferre a la roca y “resista”, es cómo ha establecido las redes para que el engranaje funcione por sí solo. Esto también forma parte de la estrategia del percebe, que resultó premonitoria. Y de partidos y organizaciones volcadas en sus propios intereses sin reparar en métodos.  

No es legendaria la resistencia de Rajoy. Lo realmente legendario, por comparación, son las ayudas de las que ha dispuesto. De pasar a la historia. A la real, no a la que cuentan sus hagiógrafos. Quién nos iba a decir que, pese a tantas alabanzas a su gestión, a la benevolencia con la que han sido tratados sus desmanes, Rajoy se quedaría sin mayoría para gobernar y surgiría al final la oportuna abstención del PSOE por el  chapucero método que se ha producido. Qué gran casualidad, ni al percebe le llegaba con más atino la comida a la boca.

¿Quién puede enfrentarse a esa poderosa maquinaria?

¿Qué está pasando en España para que el sinuoso Luis María Ansón publique una columna en El Mundo insinuando que el CNI tiene informes inculpatorios sobre Pablo Iglesias y que no se harán públicos si el líder de Podemos “se integra en el sistema”? ¿Son inculpatorios o es una coacción? ¿Es cierto o cosecha de Ansón a la que El Mundo da cancha?

La entrevista de Jordi Évole a Pedro Sánchez fue récord de audiencia superando incluso a banalidades de gran tirón con las que competía: tres millones y medio de personas lo vieron. Un 20% del share. Pero cada uno de esos telediarios que versionan a placer los hechos, cuenta con una media de dos millones y actúan a diario. El 70% de los ciudadanos dice informarse por televisión y es ahí donde reside el filón más amplio y sutil de influencia.

Durante muchos años la manipulación radicaba en contar solo una versión de los hechos, la que convenía al poder. Luego se pasó a dos para confrontar  puntos de vista, aparentemente. Le llamaban objetividad. El PP inventó el “Modelo Arenas”, que consistía en poner detrás de Zapatero al dirigente andaluz a rebatir cualquier cosa que el socialista dijera y quedar con la última palabra. La técnica de la manipulación se ha perfeccionado ahora con las tertulias. Aún con diferentes matices y nivel de daños, llenan la programación de la mañana a la noche. 

Esas pantallas partidas en las que ves a un periodista a un lado y a un agitador vendiendo lo que siempre vende, o disparando contra lo que siempre dispara.  Para ver si consigue cambios de opinión ante noticias que afectan gravemente a la audiencia. Así se desactiva en lo posible, en lo que cada uno se deja, la conciencia crítica. La realidad interpretada por televisión, prensa y radio. Guionizada y dramatizada.

No ocurre únicamente en España, por supuesto, aunque aquí se añada la proverbial tolerancia de una parte de la sociedad a la corrupción. La periodista Soledad Gallego-Díaz escribía hace semanas de la política posverdad, sobre las mentiras impunes de los políticos. Concepto de moda, nacido en EEUU y que ha sido tomado desde distintos ángulos. Algo llamaba poderosamente la atención y no se ha destacado: “The New York Times ha renunciado al famoso principio periodístico de dar dos versiones enfrentadas y equivalentes. Por primera vez, el diario tituló el otro día en primera página que Trump era un mentiroso”. El periodismo auténtico ha de empezar a contar quién miente, basándose en hechos y evidencias. 

Quienes nos escriben la historia hablando de responsabilidad, seriedad, estabilidad, éxito, sistema... quienes eximen y cargan culpas y desdibujan la verdad, quienes señalan lo accesorio para provocar ofensa y reacción y atenúan lo verdaderamente importante verán el día el que a muchos millones más de los ya lo hacen, les dará por cotejar sus relatos con la verdad que viven. Aviados vamos en caso contrario.

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