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¿Por qué casi nadie quiere pagar por el periodismo en Internet?

Nuevo Periodismo

Andreu Casero-Ripollés

Sólo un 10% de los lectores de diarios digitales están dispuestos a pagar por consumir información, según diversos estudios. Unos datos que indican que el valor económico de la información periodística se está deteriorando. Este fenómeno afecta tanto a las bases industriales como a las funciones sociales y democráticas del periodismo. Y, sobre todo, pone en duda su supervivencia misma a medio plazo. Es un panorama complejo en que se entrecruzan múltiples causas, diversas consecuencias y miles posibles soluciones, ninguna de ellas infalible. Una situación que revela la encrucijada en la que vive el periodismo y de la que depende, en buena parte, su futuro.

Las causas de la pérdida de valor de la información periodística pueden resumirse en tres grandes factores. El primero tiene que ver la elevada oferta de información disponible en Internet. Vivimos en medio de una auténtica sobreproducción, de una inundación de informaciones de fácil acceso, a un sólo clic. Eso sí, no hay que confundir cantidad con calidad: predomina la información estandarizada y el corta y pega que genera noticias poco elaboradas. Algo que está relacionado con la aparición de un lector cada vez menos exigente que se conforma con repaso rápido de los titulares como si practicara surf informativo. En la última década, pese a que el consumo diario de medios en España ha subido 59,6 minutos, los diarios han visto como su lectura se reducía 3,6 minutos. En 2013, los ciudadanos dedicaban únicamente 12,3 minutos al día a la lectura de periódicos frente a los 110,9 de la radio o los 243,1 de la televisión, según datos de EGM. La calidad, asociada a la interpretación y la profundidad, es cada vez menos valorada por amplias capas del público, según diversos estudios como el publicado por Pablo Boczkowski. Con los datos básicos basta para muchos lectores.

La segunda causa hay que buscarla en la baja credibilidad de los medios de comunicación convencionales (prensa, radio y televisión). En marzo de 2013, los ciudadanos españoles les atribuían una confianza de 5.16 en una escala sobre 10 (CIS, estudio 2981). La aguda politización unida a la descarada defensa de sus intereses corporativos y empresariales, orientados a conseguir el máximo beneficio económico a toda costa, han sido el caldo de cultivo que ha creado unas audiencias insatisfechas. Éstas ven como los medios están desconectados de sus preocupaciones, prioridades y problemas. Constatan que la agenda mediática se ha alejado de la vida cotidiana de las personas, ha dejado de pisar la calle. De hecho, según el Informe de la profesión periodística 2011, el grado de politización atribuido por los ciudadanos españoles al periodismo era de 7,5 sobre 10. Una dinámica que ha conducido a los medios, en una espiral perversa, a abandonar la protección del interés público y a perder de vista que su primera lealtad tiene que ser con la ciudadanía y no con la clase política o con su cuenta de resultados.

La tercera causa es la ausencia de un modelo de negocio adaptado al entorno digital. Pese a que la presencia de medios de comunicación en Internet es muy numerosa, las empresas periodísticas todavía no han definido una estrategia clara respecto a cómo rentabilizarla. Eso provoca que no sepan muy bien hacia dónde dirigir sus esfuerzos: ¿establecer muros de pago?, ¿apostar por la gratuidad?, ¿experimentar con formulas mixtas? Esta falta de estrategia se debe a la mala gestión empresarial que ha predominado en el periodismo. La industria, acentuando sus perfiles conservadores y cortoplacistas, desaprovechó el ciclo económico expansivo, previo a la actual crisis, para invertir en investigación y para ensayar modelos innovadores en el contexto digital. La prioridad era conseguir un beneficio financiero inmediato sin preocuparse por el futuro. Una dinámica que ha conducido a una grave situación en el periodismo español: la pérdida de un 85% del EBITDA de los diarios, la destrucción de más de 11.000 empleos de periodistas, y el cierre de 284 medios desde 2008. La inexistencia de un modelo de negocio digital ha hecho que la industria del periodismo en España asista a esta dantesco escenario sin capacidad de respuesta.

Los efectos de la pérdida de valor de la información periodística se ramifican en diversas direcciones. Desde las repercusiones sobre el producto periodístico hasta las derivaciones sociales y democráticas. Las primeras nos sitúan ante el predominio de unas noticias low cost, con una escasa o nula elaboración periodística, repetitivas y poco relevantes para el público. Entre otras cosas porqué ahora se realiza el trabajo periodístico con muchos menos recursos humanos y económicos tras la oleada de despidos que ha generado la crisis. Algo que aleja al público de cualquier tentación de pagar por el consumo de esa información que, además, está disponible por doquier.

Otra consecuencia tiene que ver con la fragilidad de las empresas periodísticas. Si a la crisis del sector sumamos la pérdida de valor de su producto, la supervivencia del periodismo como negocio, en términos económicos, peligra. Algo que también supone una amenaza potencial a la independencia de los medios.

No sólo las empresas se debilitan, sino que otra consecuencia puede redundar en el deterioro de las condicionales laborales de los periodistas. Si su producto, las noticias, no tiene valor, cualquiera puede fabricarlo. Un escenario que puede conducir al aumento de la precariedad (menos empleos y menores salarios) y al intrusismo profesional.

Sin un modelo de negocio viable en el escenario digital, el periodismo difícilmente podrá cumplir con sus cometidos y realizar su aportación a la democracia. Su capacidad para proveer las bases para el debate público y la participación política de los ciudadanos, fiscalizar al poder político y económico, estructurar el conocimiento público de la realidad social, crear la agenda pública e impulsar la formación de las opiniones, entre otras, pueden verse seriamente comprometidas generando efectos negativos.

Las soluciones posibles a este crudo escenario no son fáciles. Una de las principales pasa por que la prensa digital encuentre, y explote, el valor añadido que puede aportar. Esto se puede concretar, por un lado, en una apuesta por la exclusividad, ofreciendo noticias que nadie tenga, y, por otra, subrayando los perfiles de servicio de la información periodística. Esto último supone elaborar informaciones que el público perciba que tienen una utilidad directa.

La segunda solución pasa por volver a la calle y situar a la audiencia como prioridad del trabajo periodístico. Eso exige un cambio de mentalidad a la profesión y a las empresas informativas y se concreta en dos aspectos. Primero, orientar la agenda temática del periodismo hacia las preocupaciones de los ciudadanos. Es decir convertir en noticia aquello que a la gente le inquieta, le interesa o le afecta y no solamente aquello decidido por los centros de poder o los ocupantes de los despachos oficiales.

Segundo, el periodismo debe integrar al público dentro de su actividad y cederle parte del poder y el protagonismo del que había carecido. Debe relacionarse abiertamente con los ciudadanos y escucharlos, dejando de considerarlos destinatarios pasivos de sus noticias. Debe incorporar su voz a las noticias, mediante los mecanismos del periodismo ciudadano, y establecer un diálogo fructífero con ellos para mejorar el contenido de las informaciones y la calidad del servicio público que presta.

Finalmente, otro posible camino de futuro para el periodismo es explorar nuevas formas y modelos de negocio. Las empresas periodísticas convencionales están abocadas a reinventarse y a una profunda reestructuración. Pero, además, están proliferando nuevas fórmulas para el ejercicio profesional fuera del formato tradicional: cooperativas, medios unipersonales, crowdfunding, medios non-profit, lectores accionistas, etc. La emprendeduría, que está empezando a brotar, debería proliferar y llevar a los periodistas a convertirse en sus propios empresarios, lanzando nuevos medios y productos informativos innovadores.

Paradójicamente, con Internet el consumo de información está creciendo, pero las empresas periodísticas no están siendo capaces de aprovechar este incremento en términos de negocio. Eso demuestra que la gente sigue queriendo noticias y sigue interesada por el periodismo, pero no por sus actuales productos. Sin un cambio en profundidad de sus bases, prácticas y objetivos, el periodismo irá perdiendo valor irremisiblemente y su relevancia social se irá difuminando hasta desaparecer, prestando un flaco favor a la democracia.

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