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“El humor es una forma de enfrentarse a la realidad, una trinchera, porque la corrección política es muy peligrosa”

Alba Carballal

Javier Ramajo

En su perfil de Twitter perdió sus gafas y, si fuera verdad, ahora luce unas llenas de letras y palabras como las que llenan, ordenadas, las páginas de su ópera prima, 'Tres maneras de inducir un coma' (Seix Barral). Pudorosa ante las primeras alabanzas recibidas, incluso por uno de sus referentes, Eduardo Mendoza, esta joven arquitecta de 26 años nacida en Lugo plasma la precisión que requiere la materia que estudió en Madrid en un ámbito, el literario, que pudiera convertirse en su oficio.

Alba Carballal parió su primera obra en Córdoba durante una beca de residencia literaria en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores. Humilde pero con la seguridad de quien tiene las herramientas, ilusión tampoco le falta para alcanzar “cualquier forma del amor y de la risa”. Si no, no se entendería que su novela esté llena de humor contando, como cuenta, las andanzas de unos outsiders, o que defienda al tiempo la cobardía, el humor libre y, ante todo, el humor en la literatura. “¡Como si lo serio fuese el drama!”, protesta.

¿Cree que su novela es tan original como dicen?

Algo de eso hay, aunque parta mucho de la imitación, para aprender técnicas narrativas y cómo hacer las cosas. Suelo destripar las obras que leo y las utilizo vilmente para mis propósitos, a través de estas operaciones como de amalgama, de pastiche, de perversión de ciertos cánones o de cierto desapego por la forma tradicional. Por eso surge una cosa bastante diferente a la que quizás estemos acostumbrados. Yo además lo explicito a través de la forma de la novela, de la estructura, de las citas que utilizo.

¿Ese podría ser su sello?

A pesar de que creo que es muy fácil rastrear mis referentes, explícitamente porque pongo muchas citas a lo largo de la novela e implícitamente en el texto, como Eduardo Mendoza, Pedro Almodóvar, John Kennedy Toole o Woody Allen; a la vez hay una forma de hacer que al menos intenta ser propia.

¿En qué género clasificaría 'Tres maneras de inducir un coma'?

Esto me cuesta mucho porque parto de una estructura que sale de la tradición picaresca española, que es muy fructífera, pero la pervierto de tal manera que creo al final es una cosa bastante rara. Hay elementos de policíaca, de noir clásico, de comedia negra, de humor, humor negro también, sátira política. Pero también es una novela muy dramática. Más que dramática, es triste. Hay un poso de melancolía, de soledad, que queda cuando la terminas. O al menos eso me ha contado la gente que la ha leído. Te diviertes leyéndola pero cuando acabas piensas que igual no es tan divertida.

Su protagonista no ha sido un tipo con suerte en la vida, ¿no?

Todos los personajes son un poco perdedores a su manera. Son outsiders, están un poco al margen. Pero en el fondo no me interesa tanto esa figura, a la que se ha recurrido tanto y que es interesante, como justo la contraria, la de personajes perfectamente adaptados pero a un mundo enfermo, hostil, a una sociedad que es desagradable, que les avoca a estar solos, a estar tristes, a estar perdidos, y sin embargo se adaptan a ello y se conforman con eso. Es el superadaptado, el personaje ultraadaptado.

¿Cree que hay muchos de esos en la sociedad actual?

Sí. Hay excepciones, pero vivimos en un mundo en el que parece que estamos más conectados que nunca pero en el fondo estamos solos, muy aislados. Tenemos dificultades para crear lazos profundos. Hay muchas veces falta de afecto, porque el afecto requiere tiempo. Vivimos en un mundo en el que hay muchos fanatismos que, por su propia naturaleza, se llevan mal con el placer, con cualquier forma del amor y de la risa. No hay placer en algo rígido, duro, frío. Las cosas interesantes de la vida casi siempre están en los resquicios. Y a veces parece que en este mundo de blancos y negros nos olvidamos de buscar en los resquicios. Decía Emil Cioran aquella cosa tan bonita de que solo tiene convicciones aquel que no ha profundizado en nada.

¿Representa ese personaje, Federico, a un gran número de personas de mediana edad en España?

Creo que hay más gente sin futuro en mi generación, pero me interesaba que tuviese esta edad. Es un personaje que no ha tenido futuro nunca. Fue a la Universidad pero a partir de ahí siempre le fue mal. Es verdad que a mucha gente de su generación le ha ido muy bien, pero a él no. Buscaba un personaje que ya estuviese un poco de vuelta de todo, más desencantado. A los 26 años, aunque todo vaya mal y la realidad te esté dando bofetadas todos los días, sigues pensando que en algún momento todo va a ir para arriba. A los 40, si llevas quince años en el fango, ya igual solo te queda volverte un cínico y aceptar un poco lo que venga.

¿Cómo es que le dio por escribir a una arquitecta como usted?

Hice la carrera de Arquitectura en Madrid pero no son incompatibles ambas cosas. Yo he escrito siempre y siempre ha habido escritores que han hecho de todo. Estuve trabajando de redactora en una revista especializada. He aprendido muchas cosas de la carrera que son aplicables a la literatura, por ejemplo en materia de hacer una estructura muy fuerte. Esta novela es muy urbana, hay muchos recorridos por la ciudad de Madrid y existe también esa visión arquitectónica, urbanística casi. Esa idea de Antonio Gala de 'fecundación cruzada' que lleva a cabo tanto en su fundación no es más que la capacidad de encontrar algo útil para ti en otras disciplinas. De todo se aprende y todo ello acaba conformando el campo de cultivo adecuado para que tu obra funcione mejor.

¿Cómo fue su experiencia andaluza?

Estuve un año viviendo en Córdoba, donde fui muy feliz. La fundación es un lugar que me gusta reivindicar siempre que puedo porque no hay lugares en España que den oportunidades como esta a creadores tan jóvenes. De los 18 a 25 años es un estadio de tu producción en el que aún no sabes nada de la vida. Yo acababa de terminar la carrera, tenía un proyecto, no había escrito ningún libro. Es un empujón enorme. Es superinteresante estar conviviendo con 14 creadores durante un año, pero además aprendes ciertas cosas que son muy importantes para el oficio, porque empiezas a darte cuenta de verdad de qué es un agente literario, un editor, etc. Cosas más prosaicas, más de intendencia, por así decirlo, pero que hace falta conocer también. A mí me parece un sitio estupendo.

¿Cómo animarías a jóvenes como tú a aventurarse en una carrera literaria?

Muchas veces, quizás por ciertos fenómenos o estandartes que se erigen en portavoces de la generación, se dice que la gente joven escribe mal. Y creo que hay gente muy buena y muy joven escribiendo hoy en día. La fundación es una gran cantera de gente estupenda, que escribe muy bien. Y ahí están Ben Clark, Javier Vicedo o Cristina Morales que acaba de ganar el Herralde, o Aixa de la Cruz. Yo he tenido mucha suerte: me han cogido a la primera en la editorial que ha forjado mi vocación sentimental, en la que yo siempre habría querido estar.

¿El mensaje es de optimismo para los nuevos creadores?

No te puedo hablar desde el pesimismo porque sería una postura falsa. No tengo nada de qué quejarme. Estoy feliz de la vida de estar aquí. De ahí a poder ganarse la vida con la literatura es otra cosa, pero a los jóvenes que tengan esa vocación les diría que traten de cultivar y que busquen oportunidades porque las hay. Hay fundaciones, hay becas. La vocación siempre se abre paso. Si hay una persona que realmente tiene esa pulsión por escribir, al final lo acabas soltando de alguna u otra manera.

Y su primera novela, ¿cómo la recomendaría?

Creo que pueden pasar un buen rato con ella. Tampoco creo que haya que tener grandes expectativas de una obra intelectual o algo así. Es una novela escrita con cariño, con amor, muy mimada en el lenguaje. Creo que es divertida y que puede plantear algunas preguntas. Con eso me conformo, con que el que salga de ello no salga ileso y de algún modo le haga pensar en algunas cosas.

¿Qué tipo de cosas?

De algún modo es una reflexión sobre la importancia del dinero en el mundo actual, por ejemplo, o de la decadencia de ciertas ideologías, sobre el humor. Porque es una novela humorística y hay también una reflexión velada sobre el humor. La novela da pie en pensar en varios temas. No doy ninguna respuesta pero con que se planteen algunas preguntas me voy conformando de momento.

Tiempos algo convulsos para el humor en estos tiempos de redes sociales ¿no cree?

Las redes lo que han hecho ha sido difuminar el contexto. Antes, tú hacías una broma y había un código que hacía que toda la gente que estaba a tú alrededor la interpretara según esos códigos. No es lo mismo que un político de Vox haga un chiste machista a que lo haga una mujer feminista en una asamblea del 15M. El contexto es una de las partes de la comunicación que definen el contenido, pero en las redes sociales el contexto desaparece. Y además desaparece para siempre, porque se queda ahí y luego lo recuperan tres años más tarde y no estabas hablando de eso. El humor es una forma de enfrentarse a la realidad, una trinchera, porque la corrección política es muy peligrosa.

¿Hay que ser valiente ahora para hacer según qué chiste?

No hablaría de valentía, porque valientes son los escritores que huyen de una guerra y que aún así escriben lo que les da la gana. Yo no soy una escritora valiente. De hecho soy muy cobarde y además reivindico mucho la cobardía porque es una cosa muy valiosa. Hay que tener la dignidad o la decencia de decir lo que quieres decir. Es tan sencillo como eso, sea humor o no, y la corrección política está haciendo mucho daño y está bajando la calidad intelectual de los discursos políticos y de los discursos artísticos o literarios. Yo intento despegarme de eso también. A lo mejor me meto en algún jardín, pero bueno, ya saldré.

El humor muchas veces es vanguardia y nos olvidamos de eso. El humor va por delante de los datos, de las estadísticas, porque es una intuición. Muchas veces es un termómetro muy bueno de las cosas que están por venir. Pero eso si es libre. Si no es libre, no tiene ningún valor.

¿Más novelista que cómica?

Hablando el otro día con Darío Adanti le decía que no sabía si yo era novelista o no pero lo que soy seguramente es cómica. Reivindico mucho la comedia porque, además, es una manifestación de la inteligencia. ¿Por qué denostarla de esa manera? ¿Por qué siempre tomarla como un género menor? Ahora hay un poco una revitalización y está volviendo a un humor un poco más político, más inteligente, que desapareció en un momento dado. Pero en este país, con la espectacular tradición de literatura humorística, que desde el Quijote tirando del hilo llegas a Eduardo Mendoza... sin embargo lo dejamos como en un segundo plano. ¡Como si lo serio fuese el drama! Divertido es lo contrario de aburrido, no de serio. Hay muchas obras literarias muy serias y muy importantes hechas desde el humor. Vamos a tratar de no ser tan obtusos como para no pensar que una cosa escrita en clave de humor no es más que un divertimento sin ningún tipo de contenido porque creo que no es verdad.

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