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La imagen que abrió los ojos a la tragedia del Estrecho cumple 30 años: “Era la primera vez y ponía los pelos de punta”

Cadáver aparecido el 1 de noviembre de 1988 en la playa de Los Lances, en Tarifa, fotografiado por Ildefonso Sena para Diario de Cádiz

Javier Ramajo

Aquel día festivo amaneció gris. Era 1 de noviembre de 1988 y a media noche había entrado un fuerte viento de levante. Sobre las 9.00 horas, una llamada. “Un contacto de la Guardia Civil, de la compañía de Tarifa, me dijo que había una cadáver en la playa de Los Lances, frente al colegio Nuestra Señora de la Luz, al borde de la playa. No me dio más datos. Cogí mi bloc y mi cámara y me fui. Allí me encontré en la orilla un coche patrulla con un agente custodiando el escenario, que no era nada más que un bote varado en la playa y, a unos dos metros de su proa, el cadáver de un hombre de rasgos marroquíes, completamente vestido y parcialmente cubierto con arena que arrastra el viento y algas”.

Es Ildefonso Sena, que relata aquel momento y que fue el autor de una fotografía para la historia, una imagen que hizo que las muertes de la migración entre África y Europa tomaran visibilidad, como hace menos tiempo pasó con Aylan Kurdi, el niño ahogado en la playa de Ali Hoca Burnu, en Turquía, que puso rostro infantil al drama de los refugiados. Poco ha cambiado desde entonces, ni para unos ni para otros, porque el mar sigue escupiendo cadáveres. En el Estrecho de Gibraltar, concretamente, unas 6.700 personas han ahogado su destino en los últimos 30 años, según las estimaciones mínimas del seguimiento efectuado por Andalucía Acoge.

“En aquellos tiempos, la inmigración era algo común pero apenas conocido, quizás en Cádiz y en Andalucía. España y Europa no prestaban atención a aquel fenómeno incipiente en el Estrecho pero a partir de ese día todo cambió. Se percataron de que allí estaba pasando algo. Tuvo que morir gente para que se dieran cuenta de que aquello iba en aumento, como se ha demostrado después. Hay que ponerse en aquel tiempo”, recuerda Ildefonso Sena, de 67 años, periodista de profesión aunque fotógrafo aquella vez y otras tantas. Entonces era corresponsal del Diario de Cádiz y hacía crónicas y fotos. “Que me mandaran un fotógrafo era complicado”, apunta.

“No me podía imaginar aquello”

“Conforme iba de mi casa a la playa, porque el agente sólo me dijo que había un muerto, pensaba en qué podría haber pasado: un bañista no porque hacía frío, un windsurfista que le hubiera dado un infarto... Pero no me podía imaginar aquello”, relata. Después de que Ildefonso se acercara casi a la orilla, el capitán no tardó más de cinco minutos en llegar con un sargento y otro guardia. Les acompañaban “cinco civiles, también de rasgos marroquíes”. El capitán le preguntó al periodista si sabía hablar francés, para preguntarles si tenían relación con el bote y con el muerto. “Eran reacios al principio, pero les dije que era periodista. Uno de ellos me contó una historia escalofriante en aquel tiempo, aunque después se ha repetido hasta la saciedad. Pero, como era la primera vez que ocurría, ponía los pelos de punta”.

Aquella “escalofriante” historia, que tantas veces se ha repetido después, como dice Mena, la narra así según la oyó de boca de aquel superviviente: “Salieron de Tánger de medianoche. No había luna y era una noche muy oscura. A mitad de camino empezó a soplar muy fuerte el viento. Se asustaron y quisieron saltaron al agua creyendo estar a pocos metros de la orilla, pensando que ya hacían pie. El bote volcó y cayeron los 24 al agua. Me describieron los gritos de socorro en la oscuridad de la noche. Se lo conté al capitán y quedó impactado. De los 18 desaparecidos, aparecieron nueve cadáveres en los días siguientes. El Estrecho se ve muy pequeño en un mapa pero no lo es tanto, y es muy peligroso según los vientos que vengan. Aquello fue sólo la primera tragedia que ha ido aumentando. A aquellos cinco supervivientes los repatriaron, pero estoy seguro que están en Europa. He conocido a gente a la que han parado varias veces y han seguido hasta que lo han conseguido”.

“Aquello me afectó pero mucho más con el paso del tiempo, por la cantidad de muertos que he visto y las historias que me han contado”. Ildefonso viajó a Tánger tiempo después, investigó e hizo “periodismo del que hacía antes”. “En mi antigua redacción éramos 32 periodistas. Hoy hay cuatro y no tienen tiempo de hacer nada de eso”, apunta con cierta melancolía, lamentando que “las crónicas de la inmigración en el Estrecho llegó en un momento en que eran todas calcadas”. “Pero aquella fue la primera tragedia, creo que en toda Europa, y ahora ha alcanzado magnitudes globales que ponen los pelos de punta con tantos muertos en todo el Mediterráneo”.

“El fenómeno de la migración irregular empezó con los marroquíes en el Estrecho. Se recrudecía en verano porque los compañeros que volvían de los países europeos les contaban lo que vivían y pensaban en aquel tiempo que Europa era jauja. España era un país de paso. Casi todos los que cruzaban era porque tenían amigos o familiares en Francia, Alemania, Italia, etc. A uno de los supervivientes con los que hablé aquella mañana del 1 de noviembre del 88 se le encontró un papel en el bolsillo de un pantalón con un nombre y una dirección en Bélgica. Hoy día se habla de mafias de la inmigración pero entonces no había: contrataban a un pescador de Tánger y poco más, pero aquello fue tomando cuerpo y apareció gente que quiso hacer negocio”.

“Una situación que se ha eternizado”

Otra persona que ya estaba “peleando” en la defensa de los derechos humanos de las personas inmigrantes en aquel 1988 es Rafael Lara, actual coordinador de Solidaridad Internacional en la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA). “Ese día nos horrorizamos todos... ¿cómo podía pasar eso? Pensábamos que era ocasional, pero ya en la década de los 80 se había ido avanzando en la configuración de una legislación de extranjería que, más que para inmigrantes, era para ver cómo rechazarlos”.

“Las cosas se fueron endureciendo y de lo que era un tránsito bastante normal hasta entonces de migrantes que venían de Marruecos, se pasó a situaciones que vivimos ya a principios de los noventa. Nuestro entonces presidente, Diamantino García, estuvo visitando la plaza de toros de Tánger donde encerraron a un montón de inmigrantes. Ya empezábamos a preocuparnos y a vivir aquello con angustia. Los Lances fue el pistoletazo de salida de una situación que se ha eternizado”, recuerda Lara.

Desde entonces, “han cambiado muchas cosas”. Lara, que vivió muchos años en Melilla, recuerda que la frontera aquellos años era “un murito de medio metro, y en algunos puntos inexistente, y la gente entraba y salía con toda tranquilidad”. En aquel 1988 “ni había SIVE ni la inversión supermillonaria que se hizo, aunque es un sistema que se ha quedado obsoleto. Hoy llegan con Salvamento Marítimo, aunque a veces llegan hasta la playa como ha pasado este año, pero el grueso son rescatados antes de que lleguen a la costa. La llegada clandestina a las costas para que la Guardia Civil te persiguiera y todo lo demás fue todo posterior”, explica Lara.

Han cambiado los sistemas de llegada y ha cambiado la forma de entender la migración a los ojos de las autoridades. Control, vallas, y hasta “persecución y multas de las personas que ayudábamos a los inmigrantes”. “Todo para construir la Europa fortaleza”, incide. “Pero después de aquellas primeras muertes del año 88, los que ya estábamos en estas cosas, no llegamos a vislumbrar lo que anunciaba. Lo vivimos como un drama coyuntural y no como el inicio de lo que hemos vivido durante los treinta años siguientes”.

“Y, por desgracia, lo que parece que queda. Este verano ha sido realmente impactante por la falta de previsión del Gobierno, por el caos de las actuaciones. ¡Como si aquí no hubiera pasado nunca!”.

Sin canales legales

Una persona que lleva también años conviviendo con la defensa de los derechos humanos en la frontera sur es Encarna Márquez. Persona de gran implicación y con una dilatada experiencia en el ámbito de las migraciones y la participación, lleva vinculada a Algeciras Acoge desde 1991. Especializada en temas de género, mujer y trata de seres humanos, dice que su experiencia durante casi 30 años le permite “reflexionar” sobre una cuestión que poco ha cambiado desde entonces porque “la muerte sigue acompañando a la inmigración”.

“Por aquel entonces se hablaba de la emigración de los españoles pero no de la inmigración de los marroquíes, porque entraban y salían sin problema. En Algeciras siempre ha habido mucha solidaridad. Pero ya nos dimos cuenta de que los naufragios y las muertes iban a aumentar. Era algo que popularmente se conocía. Poco ha cambiado la situación, y nos remitimos a lo que hay. Y es que en los 14 kilómetros de Estrecho no hay recursos públicos para poder salvar vidas”, dice Márquez.

La activista solicita unos “protocolos de atención digna” para los migrantes que crucen el Estrecho dado que “las rutas nunca se cierran” sino que se utilizan más o menos “según la época”. Márquez lamenta que, paralelamente a las muertes, haya “aumentado el gasto para el control de fronteras pero no para establecer canales legales ni para crear infraestructuras en origen para que la gente no emigre de manera obligada”.

Márquez denuncia que se intensifiquen las políticas migratorias para disuadir a las personas de hacerlo pero “no se disuade”. También comenta que ya hace tiempo se decía que habría un tiempo en que las migraciones serían violentas, pero defiende que “no hay migrantes violentos si no lo son las políticas que quieren detener un movimiento que no lo va a parar Europa”.

“La aplicación de las actuales políticas migratorias hace que la muerte siga acompañando a la inmigración”, insiste, recordando que el “cierto rechazo” que ha podido haber ante los migrantes “se ha recrudecido” a raíz del discurso de determinados partidos políticos.

Justo a mitad de este aniversario de las primeras víctimas de la inmigración clandestina, el 25 de octubre de 2003, hace algo más de quince años, una embarcación neumática naufragó en el corazón de la Bahía de Cádiz y dejó 37 personas fallecidas en sus aguas y sus playas. Era la primera vez que la sociedad andaluza, ya en el siglo XXI, se enfrentaba con tanta crudeza a la tragedia de la inmigración. El dispositivo de seguridad del caso de la 'patera de Rota' fue un desastre sin precedentes, aunque nadie asumió jamás ninguna responsabilidad.

Tanto Andalucía Acoge como APDHA han querido sumarse al triste aniversario de aquel 1 de noviembre de 1988. La federación señala que “han sido 30 años de construcción de un modelo de frontera en el Mediterráneo que rechazamos, denunciándolo como agresión estructural a los Derechos Humanos y a la propia vida de miles de personas cada año”. Para visualizar este “insentido”, Andalucía Acoge y la Fundación Por Causa han preparado un documento recopilatorio de la historia de estos años que se presentará en un acto público el día 5 de noviembre en Madrid.

APDHA, por su parte, lamenta la “inacción” de los gobiernos españoles y europeos a pesar de la “sangría cotidiana e insoportable que vivimos en la Frontera Sur del Estado español”, donde existe constancia de que “casi 8.000 personas” han perdido la vida en los últimos 30 años, naufragara la primera patera en nuestra costas. Tras ese 1 de noviembre, “poco se ha hecho para impedir que estas muertes se sigan produciendo y mucho para hacer de la represión, el encierro y las expulsiones, la única política de gestión de los flujos migratorios”, asegura la organización. “Se trata de una verdadera política racista, afirma, de un racismo institucionalizado que tiene como consecuencia que las personas pierdan su vida durante las migraciones”.

Aquella foto que hace 30 años tomó Ildefonso Sena en la playa de Los Lances sirve aún hoy para retratar una tragedia, la del Estrecho, la de todo el Mediterráneo, que no cesa. Solo en 2018, existe constancia de la muerte o desaparición de 518 personas intentando llegar a España, según detalla APDHA. La muerte se sigue bañando entre las olas.

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