ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
A morir, que la muerte es un día
Dejar de ser siempre fue una incógnita. No me refiero a dejar de ser para ser algo mejor, o algo peor. Sino dejar de ser a secas. Dejar de ser para empezar a no ser. No dejar de ser por un rato, ni por un mes... o por un año. Dejar de ser para no ser nunca más. Cuando se utiliza este verbo en su forma pretérita lo hacemos para indicar el fin de una etapa, aunque de alguna forma estemos indicando el comienzo de otra. Y así, entre presentes y pretéritos bailamos inmóviles a la espera de un futuro, que para nada será simple. Al igual que no lo es el presente. En el momento que algo deja de ser para no ser nada es recordado entre el resto como lo que fue. Dando lugar a una dependencia única y exclusiva del que recuerda. Muere lo que se olvida, sí, pero cuando muere el que recuerda es cuando se le da la definitiva sepultura a lo que un día fue y ya no es nada. En busca de darle forma a la nada dejamos atrás la esencia más primitiva y esencial de la nada en sí misma. Los hay que dicen que vas a un paraíso y que ahí te reencuentras con gente. Como si hubiesen más paraísos que Los Caños, y yo me quisiese reencontrar con gente, sabe’ primo. Por otro lado los hay que creen que se deja de existir simplemente. Como cuando antes de nacer. Un plano astral negro y vacío, algo así como el cerebro de algún Inda. Aunque más grande, y con menos moscas. O eso creo.
Siempre se habla de la muerte como la muerte de lo material. Algo que tenía masa y ocupaba un volumen. Aunque a veces las muertes inmateriales generen un dolor más agudo. Entendamos muerte inmaterial como la defunción de algo que existía en una dimensión que nuestros ojos no podían ver, ni nuestras manos tocar. Algo que revoloteaba ausente del desgaste físico y que solo se sometía al devenir de sentirlo, o no sentirlo. Un amor que un día era todo, y ya no es nada. O la palabra que valía más que mil imágenes, porque imagen no había más que una. La muerte de los sentimientos roza dolores que ninguna otra muerte roza. Porque cuando lo material muere, los sentimientos viven. Cuando es al contrario, ni se vive ni se deja vivir. Yendo aún más allá, si cabe, cuando los sentimientos son comunes entre la gente y no cruzan más de catorce o quince calles, se crean unos vínculos que ninguna bandera ni ningún himno podrían representar jamás, pues no le hacen falta.
Es ahí cuando nacen los barrios. Por tanto, la muerte de estos sentimientos suponen un dolor que quizás no sea comparable a ningún otro. La muerte de un barrio es dolorosa. Más aún si este barrio vivió en el sur. En el sur del sur. Porque su muerte es mucho más que la muerte del barrio. Como si es el tuyo, o es el mío. Da igual. La muerte de uno de ellos viste de negro al resto. Y auguran un futuro más negro todavía. A diferencia del resto de muertes, la muerte del barrio es lenta y no es manifiesta hasta que agoniza. Esta empieza con la pérdida del pequeño comercio, ese que pasaba de padre a hijo, que se quedó en hijo para pasar a Lefties. Todo avanza, sí. Aunque no confundamos el avance con el progreso. Progreso es mejoría, y avance no es más que un cambio de instantes en el tiempo. Instantes que traerían consigo la subida de los alquileres y que obliga a hacer malabares matemáticos de alto nivel a los residentes y autónomos de la zona. Esto provoca la migración obligada y cada vez más significativa de la gente hacia los sectores periféricos de sus ciudades. Siendo causa y consecuencia el aumento desmesurado de los pisos turísticos y el turismo salvaje, que nos venden desde la casta pepera como solución para que nos cuadren las cuentas en nuestra baja Andalucía. Aunque las únicas cuentas que se cuadren sean las de los tres o cuatro de siempre. No es casualidad que desde el gobierno andaluz vinculen el problema de la vivienda con la ocupación ilegal y no con el turismo. No te vaya’ a compra’ una casa picha que te la okupan sien por sien.
¿Se imaginan a Camarón naciendo fuera del barrio de las Callejuelas? ¿A Lola naciendo en otro lugar que no sea el barrio de San Miguel? ¿O a Jesús de la Rosa bautizando a su grupo bajo el nombre de Getafe? Gente que pusieron a Andalucía en mapas lejanos al peninsular, y con la que hoy se llenan la boca cuando van por ahí promocionando nuestro templo. Pero que cuando vuelven al templo en cuestión les importa tres carajo’ preservar los barrios de donde salieron ni preservar nada
Este descontrol controlado no hace más que difuminar la esencia de nuestros barrios reduciéndolos a lo que otros quieren que sean. Y cuando ya no quede gente por las calles inventarán algo para seguirlos explotando. Hologramas que proyecten a cuatro o cinco abuelas en una casapuerta. Here we have three typical old Andalusians. O espectáculos con especialistas que simulen una almadraba. Y que a este espectáculo le siga otro pero de flamenco, y con Ayuso tocando el cajón. Aunque no sé si existen palabras en otro idioma que logren traducir las conversaciones que se dan en las puertas de los colegios por las mañanas, olores que logren acercarse al olor a guiso en los callejones a las dos de la tarde o sentimientos que se acerquen a los del obrero que no ve más allá de astilleros.
Lo que sí sé es que desde la Junta pasan (además de muchas otras cosas, pero que abarcarían tres o cuatro artículos más) de la importancia que tienen los barrios. ¿Se imaginan a Camarón naciendo fuera del barrio de las Callejuelas? ¿A Lola naciendo en otro lugar que no sea el barrio de San Miguel? ¿O a Jesús de la Rosa bautizando a su grupo bajo el nombre de Getafe? Gente que pusieron a Andalucía en mapas lejanos al peninsular, y con la que hoy se llenan la boca cuando van por ahí promocionando nuestro templo. Pero que cuando vuelven al templo en cuestión les importa tres carajo’ preservar los barrios de donde salieron ni preservar nada.
No saben que los barrios no son sus vistas, o sus calles, sino la gente que hacen sus vidas entre ellas. La que llora, la que ríe, la que profana los portales a su manera y se revuelve del tirano como si no hubiese más tirano que el tiempo. La que no cuelga más bandera en el balcón que las risas y las penas que se les caen por las esquinas. Piensan que los barrios sin gente siguen siendo barrios. Pero un barrio sin su gente deja de ser, para no ser nada. Y no deja de ser por un rato, ni por un mes... o por un año. Deja de ser para no ser nunca más. Porque en el sur no nos hace falta morir para ir a paraísos prometidos. Nos basta y sobra con nuestros barrios.
Sobre este blog
ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
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