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Los comedores escolares también son para el verano

Escolares acuden durante el verano al comedor del colegio.

Carmen Reina

Varias madres y padres aguardan en la puerta del colegio para recoger a sus hijos. Una imagen habitual, si no se tratara del verano, cuando ya los más pequeños terminaron su curso escolar. Pero en vacaciones también hay que alimentarse y son varios miles los niños en riesgo de exclusión en Andalucía que necesitan de los comedores escolares de verano para nutrirse adecuadamente.

En total, con 1,5 millones de euros de presupuesto, la Junta de Andalucía mantiene abiertas este verano 62 escuelas con comedor, en colaboración con los ayuntamientos, para reforzar las comidas principales de los menores que se ven en la necesidad de acudir al centro escolar para llevar una dieta nutricional adecuada en los meses estivales.

Es el caso del colegio público Antonio Gala de Córdoba. Allí, niños de entre 3 y 16 años acuden en verano a la escuela, donde durante las mañanas realizan actividades lúdicas y formativas que culminan con la comida principal del día. Se trata de finalizar la jornada en el comedor como una actividad más, sin estigmatizar a los menores que deben acudir al colegio también en estos meses para llevar una dieta adecuada que sus familias sin recursos no podrían proporcionarles.

Los más pequeños desayunan en el centro, todos comparten el comedor a mediodía y, uno a uno, salen del colegio con una bolsa donde llevan la merienda y algún extra para primera hora del día siguiente. Se trata así de asegurar tres comidas con los suficientes nutrientes que los más pequeños necesitan y con alimentos como pescado, carne, lácteos o verduras que de otra manera no siempre comerían, durante los meses de julio y agosto.

En este colegio de Córdoba, la apertura del colegio por parte de la Junta de Andalucía se combina con la colaboración desde los Servicios Sociales del Ayuntamiento de la capital y el voluntariado de ADSAM, una asociación local que trabaja durante todo el curso con menores en riesgo de exclusión social y que, ahora en verano,  “tenemos que seguir y no dejarlos tirados”, según cuenta una de las monitoras.

“Este año tenemos más niños en la escuela y la demanda es aún mayor”, señalan quienes siguen el día a día en este colegio. De hecho, con respecto a otros veranos, han tenido que cambiar de aula para habilitar el comedor, más amplio ahora, para albergar a un número mayor de menores.

La población más sensible

En total, sólo en Córdoba capital hay cuatro escuelas de verano como ésta abiertas, en los barrios con índices más elevados de riesgo de exclusión social y pobreza. En total, suman 450 niños que durante los meses de verano siguen compartiendo juegos en su centro escolar de referencia y con sus amigos del barrio pero que, además, se aseguran la dieta necesaria para los años de crecimiento.

Las madres y padres dicen sentirse tranquilos con sus hijos en el colegio en estos meses. Por un lado, les ofrecen actividades distintas a quienes ven muy lejos el horizonte de unas vacaciones fuera de la ciudad. Y, por otro, dicen sentirse aliviados por la descarga familiar que supone no tener que asumir las comidas de los pequeños en el escaso presupuesto de cada casa.

“Es la población más sensible”, reflexionan los monitores sobre los menores que, entre comentarios, risas y algún grito, pasan la hora de la comida en el centro. Nada, aparentemente, es distinto a cualquier otro día del curso escolar. Los comedores escolares también son para el verano.

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