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Huelga de futbolistas negros

El jugador brasileño del Real Madrid Vinícius Jr. en un acto de solidaridad con él en el Bernabéu tras los insultos racistas del partido ante el Valencia el pasado domingo. 

María Iglesias

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Dedicado a Abdou Sega Faye, gran futbolero en Dakar

Acabo de pasar diez días de trabajo en Senegal y volví preparada para toparme aquí en España, como cuando volví de los campos de refugiados de Lesbos (Grecia), con un muro de indiferencia. Preví que la gente estaría a sus cosas, los políticos y los medios volcados con las municipales y autonómicas del domingo 28M. Pero para mi sorpresa, resulta que el racismo se ha convertido, de pronto, en un temazo del momento a causa de los intolerables insultos de “mono” lanzados por hinchas valencianistas contra el delantero del Real Madrid Vinícius Jr.

El ataque xenófobo me asquea tanto como me emociona la reacción del jugador encarando frente a la grada a los culpables, señalándoles para identificarles. Pero existe el riesgo altamente probable de que la actual polémica quede en nada, como tantas veces antes. Sin ir más lejos la del pasado enero cuando colgaron un maniquí de Vinícius Jr de un puente fingiendo ahorcarle, sin que haya habido consecuencias hasta ahora justo a raíz de sufrir esta nueva agresión.

Tengo para Vinícius Jr y sus compañeros futbolistas negros hartos de recibir ataques una noticia buena y otra mala.

La mala es que el final del racismo en el fútbol no vendrá por obra y gracia de ningún presidente de club, entrenador, jefe de la Federación, menos aún de la Liga (con ese Javier Tebas que primero niega el problema y luego dice que si le dan no sé qué competencias lo resuelve en seis meses), ni de jueces, políticos o presidentes como Lula Da Silva, Pedro Sánchez o Joe Biden por más que hayan condenado las ofensas racistas. Habrá que trabajársela.

Igual que la igualdad de género es una batalla cuya victoria o logramos las mujeres feministas o no nos la regalará ningún hombre, la igualdad real de los negros o la conquistan ellas y ellos o no se alcanzará jamás. Los derechos se arrancan con empeño de las manos de privilegiados que nunca quieren soltarlos.

La suerte de Vinícius Jr. y los futbolistas africanos, sudamericanos, magrebíes es que el exagerado éxito, fama y riqueza aparejados a su destreza deportiva les coloca en una posición de fuerza para ayudar a ganarle el pulso al racismo sistémico.

Igual que la igualdad de género debemos lograrla las mujeres porque ningún hombre va a regalárnosla, la igualdad real de los negros o la conquistan ellas y ellos o no se alcanzará jamás. Los derechos se arrancan a privilegiados que no quieren soltarlos.

¿Por qué no hacen una huelga de futbolistas negros? ¿Imagináis? Vinícius Jr. y del Madrid, por citar algunos, Benzema y Rodrigo, del Barça Dembelé, Kounde, Ansu Fati, del Atlético de Madrid Kondogbia, Memphis Depay, Witsel, del Athletic de Bilbao los hermanos Iñaki y Nico Williams… e igual en la Liga francesa con el París Saint-Germain de Neymar y Mbappé a la cabeza, también en la Premier inglesa con Akanji y Nathan Ake en el Manchester City de Guardiola, Naby Keïta o Mohamed Salah en el Liverpool de Klopp o en la Bundesliga alemana y el Calcio italiano. Si los futbolistas negros paran se para el fútbol. Parar el fútbol, ¿es asumible en nuestro mundo?

¿Exigen los futbolistas negros la igualdad para África?

La cuestión es: ¿de verdad quieren los futbolistas negros acabar con el racismo? Puede sonar provocador y nada más lejos de mi intención que añadir dolor al sufrimiento de ser tratados de “monos”, reducidos a “subhumanos”. Pero es que el problema es ese, que el sistema que rige el mundo aún hoy, en el siglo XXI, se sostiene sobre la tesis de que los negros, particularmente africanos, son inferiores.

Si el capitalismo occidental blanco cristiano no siguiera imponiendo su supremacía sobre el conjunto de humanos de otros tonos de piel y religiones, ¿cómo explicar que los africanos tengan mutilada su libertad de viajar? ¿Cómo que se les exijan costosos trámites de visados que luego les son siempre negados de forma que no les queda otra que jugársela en pateras, travesías del desierto, saltos de vallas alambradas para que, tras tanta penuria, los supervivientes acepten ser aquí neoesclavos, mientras los europeos vamos y volvemos a África sin impedimento como yo acabo de hacerlo?

Si los futbolistas negros de verdad quieren acabar con el racismo deben hacer frente común contra los partidos neofascistas y el contagio de sus ideas xenófobas y unirse a favor de la igualdad real y urgente de África en el contexto internacional.

“¿Por qué Europa ha acogido en un año a siete millones de ucranianos pero nos cierra siempre las puertas a los africanos?”, se preguntaba en las conferencias del festival ‘Back to the Roots’ a las que fui en Saint-Louis la periodista maliense Coumba Bah de Joliba Radio y TV. La audiencia africana lo tuvo claro: por racismo.

¿Por qué la plataforma petrolífera y gasística que se construye en alta mar frente a Saint-Louis no genera trabajo ni riqueza entre los locales sino empleos y beneficios para los “tubabs” (“blancos” en wólof) de las multinacionales?, inquirió Abdel Kader Fall, presidente de la ONG Kentalay Kattane (que en wólof significa “Hacer lo máximo posible”). Y aunque los representantes del gobierno francés y senegalés en la tribuna no respondieron, la evidencia es que sesenta años después de las independencias africanas, el neocolonialismo occidental aliado con las élites locales sigue expoliando África.

Hay incluso una colonización mental que lleva a preciosas chavalas negras a decolorarse la piel poniendo su salud en riesgo, o a tapar con pelucas lacias sus hermosos cabellos rizados. Una colonización mental que, como confesó la periodista senegalesa Codou Loume de Radio Oxyjeunes, a veces les lleva a dar las noticias sobre migración repitiendo los mantras occidentales sobre “clandestinos” e “ilegales”. O, como reveló la ya citada comunicadora maliense Coumba Bah, “a que las madres y esposas africanas cavemos las fosas de nuestros hombres porque, aunque les rogamos que no emigren en patera, sentimos y les hacemos sentir que el éxito es alcanzar Europa”.

Posicionarse o no hacer nada por la emancipación africana

Raphinha, también delantero brasileño, pero del F.C. Barcelona, ha hecho un gesto simbólico al acabar el partido contra el Valladolid puño en alto y mostrando escrito en su camiseta el verso de Bob Marley: “Mientras el color de la piel sea más importante que el brillo de los ojos, habrá guerra”. Otros futbolistas, como el delantero francés Nicolas Anelka, ex jugador del París Saint-Germain y el Arsenal inglés ya han tomado una rotunda postura pública, en su caso en el prólogo del libro del parafricanista Kemi Seba L’Afrique libre ou la mort donde Anelka clama por “el despertar de las nuevas generaciones” para librar “la noble lucha negra” y lograr que “el continente más rico del planeta y su gente puedan al fin beneficiarse de esa riqueza antes que cualquier otra nación”.

Los insultos racistas son la punta del iceberg de un capitalismo global basado en el supremacismo blanco que mientras expolia África impide viajar con normalidad a los africanos para hacerlos venir en patera y que los supervivientes asuman ser neoesclavos.

El propio activista Kemi Seba en la entrevista reciente que nos concedió en elDiario.es declaró que “muchos futbolistas africanos y afrodescendientes ya financian” su contestataria ONG Urgences Panafricanistes. Caso de ser así, faltan la valentía y el compromiso de dar la cara públicamente, también de posicionarse electoralmente frente a la ultraderecha, seguramente por miedo al precio que toda lucha conlleva.

Pero hay toda una nueva África, en el continente y la diáspora, poniéndose en pie justo ahora. En el Senegal de donde recién vuelvo acaba de haber tres muertos, un policía y dos chavales, en medio del proceso por el que el presidente Macky Sall busca inhabilitar a su oponente Ousmane Sonko, tan crítico con la sumisión oficial a los intereses europeos como querido por el pueblo, para impedirle presentarse a las presidenciales de febrero de 2024.

Entiendo que abrume que acabar con los insultos racistas en el fútbol esté vinculado con forzar un cambio mucho más profundo y por tanto más complejo y de más largo aliento. Pero cuanto más tarden los futbolistas negros en asumir esto que dentro de sí ya saben, cuanto más pospongan el actuar juntos y en serio, unidos a la sociedad civil negra de todo el planeta, más tiempo tendrán que aguantar lo inaguantable.

Ellos, sus familias e hijos y los millones de africanos para los que su máxima alegría es seguir los partidos de sus héroes futbolísticos. Apasionados del fútbol, como los taxistas de Saint-Louis, tantos de ellos con sus taxis decorados con escudos del Barça o del Real Madrid.

Dicho lo cual, mañana domingo 28M a votar en conciencia lo que en nuestros pueblos, ciudades y autonomías nos acerca a nuestras metas, que cada voto cuenta.

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