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¿Macron nombraría vicepresidenta a Le Pen?

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El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha adelantado cinco meses las elecciones autonómicas, poniéndolas el 19 de junio para aprovechar el efecto Feijóo y Vox ha redoblado su pulso a nuestro sistema de convivencia democrática nombrando candidata a quien, entre toda su áspera e irrespetuosa dirigencia, es la más provocadora y violenta, en lo que dice y de qué forma: Macarena Olona.

Olona, la misma que este marzo subió a la tribuna del Congreso con un atuendo que emulaba el del golpista Tejero, Olona la que defiende a la Fundación Franco y anuncia «Restituiremos la Cruz (del Valle de los Caídos) en cuanto tengamos la más mínima cuota de poder», la que dice que con la Ley de Memoria Histórica «(la izquierda) quiere ganar lo que perdieron en el campo de batalla», la que pisotea la memoria de referentes como Federico García Lorca, asesinado por el golpe franquista del 36 y también la del histórico líder de Izquierda Unida Julio Anguita diciendo que, si vivieran, hoy apoyarían a Vox.

Esta Macarena Olona que Vox quiere que sea la vicepresidenta del popular JuanMa Moreno igual que su candidato en Castilla y León, Juan García-Gallardo, lo es ya del popular Mañueco, siembra siempre conflicto faltando al respeto a representantes como los diputados socialistas Luc André Diouf y Beatriz Carrillo por ser él senegalés y ella gitana, o a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, a quien este jueves acusó de «prostituir y secuestrar al Parlamento», o a la ministra de Igualdad, Irene Montero, a la que, además de atacar en sesiones múltiples, la llama “feminazi” en un vídeo donde ríe las groserías de dos tipos que lanzan a la líder de Podemos: «¡No nos gustan tus tetas!».

Olona, más que la portavoz la portainsultos de Vox en el Congreso -lanzando ofensas que, según los días, son cínicamente susurradas o chilladas a lo chabacano-, no es un verso suelto del partido sino el exponente más provocador de un Vox que quiere remodelar España inspirándose en el franquismo. Así, ella promete abolir las leyes contra la violencia machista, la del aborto, la de la eutanasia para retrotraernos a oscuras etapas. Su proyecto de país es uno donde no cabemos ni feministas, ni LGTBI+, ni migrantes, ni gente de izquierda, ni independentistas catalanes, vascos o gallegos… incluido Feijóo, sí, el actual líder del PP al que antes de ayer Espinosa de los Monteros acusaba de nacionalista.  

¿Pactarán con Olona y Vox ‘los moderados’ Moreno y Feijóo?

El presidente andaluz Juan Manuel Moreno (que prefiere hacer campaña con su apelativo, JuanMa, reduciendo las siglas del PP al mínimo), declaró solo horas después de disolver el Parlamento y convocar las elecciones que “Si ella (Macarena Olona) puede representar a Le Pen, quizá yo represente a Macron… y el que ganó es Macron.» Lo dijo, con esa bonhomía quizá auténtica, con esa campechanía que por experiencia borbónica sabemos que no es garantía de virtud absoluta, pero lo dijo tratando de enredar al electorado en una trampa que no resiste el análisis. Porque Macron justo ha ganado las presidenciales francesas como muro que impedía la llegada al poder de la neofascista Le Pen.

Juan Manuel Moreno intenta enredar al electorado diciendo que si Macarena Olona representa a Le Pen, él representa al Macron ganador en Francia, obviando la inmensa diferencia de que él está abierto a hacer vicepresidenta a la candidata de ultraderecha.

¿Alguien se imagina que Macron, al día siguiente de las elecciones francesas, le hubiera propuesto a Le Pen ser su vicepresidenta?

Pues bien, aquí, en España y Andalucía, en vez de jugar al enredo, JuanMa Moreno y el PP de Feijóo deben decir, sin complejos, si en caso de no tener votos para gobernar en solitario, harán vicepresidenta de Andalucía a la Macarena Olona del Vox que, entre otras tropelías, quiere derogar las autonomías garantizadas por la Constitución.

Estrategia amenazante, más allá de la feroz Olona

El carácter lenguaraz y pendenciero de Olona no es un rasgo exclusivo suyo. Responde a la táctica del ultraderechismo fascistoide global. Lo reconocemos en Trump, Bolsonaro, Orban, Salvini…

La agresividad es medular en la estrategia de Vox que programa actos como uno ya de precampaña en Cádiz este domingo con el amenazante lema: «Marcha por el 1 de Mayo: ¡Reconquistarlo todo!». Un lema donde se deja entre líneas la denuncia del terrible paro para, en cambio, explicitar un intimidatorio grito de cruzada medieval.

Hay que recordar siempre que la clave del ascenso neofascista radica en que la democracia liberal cada vez garantiza menos el trabajo y salarios dignos para que la ciudadanía realice sus vidas. Algo, por cierto, no imputable a la democracia, sino al ultracapitalismo que pugna con los poderes públicos para maximizar sus beneficios. Ese ultracapitalismo que Vox y Olona no critican, que veneran, entre otras cosas porque a ellos les financian ricos ultracapitalistas, de modo que si Vox gobernara, empeoraría la vida de la gente corriente. Por eso, el modo de desinflar sus bolsas de votantes es con reformas que logren que la democracia mejore las vidas de la mayoría.

Desenmascarar el fascismo de Vox

Pero, a la vez, claro que sí, hay que alertar del peligro fascista que Vox encarna. Hay que evidenciar su boicot constante a la convivencia en paz y su ristra continua de provocaciones y violencias verbales.

Los de Vox saltan como fieras (ellos y sus paladines mediáticos) cuando se les designa franquistas, fascistas, racistas, machistas y homófobos.

Tendrían muy fácil reconocer que el golpe de estado del 36 fue un ataque a la legalidad de la II República injustificable fueran cuales fuesen los defectos de esta. Podrían condenar los 40 años de sanguinaria dictadura de Franco que mantuvo España en la opresión y el atraso tantas décadas después de la derrota de sus aliados Mussolini y Hitler en la II Guerra Mundial. Todo lo cual es la verdad histórica indiscutida en el mundo.

Tendrían sencillísimo condenar los actuales y continuos asesinatos de mujeres por sus novios y maridos, la violencia machista sobre ellas y sus hijos, la injusticia sistémica del capitalismo que nos obliga a nosotras a ser las cuidadoras y nos da menos empleos, peores puestos y sueldos y nos condena al agotamiento físico y mental.

En su mano está pregonar la convivencia, el respeto y hasta el amor fraterno, sean cuales sean nuestras ideas y credos, nuestro origen o identidad sexual y de género. Condenar el racismo y la homofobia como hace el papa Francisco al que ellos tanto critican y como hacía también el mismísimo Jesucristo al que dicen adorar.

Si hicieran esto tan sencillo, no serían neofranquistas, neofascistas, ni machistas, ni homófobos, ni racistas. Les quedaría tiempo y energía para ofrecer un proyecto constructivo de país. Pero, no serían Vox. Vox es amenaza y conflicto. Intolerancia para imponer su dominio.

Afortunadamente para el común «nosotros», aquí y ahora, no todo está en sus manos, no depende solo de ellos. Demócratas, actuemos.

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