Regenerator Rajoy

No hay como verle las orejas (electorales) al lobo para desempolvar el traje de superhéroe, inscribirse en el gimnasio de la democracia y echarse al monte del electorado para convencer al personal; que el paréntesis de más de tres décadas de “si te he visto no me acuerdo”, referido al sufrido ciudadano, ha sido sólo un lapso, provocado por las fuerzas malignas que habitan más allá de Orión.

Ha sido sentarse delante de los resultados electorales del 25M y ver a Rajoy convertirse en “Regenerator man”, el superhéroe de la regeneración democrática que para ser bien entendida, empieza por uno mismo, o sea, porque su partido no pierda dos de cada tres alcaldías cuando el año que viene le abandone la benéfica mayoría absoluta con la que viene disfrutando.

Que nadie crea que Regenerator Rajoy se ha convertido a las bondades de una democracia más plena y participativa. Si al persiguecristianos Saulo le abatió una luz cegadora camino de Damasco, a nuestro superhéroe le han derribado de su jaca cartujana los resultados electorales del pasado 25 de mayo y el convencimiento de que, de seguir por el camino tradicional, su futuro y el de su sanedrín pinta más negro que la conciencia de Gallardón.

Pero aprovechando la fe regeneradora del converso Rajoy, me voy a permitir ofrecerle a nuestro protagonista unos cuantos consejos, previos a su sueño húmedo de elección directa de alcaldes:

Querido Mariano, para hablar de regeneración democrática, deberíamos hacerlo con la casa propia lo suficientemente aseada como para recibir visitas. Es por ello que quizás deberíamos empezar por un lavado en profundidad de algunos trapillos bastante sucios que se acumulan tras las puertas de Génova.

Nuestro superhéroe debería responder antes de nada a la pregunta del millón: ¿Cómo va a regenerar la democracia quien ha traspasado todas las líneas rojas de la decencia política? Para abrir boca, no estaría mal que asumiera la responsabilidad derivada de presidir un partido que, según el juez, se ha financiado en B durante décadas.

Al igual que sería muy difícil que los ciudadanos de Gotham se fiarán de un Batman, defraudador y pendenciero, por lo mismo me parece un imposible que la ciudadanía de este país se crea las propuestas de Regenerator Rajoy si previamente no expía sus pecados políticos que le están convirtiendo en el presidente más tramposo de la democracia.

Tampoco estaría de más que nuestro superhéroe limpiara de infiltrados corruptos sus feudos de Madrid, Valencia, Galicia y decenas de pequeñas ínsulas en todo el Reino, para así poderse presentar ante el personal con las manos –y los bolsillos- algo más limpios de lo que muchos le presumen.

También sería muy de agradecer que Regenerator Rajoy hiciera una limpieza de su Facebook y se librara de las amistades peligrosas que provocan sarpullidos entre sus administrados. Banqueros, presidentes de la patronal, Conferencia Episcopal y campamentos de verano como el de FAES no ayudan a hacer creíble sus “poderes regeneradores”.

Puestos a superar la prueba del algodón regenerativa, sería también muy importante limpiar hasta el último rincón del fortín de la gaviota, de aguiluchos, líctores, cara al soles, montañas nevadas, camisas azules y cruces gamadas … que haberlas haylas como se dice por el terruño de nuestro protagonista. Si don Limpio dejara como los chorros del oro esa la galería de los horrores, nuestro superhéroe habría ganado muchos enteros a la hora de hacer creíble su kriptonita regeneradora.

Y ya por último, Regenerator debe comprometerse a hablar un lenguaje verdadero y comprensible para los habitantes de la galaxia. Su neolengua y la de sus centuriones han sumido en la confusión y la oscuridad a todos sus administrados, quienes se han sumido en un estado de descreimiento propio de una posesión demoníaca.

Y ahora sí, una vez cumplidos todos los anteriores requisitos, el traje de superhéroe habrá recobrado todos sus poderes y Mariano estará legitimado para plantear a la ciudadanía esa regeneración por la que suspiramos, sin que se tenga que poner rojo como la grana, ni ver cómo le crece la nariz.