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La crisis de Ciudadanos tuerce el rumbo de la derecha andaluza: del Gobierno PP-Cs a la coalición PP-Vox

El vicepresidente y líder regional de Ciudadanos, Juan Marín, interviene ante el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno.

Daniel Cela

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El primer Gobierno de centro derechas de Andalucía nació por capítulos hace un año, por eso desde el 2 de diciembre -día de las elecciones de 2018- se suceden varias fechas clave que culminan en el cambio de ciclo político: la efeméride más personal para Juan Manuel Moreno Bonilla es el 18 de enero, día en el que tomó posesión del cargo de presidente de la Junta, el primero de un Ejecutivo no socialista en 37 años.

El nombramiento del candidato y líder regional del PP no estaba previsto, habiendo cosechado el peor resultado electoral de la historia de su partido. Un año después, Moreno es un dirigente consolidado tanto a nivel institucional como orgánico. Pero el experimento andaluz ha cobrado vida propia: el PP andaluz apenas ha crecido en las sucesivas citas electorales de 2019, pese a su influencia en la Junta; Ciudadanos se ha desplomado y Vox vive un auge que sus compañeros contemplan con asombro y envidia. Hoy por hoy, Ciudadanos necesita más al PP que el PP a Ciudadanos.

El entorno del presidente Moreno hace balance del primer año de su mandato y se siente “moderadamente satisfecho”, pero reconoce varios frentes abiertos en el horizonte: administrar la Junta de Andalucía -un gigante con 270.000 trabajadores y un presupuesto de 38.500 millones de euros al año- y cambiar la inercia burocrática de tres décadas de gobiernos socialistas “no puede hacerse en cuatro años”. Necesitan más tiempo.

Las protestas del personal sanitario por los recortes y el deterioro del sistema público de Salud ya han demostrado que las expectativas que el PP dibujó en campaña electoral eran demasiado altas y no se van a cumplir en el corto plazo. Necesitan más tiempo, pero el ritmo de la política es frenético. Moreno sabe que debe sacar partido a su gestión en esta primera legislatura para afianzarse en el poder.

El PP espera crecer paulatinamente, pero es muy consciente de que, por muy desgastada que esté Susana Díaz, el PSOE es un árbol fuerte y robusto arraigado a Andalucía. Incluso con la pesada losa del caso ERE -que ha condenado por malversación y prevaricación a los dirigentes de dos décadas de gobiernos socialistas- el PSOE sigue ganando elecciones autonómicas, generales y municipales en esta región. Hoy por hoy, los socialistas gobiernan en más del 70% de los municipios andaluces y controlan seis de las ocho diputaciones provinciales. Mucho poder, mucha influencia.

“Reunificación” del centro derecha

Por tanto, la vía más realista para garantizar un segundo mandato de Moreno es que las llamadas “fuerzas del cambio”, el bloque conservador PP-Ciudadanos-Vox, mantengan su ventaja sobre el bloque de izquierdas: PSOE y Adelante Andalucía (Podemos-IU). Y aquí es donde reside la principal preocupación del equipo de Moreno Bonilla: el desplome de Ciudadanos y el auge de Vox (a 7.000 votos del PP en las últimas generales). El presidente de la Junta cree firmemente en la “reunificación del centro derecha”. Los populares andaluces incluso defienden la fórmula de ir en coalición con sus socios naranjas a las próximas elecciones autonómicas. “Sería una buena idea y una buena noticia para los andaluces”, dijo el portavoz del PP en el Parlamento, José Antonio Nieto, durante una entrevista con la agencia Efe.

Esta misma semana se ha publicado el segundo Barómetro de Opinión Pública de Andalucía, que elabora la Fundación Centro de Estudios Andaluces (Centra), dependiente de la Consejería de la Presidencia de la Junta de Andalucía. El sondeo duplica los apoyos de Vox, frente al desplome de Ciudadanos y el estancamiento del PP. Preguntado al respecto, Nieto no ha descartado un futuro Gobierno de coalición entre PP y Vox en Andalucía, con un partido naranja en retroceso. “El PP no gobernará, por ejemplo, con Adelante Andalucía porque es imposible que haya un acuerdo entre dos programas que son absolutamente divergentes, pero sí se pueden alcanzar acuerdos con otros partidos con los que compartimos una parte importante de nuestro ideario aunque nos diferenciamos en otra parte importante”, advirtió el pasado miércoles, al ser preguntado si el PP gobernaría en coalición con Vox en caso de que este partido se convirtiera en la tercera fuerza política.

Marín, con menos peso orgánico

Pero la cúpula del partido se estremece ante un escenario así. No es la opción que más emociona a Moreno, que en los últimos días se ha dedicado a la inusual labor de suministrar oxígeno y confianza a sus socios naranjas. El desgaste político y orgánico de Ciudadanos, que revelan las últimas elecciones y confirman los últimos sondeos publicados en Andalucía, preocupa más en los despachos de la Junta que el crecimiento vertiginoso de Vox, su aliado externo. La formación naranja ocupa la vicepresidencia de la Junta, en manos del líder regional Juan Marín, y tiene cinco consejerías. Ciudadanos tiene más poder institucional en Andalucía que en ninguna otra parte de España; además aquí reside la coalición con el PP más consolidada, la primera que se forjó con ayuda de Vox, pero sin los roces convulsos que se viven en los gobiernos de coalición de Madrid, Murcia o Castilla y León.

El problema es que todo esto no le está sirviendo a Marín para ganar peso orgánico dentro de su partido. El andaluz fue de los primeros en apoyar a Inés Arrimadas para relevar a Albert Rivera, pero en la gestora que pilota el partido hasta la celebración del congreso de Ciudadanos, que tendrá lugar en marzo, no hay ningún dirigente próximo a Marín. Al contrario. La tutela sigue en manos del ex secretario de Organización, Fran Hervías, que ha maniobrado en las filas del partido en Andalucía en contra del criterio de Marín.

La sintonía entre PP y Ciudadanos en Andalucía se ha consolidado en el primer año de mandato. Los populares reconocen en sus socios de Gobierno a un aliado “leal”. El presidente de la Junta ha perdido la cautela inicial con los consejeros de su Gobierno que pertenecen a la formación naranja, y ahora aborda temas importantes con ellos sin detenerse a pensar si forman parte de su partido o del socio rival. Moreno espera que Arrimadas, con quien tiene buena relación, sepa reactivar la fortaleza interna que tenía Ciudadanos antes del naufragio de las generales. Los naranjas son el otro pilar que sostiene el Gobierno andaluz; sin ellos, perderían el poder o pasarían a depender de Vox, un escenario que inquieta a muchos en las filas populares.

A pesar de los sondeos y de los últimos comicios, los populares creen que la formación de Santiago Abascal disfruta ahora del impacto social y mediático que tuvo Podemos en su origen, en 2015, pero están convencidos de que el largo recorrido le pasará factura: porque adolece de cultura de partido, porque no tiene una estructura orgánica asentada, porque ya han aflorado las primeras crisis internas en municipios importantes, y porque la jerarquía tan vertical de Vox provoca rechazos en algunos territorios, que discrepan de las imposiciones que vienen desde Madrid. Los partidos que suben rápido, también se desinflan rápido, dicen en el PP andaluz, poniendo como ejemplo la situación actual de Ciudadanos.

Perfil guerrero o gestos amables

Ahora mismo, Vox está dopado por dos factores que tensionan y movilizan mucho a sus bases: el conflicto independentista de Catalunya y la formación del nuevo Gobierno de PSOE y Podemos. Ambos asuntos representan un bidón de gasolina para la extrema derecha. El ala más moderada del PP, con Moreno como su principal baluarte, acusa a Sánchez de estar alimentando el efecto Vox para mantener fracturada a la derecha en España, a riesgo de polarizar el país. Los más autocríticos discrepan del perfil duro de Pablo Casado y de las voces más beligerantes con las que se ha rodeado, como la portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo. No podemos descapitalizar el PP, avisan.

El PP siempre ha sido un partido de registros, donde se encuentran bajo un mismo paraguas los conservadores, los social liberales (que hacen frontera con el PSOE), los democristianos… Moreno ha lamentado personalmente la reciente marcha del dirigente vasco del PP Borja Sémper, que ha dejado el partido lamentando “la influencia creciente” del discurso ultraconservador de Vox en su formación. El líder andaluz del PP y el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, no sintonizan con el perfil guerrero de Álvarez de Toledo, abogan por recuperar caras y gestos amables para hacer política, no un rictus de tensión y discordancia permanente.

En la Junta andaluza creen que la extrema derecha no está cometiendo los errores de Ciudadanos, no tiene prisa por dar el sorpasso al PP, pero trata de afianzar sus nichos de votantes explotando las ideas fuerza que más movilizan a sus simpatizantes: el rechazo al inmigrante, las políticas de identidad española, la crítica a las políticas de lucha contra la violencia de género…

Hay voces de alto nivel en el PP y en Ciudadanos que fantasean con otro escenario: la fusión de ambos partidos, con una fórmula similar a la que se usó con Navarra Suma, una coalición que se presente conjuntamente en los próximos comicios. Pero es difícil encontrar a un dirigente en la formación naranja que aplauda públicamente esa fórmula. El mayor riesgo de este artificio lo asume Ciudadanos que, según lo debilitado que llegue a las urnas en las próximas autonómicas, puede terminar absorbido definitivamente por el PP.

Hoy por hoy, ni Ciudadanos está tan frágil para desaparecer ni el PP está tan fuerte como para fagocitar a sus socios.

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