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Andalucía, más y mejor industria
La actividad de la industria en la UE está en retroceso, afectada por incertidumbre política, en especial las políticas erráticas de Trump, menor inversión empresarial y un entorno económico global frágil. Francia y Alemania, que han sido las locomotoras, son ahora las principales responsables de este deterioro. España es la única de las grandes economías europeas que muestra datos positivos, gracias también al cambio de enfoque introducido en la política industrial por el Gobierno de coalición.
Tras décadas en las que predominó la idea de que el Estado no debía intervenir y en las que se privatizaron muchas empresas públicas, se ha recuperado cierta planificación con nuevos instrumentos como los PERTE. La futura Ley de Industria y Autonomía Estratégica, que actualmente se está debatiendo en el Congreso, puede proporcionar un marco político y jurídico regulatorio específico a una gobernanza en la que los principales agentes sociales del ecosistema industrial jueguen un papel fundamental en el desarrollo y el seguimiento de las políticas industriales.
Sin embargo, persiste una fuerte desigualdad territorial: mientras comunidades como Madrid, Cataluña o País Vasco concentran la mayor parte de la actividad industrial y presentan bajas tasas de paro, las comunidades del sur, fundamentalmente Andalucía, siguen marginadas.
Andalucía continúa siendo un territorio con poca industria en relación con su peso demográfico y territorial. La industria andaluza aporta en torno al 11% del valor añadido industrial de España y la manufacturera cerca del 8,5%, valores muy por debajo del 18% de nuestra población y territorio. Los problemas estructurales más importantes que tiene la industria andaluza son el elevado coste energético, la vulnerabilidad al cambio climático, el retraso en digitalización, el pequeño tamaño de sus empresas, la limitada financiación y la desigual implantación territorial.
La industria es clave para transformar el modelo productivo andaluz, aumentar la estabilidad económica, generar empleo cualificado, impulsar la innovación y diversificar la estructura productiva. Andalucía necesita una industria fuerte basada en la autonomía estratégica en conexión con el sistema industrial español y europeo.
El gran objetivo es que la industria alcance el 20% del PIB andaluz, lo que permitiría equilibrar la economía, reducir la temporalidad y mejorar la calidad del empleo. Para lograrlo, se necesita una industria más moderna, descarbonizada, bien financiada, con buenas infraestructuras y capaz de integrar tecnología, investigación y energías renovables.
La Junta de Andalucía posee amplias competencias para impulsar la industria: puede planificar la actividad económica, gestionar su propio sector público y promover la industria salvo en materias que afecten las competencias del Estado por razones de seguridad, sanitarias o de interés de la Defensa.
Necesitamos un gobierno en la Junta de Andalucía que impulse mayor autonomía estratégica con una industria más fuerte y menos contaminante y un marco normativo más claro para las empresas.
La política industrial no es solo sectorial, es transversal. Necesita de la implicación activa de los centros de ciencia e investigación y de la activación de una oferta financiera propia. No hay desarrollo industrial sin capitalización tecnológica, inversión, formación, buena planificación y gestión administrativa, infraestructuras adecuadas, movilidad, ordenación del territorio y sistema energético.
Un eje clave es la sostenibilidad de la industria. La industria andaluza debe reducir emisiones y apoyarse en las energías renovables. Para ello planteamos un programa de electrificación basado en energías limpias que tiendan al 100%, lo que además ayudaría a disminuir la dependencia energética y a situar a Andalucía en la vanguardia de la transición ecológica.
Necesitamos potenciar la industria inteligente con capital andaluz y aumentar el nivel tecnológico innovador de las empresas. El sector industrial, que está protagonizando la transformación digital, ofrece la oportunidad de cambiar el patrón de desarrollo y asegurar un avance estable y sostenible, económico, social y ambiental, lo que requiere apoyar fábricas inteligentes, la incorporación de tecnologías como la inteligencia artificial, la robótica o el internet de las cosas, y el refuerzo del nivel innovador de las empresas, especialmente de las pymes.
Las Pymes industriales demandan más formación y promoción de la digitalización, participando en ecosistemas que aseguren estrategias de cooperación interempresarial. Esto requiere una cultura de cambio tecnológico y cooperación entre empresas.
Es esencial mejorar el acceso a la financiación, especialmente para las pequeñas y medianas empresas, que tienen más dificultades para acceder al crédito bancario. Proponemos la creación de un banco público de inversión industrial, reforzar las sociedades de garantía recíproca y atraer inversiones en sectores de alto contenido tecnológico.
El territorio andaluz presenta un desarrollo desigual. Es necesario la diversificación comarcal apoyando industrias tractoras en sectores clave que impulsen el crecimiento y desarrollo territorial. Estas industrias son fundamentales para atraer y consolidar otras industrias, respaldadas por actividades de logística y movilidad sostenible en las comarcas menos industrializadas, para reducir disparidades territoriales, migración interna y fomentar empleo local, sobre todo, en las comarcas rurales.
Los sectores estratégicos, como el aeroespacial, naval, biotecnológico, digital, agroalimentario o de economía circular, son fundamentales para el futuro industrial andaluz. Incentivarlos requiere medidas coordinadas que combinen innovación, fiscalidad favorable, redes empresariales, infraestructuras, centros de excelencia y laboratorios compartidos.
Hay que destacar el valor de la artesanía andaluza, que forma parte de la identidad cultural de Andalucía. Es preciso reforzar la marca “Artesanía hecha en Andalucía”, el fomento de las indicaciones geográficas para productos artesanales e integrar nuevas tecnologías sin perder su esencia tradicional.
En resumen, una nueva industrialización con una estructura amplia y diversificada, construida a partir de la incorporación de nuevas actividades, sobre todo las llamadas industrias en red y los servicios destinados a empresas, y la modernización de los sectores tradicionales y de respuesta prioritaria a la demanda interna.
Con la transición energética y digital tenemos una gran oportunidad para construir una industria más sólida, innovadora, sostenible y repartida por todo el territorio para transformar el actual modelo productivo, mejorar el empleo y situar a Andalucía en condiciones de igualdad en España y en la UE. Para ello, nos hace falta un gobierno de progreso que se tome en serio la tarea de acabar con la desigualdad de Andalucía. No podemos perder más tiempo.
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