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Sobre este blog

En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Suenan tambores de guerra

Un mural de aleXsandro Palombo en Milan, Italia.

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Suenan tambores de guerra en el Este Europeo. Rusia y Bielorrusia realizaron maniobras Zapad 25 cerca de Europa. El misil balístico Oreshnik con capacidad para bombardear en un radio que abarca toda la UE, fue la estrella invitada. Los drones rusos interceptados sobre Polonia, y alguno sobre Rumania, hicieron saltar todas las alarmas en la UE y en la OTAN que ha desplegado la Operación “Centinela Este”. Suecia reintrodujo el servicio militar obligatorio en 2018 y aumentará el gasto militar hasta el 3,5% del PIB. En tanto Rusia sigue bombardeando Kiev y otras zonas de Ucrania, tratando de anexionarse el máximo territorio. En Oriente próximo, Netanyahu sigue con su plan genocida en Gaza, y también bombardea en Cisjordania, Irán, Libano, Siria, Yemen, Qatar, con la connivencia de EEUU. En Gaza, van más de 66.000 palestinos muertos, entre ellos cerca de 20.000 niños, 10.000 mujeres, 1.600 trabajadores sanitarios, 310 técnicos y sanitarios de UNRWA, más de 250 periodistas. El número de heridos en Gaza desde octubre de 2023 sobrepasa los 163.000. La vuelta ciclista a España ha tenido numerosos incidentes de rechazo al equipo israelí, y de apoyo a Palestina, y en la etapa final en Madrid, cientos de personas actuando coordinadamente, paralizaron la vuelta y se suspendió en Cibeles, la entrega de trofeos a los ganadores.

Las protestas en ciudades españolas y de otras partes de Europa han ido a más ante la atrocidad del holocausto que perpetran Netanyahu y el ejército asesino de Israel. El Gobierno de España ha promovido medidas ejemplares contra Israel, en pro de la paz y los Derechos humanos en Gaza. Las acciones de Trump lejos de apaciguar han aumentado el peligro de una confrontación mundial, pues China y Corea del Norte asisten complacidos a la situación en Ucrania, y en Oriente Medio.

Un fantasma recorre el mundo, el extremismo fascista de ultraderecha. Los neopopulismos y el surgimiento de partidos ultranacionalistas que recortan derechos y libertades conseguidas en la Democracia, tienen que ver con esta escalada de violencia y de belicismo en el mundo, y sin duda, la industria armamentística y sus criminales impulsores, a quienes les importan un bledo las muertes de inocentes y el sufrimiento de los pueblos que padecen las guerras, alimentadas desde los despachos del poder.

El pueblo inocente siempre pierde con la victoria y con la derrota, pues la sangre derramada que tiñe de rojo los ríos y la tierra donde se desarrollan los combates, y las ciudades y pueblos bombardeados sin piedad, siempre esa sangre es de los hijos del pueblo, tanto si se les obliga a empuñar un fusil, como si tratan de sobrevivir a la tragedía

“Llegará el día en que la inteligencia será despreciada y la estupidez será adorada”. Esta frase la escribió el Nobel portugués José Saramago, y creo que se ajusta tristemente a la realidad que nos está tocando vivir en este primer cuarto del siglo XXI. Recurro a personas que podemos considerar sabias: Tolstoi escribió en “Guerra y Paz”: “la paz exige el trabajo heroico y el sacrificio más difícil”; Cicerón: “Si ha de hacerse la guerra, hágase únicamente con la mira de obtener la paz”; el premio Nobel francés, Romain Roland nos dijo “la guerra es el fruto de la debilidad y necedad de los pueblos”; también Cervantes que participó en la batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571: “porque el fruto de la guerra, en la paz felicísima, se encierra”. Pero es Stefan Zweig, que tuvo que exilarse huyendo del horror del nazismo, quien lo borda: “la guerra, en sí misma, significa una injusticia, pues no alcanza a los que la atizan y dirigen sino que casi siempre, todo su peso viene a caer sobre los inocentes, sobre el pueblo, que no tiene nada que ganar, ni con la victoria, ni con la derrota”.

Históricamente, las guerras las han declarado los poderosos, los reyes, los sátrapas, los dictadores, militares o civiles que llevados por la religión o por las ansías de ampliar su poder político y militar, tratan de doblegar a los pueblos pues, como señala Zweig, las consecuencias de la guerra las sufre el pueblo inocente. Y añado: el pueblo inocente siempre pierde con la victoria y con la derrota, pues la sangre derramada que tiñe de rojo los ríos y la tierra donde se desarrollan los combates, y las ciudades y pueblos bombardeados sin piedad, siempre esa sangre es de los hijos del pueblo, tanto si se les obliga a empuñar un fusil, como si tratan de sobrevivir a la tragedía, en la que les meten sus dirigentes políticos o militares, que lejos del frente guardarán a buen seguro sus vidas, mientras con la sangre de los inocentes se escriben en rojo, las páginas de la historia. Muchos, como ocurrió en la guerra civil española y en la dictadura de Franco, fueron asesinados y enterrados en fosas comunes donde habita el olvido, de donde ahora trata de rescatarlos la Ley de Memoria Democrática de 2022.

Las guerras de odio que se dan en España nos hacen reflexionar sobre en qué mundo vivimos y qué futuro queremos dejar a nuestros nietos. ¿Queremos un mundo de violencia verbal y física, entre españoles? Las encuestas apuntan a una escalada del fascismo. En mi opinión, buena parte de esta crispación y convulsión social tiene su origen en la violencia verbal y los mensaje de odio que desde hace unos años, utilizan algunos políticos, y la violencia anónima que corre como la pólvora en las redes, con insultos, injurias, y ataques al honor de las personas. Las arengas de odio de algunos políticos y su presión sobre la judicatura, con casos flagrantes de “lawfare”, inducen a instrucciones partidistas e injustas de algunos jueces (véase Peinado y Hurtado), sobre personas a las que se les condena de antemano a la hoguera, o a la fosa (Tellado, dixit) por determinados políticos, periodistas, tertulianos, y medios de comunicación, y por algunos jueces, salvo a la inmensa mayoria, sin contemplar la presunción de inocencia, como garante máxima del derecho, para el presunto encausado. Como escribió Saramago: Llegará el día en que la inteligencia será despreciada y la estupidez será adorada. Y en esas estamos. O los demócratas paramos el neofascismo, o nos comerá. Y en el voto en las urnas, tenemos nuestra arma pacífica contra el monstruo.

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