Son historias de superviviencia frente a la crisis. Familias enteras en paro que, como último recurso, deciden que la tierra, aunque no sea suya, sea laque les ofrezca su propia manutención.
Ese lugar, en unos terrenos que ninguna administración considera como propios, se asoma al puente de la SE-30 que une Sevilla y Camas. Ahí, en una antigua escombrera y donde se levantaba un campamento rumano, crecen ahora las frutas y verduras que dan de comer a aproximadamente una treintena de familias.
Lo que a vista de pájaro podrían parecer chabolas construidas de cualquier manera no son sino pequeñas casetillas habilitadas para las azadas, los rastrillos, el abono y el mantillo.
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