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Presupuestos andaluces, un caballo de Troya
Ya se han cumplido los 100 primeros días del Gobierno del cambio y, por desgracia, han sido 100 días perdidos para el mundo del trabajo. Pasado el umbral del 26 de mayo y el periodo de gracia del Gobierno, llegan los presupuestos para 2019. Unas cuentas que ni son sociales ni son creíbles. Y que además llegan tarde y mal.
Los tres partidos que sustentan el Gobierno de Andalucía han dado luz verde a unos presupuestos que son puro atrezzo: mucha literatura, medidas aparentemente sociales y expansivas pero que parecen enmascarar una intención privatizadora de los servicios públicos. Y es que las cuentas no cuadran, porque se prevé crecimiento pero los ingresos para financiar los servicios públicos proceden de la venta de inmuebles (una medida que debería ser extraordinaria). Y encima, la fuente de financiación más segura y estructural que deberían ser los impuestos, se ve desdibujada: estas cuentas vaticinan una reducción de la presión fiscal a quienes más tienen, eliminando el impuesto de sucesiones y donaciones, rebajando el IRPF a las rentas más altas. En definitiva, menoscabar las arcas públicas en detrimento de la clase trabajadora. Andalucía necesita una reforma fiscal, pero en la línea opuesta a la puesta en marcha por este Gobierno.
Este Gobierno de las tres derechas llegó anunciando “empleo, empleo y empleo”; y lo que encontramos es que por medio de los presupuestos se abandona la lucha contra dos de los mayores dramas que sufre Andalucía: el paro y la precariedad. Si se recortan 190 millones de euros en políticas activas de empleo: ¿dónde queda el cambio?
Tampoco existe una apuesta real sustentada con una dotación presupuestaria que impulse un modelo económico, social y medioambiental sostenible y, aunque es cierto que hay que facilitar que las empresas se instalen en Andalucía, sólo con el impulso del emprendimiento o el apoyo para la transformación de las empresas a la economía digital no es suficiente. El empresariado ha de entender que es necesario el control y la regulación para que el desarrollo económico se lleve a cabo con garantías, respetando en los pliegos públicos las cláusulas sociales y el respeto de los convenios colectivos sectoriales.
En aquellos puntos donde se producen crecimientos, por medio de ayudas y transferencias, como los sectores agrícola, ganadero, pesquero, turístico o agroindustrial, es fundamental exigir un retorno social de las ayudas que se dan. Las ayudas con recursos públicos no pueden ser a fondo perdido, si no que tienen que estar condicionadas y vinculadas al mantenimiento y a la creación de empleo de calidad. No puede ser que siempre salgan ganando los mismos.
Y si en ingresos la previsión es poco creíble, en inversiones es poco social. ¿Qué hay del Plan Andaluz de Vivienda y un Plan de rehabilitación? En este sentido, el Gobierno vuelve a decantar el peso de la balanza hacia el sector inmobiliario y urbanístico, basándose en modelo desmesurado y descontrolado de la actividad inmobiliaria. No han tomado ninguna nota de los 10 años de crisis que empiezan a quedarse atrás.
Insuficiente
Los 134 millones de euros destinados a la Renta Mínima de Inserción frente a los 190 del presupuesto de 2018, que ya eran manifiestamente insuficientes, hablan por sí solos. En dependencia, nos encontramos con la reducción de centros de día y el aumento de listas de espera. En educación, con que sólo se han convocado el 40% de las jubilaciones que se han producido el año anterior. Y en sanidad vuelve a haber problemas para poner en marcha el plan de refuerzo del verano.
Estos presupuestos enmascaran, además, un chantaje social y político permanente de la ultraderecha muy grave, como pone de manifiesto manipular los conceptos hablando de “violencia intrafamiliar” en vez de “de género”, pasando por encima de leyes como la de Igualdad y admitiendo el Gobierno retrocesos en una cuestión tan seria como la lucha contra la violencia machista.
En definitiva, este no es el cambio que queremos para Andalucía. Y, a juzgar por los primeros presupuestos del Gobierno de las tres derechas, estamos ante un caballo de Troya, ante una suerte de engaño de feliz apariencia y preocupante desarrollo.
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