Los cambios que puede traer la presidenta
No hacía falta una bola de cristal muy grande para intuir que José Antonio Griñán iba a ceder el testigo de la presidencia a Susana Díaz más temprano que tarde. Se habla de sus motivaciones, con idénticos argumentos a los que se usaron cuando anunció su decisión de no presentarse como candidato hace apenas un mes: razones familiares, la presión de la jueza Mercedes Alaya con el caso ERE, el cansancio que acucia, la necesidad de un relevo generacional... Se habla también de adelanto electoral en el horizonte y se barajan fechas, ganadores y perdedores. Pero el escenario más inmediato y que va a afectar a los andaluces a corto plazo es el inminente cambio en el Gobierno de la Junta de Andalucía.
En ese nuevo equipo la futura presidenta tendrá que volver a hacer gala de su mano izquierda para negociar con IU. De hecho, ya fue una de las grandes artífices del pacto con la federación, y controla muy de cerca las relaciones con los socios del PSOE. Una consejera de IU, la de Fomento y Vivienda, Elena Cortés, ha dicho en varias ocasiones que no ve problemas para votar su investidura como presidenta “si sigue habiendo un programa de gobierno con los mismos elementos”. De hecho, el propio Valderas ha insistido siempre en que “el pacto es un pacto de partidos no de personas”. Así visto, estos elementos no pasan necesariamente por los protagonistas, es decir, por los consejeros, algunos de los cuales serán relevados a partir de septiembre.
¿Continuará el consejero de Agricultura, Pesca y Medioambiente, Luis Planas, que le plantó cara a la candidata del aparato en las primarias? La futura presidenta -la que será la primera mujer socialista al frente de una comunidad autónoma- tiene una buena relación con él, pero sobre todo, es amiga de tomar decisiones que la ayudan a conseguir sus objetivos. No le tiembla el pulso, y eso primará a la hora de montar el nuevo organigrama.
Otra de las cuestiones es cómo saldrá parada de estos cambios la consejera de Hacienda, Carmen Martínez Aguayo. No son pocos los que la ven fuera del nuevo equipo, a cuenta del caso ERE, ya que el exinterventor general, que declara a partir de este jueves en los juzgados, ha apuntado también hacia ella. Si dispara fuego a discreción, las víctimas, terminen luego como culpables o inocentes, van a sufrir un tiempo. En el PSOE están convencidos de que no puede quedar atisbo de contaminación si se pretende recuperar la confianza de los ciudadanos, hastiados de una corrupción que parece no entender de siglas.
Pero sobre todo, ¿intentará IU poner en el escaparate a su nuevo coordinador regional y más que probable candidato Antonio Maíllo? Un cambio de Gobierno sería el momento idóneo para introducir sin estridencias a un hombre que tiene el problema de ser todavía un gran desconocido para el votante y no cumplir tampoco con la condición de parlamentario. No conviene olvidar que el reparto de poder está establecido en función de los resultados en las urnas de cada una de las dos fuerzas y su entrada tendría que ser, en principio, a costa de otro consejero de IU.
Hay fuentes que barajan incluso que sea el propio Diego Valderas el que se una también a la corriente de dejar paso a los nuevos, una vez que el cómodo tándem en el que va con el todavía presidente se queda sin este para seguir pedaleando al pesado ritmo de los veteranos. Puede sacrificar IU a otro de sus dos consejeros: la citada titular de Fomento y Vivienda, Elena Cortés, o Rafael Rodríguez, de Turismo. Es poco probable que opte por la primera, no sólo por su peso en el partido sino también por su papel en el decreto más rentable de la izquierda en Andalucía hasta ahora, el de la función social de la vivienda.
En medio, no lo olvidemos, la siempre complicada negociación a dos bandas de unos presupuestos autonómicos a la baja, que es donde pueden surgir las mayores discrepancias entre IU y PSOE aunque la coalición de izquierdas es la menos interesada en romper la alianza con los socialistas en estos momentos en que quiere demostrar que es una formación capaz de gobernar y de aplicar sus políticas.
Susana Díaz, unida a sus fieles (muchos de los cuales se han dejado la piel por ella en la batalla de los avales), tiene gran parte del verano por delante para conformar su equipo, donde todos coinciden en que no habrá grandes cambios, pero sí algunos muy significativos. Más adelante ya verá -ahora sí será cuestión suya- si le conviene a su partido un adelanto electoral. Eso sí, basta con que el PP esté diciendo que no es el momento como para que los socialistas ya no lo vean tan mal llegado el caso. El PSOE dice que no hay razones para un adelanto electoral, pero también decía el todavía presidente Griñán que iba a agotar la legislatura. Hasta hoy.