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Cuando los huesos “hablan”: cómo se exhuma una fosa del franquismo

Fosa común de El Madroño (Sevilla). / J.M.B.

Juan Miguel Baquero

Es la médula de la Memoria Histórica: abrir las fosas. Recuperar a las víctimas del franquismo. En España, al menos 115.000 personas yacen en sepulturas ilegales, ejecutados por golpistas. Es el segundo país del mundo con más desaparecidos forzados, tras Camboya. Buscar los restos óseos supone cerrar el duelo familiar. Es una cuestión de derechos humanos y, como marca Naciones Unidas, una obligación que el Estado español incumple. Pero, ¿cómo se exhuma una fosa común del franquismo?

No es cuestión de coger pico y pala y excavar la tierra. No sólo. Muchos de aquellos asesinatos suman casi ocho décadas y ahí está la clave: la impunidad de los crímenes cometidos en la matanza fundacional del franquismoimpunidad de los crímenes cometidos en la matanza fundacional del franquismo. El país miró a otro lado. Mantuvo la herida abierta y no asume la revisión de su reciente y violento pasado histórico. Los descendientes, también víctimas, nunca tuvieron opción de rescatar los restos de sus familiares.

Salvo en casos. Ocurrió tras la aprobación de la Ley de Memoria estatal (acompañada de partidas presupuestarias que eliminó el Partido Popular tras acceder al Gobierno nacional). O en Andalucía, donde la Junta mantiene actuaciones directas en fosas comunes dentro del marco jurídico que traerá una ley memorialista propia. Como en El Madroño, un pueblo de la Sierra Norte de Sevilla con poco más de 300 habitantes: el trabajo arqueológico ha recuperado restos de más de 30 personas.

Fases de una exhumación

Exhumar una fosa del franquismo es una labor con varios “puntos imprescindibles”. Primero la investigación, documental y oral, permite la “contextualización histórica de los hechos”, apunta la arqueóloga Elena Vera, responsable de numerosas intervenciones en sepulturas ilegales tras ejecuciones durante el estallido golpista, la Guerra Civil y la dictadura franquista.

Segundo, la búsqueda y localización permite acotar al máximo el lugar y dimensión de la fosa. Puede ser útil realizar catas previas, sondeos para intuir qué oculta la tierra. Tercero, “la excavación con metodología arqueológica”. Ahí sí, picos, palas –o maquinaria según el lugar–, punzones, brochas… y las manos de los técnicos, horadan el terreno.

Completada la exhumación del material óseo, el paso cuatro es “establecer la cadena de custodia de los restos”. Quinto punto: análisis antropológico. Trabajo de laboratorio. Es cuando los huesos “hablan”, en palabras del antropólogo Juan Manuel Guijo. Cuando cuentan qué ocurrió. Si, en efecto, aquellos individuos fueron víctimas de muerte violenta. Si hubo tortura previa, fracturas post mórtem o 'tiro de gracia'. Sexto, identificación de los cuerpos mediante pruebas de ADN. “Y, por último, efectuar un entierro que dignifique la memoria de los que fueron fusilados”, señala Vera.

Protocolos científicos

Como norma general, las fosas del franquismo “presentan un registro arqueológico y antropológico de superposición de cuerpos”. Víctimas enterradas sin cumplir el rito tradicional y, en ocasiones, directamente arrojadas a la tumba. La “fase de campo” y el posterior estudio en laboratorio reflejan el “necesario protocolo científico” de estas intervenciones.

“El protocolo de actuación a la hora de afrontar la excavación de una fosa común y la exhumación de los cuerpos que contenga, responde a la necesidad que tienen los familiares de recuperar la memoria de sus desaparecidos”, explica la arqueóloga. En el caso andaluz, estos proyectos pasan por la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía. La administración vela así el cumplimiento de “los requisitos legales y científicos”.

“Como a perros”. Un lugareño se resigna a la suerte de las víctimas enterradas en la fosa de El Madroño. Así los enterraron, dice, “como a perros”. Desde que la tierra fue quebrada han aparecido hebillas, botones, tachuelas, un mechero, una peineta, zapatos... Detalles de vidas segadas por la barbarie. El pueblo guarda historias de aquellos días de sangre y fuego. Relatos que yacen en una fosa de dos metros de ancho por trece de largo.

La localización exacta de la fosa llegó en mayo de 2014. Antes, la indagación histórica estuvo basada en el trabajo de investigación local de Juan José López y su libro A morir toca. El Madroño en tiempos de Infamia (Diputación de Sevilla). El proceso arqueológico, que llegará aproximadamente hasta finales del mes de octubre y está supervisado por la Consejería de Cultura, va a recuperar a más de 30 personas.

Los huesos han aparecido en disposición anómala –separación de brazos, colocación boca abajo o piernas cruzadas– y en “mal estado de conservación” por la aridez del terreno. Permitirán, no obstante, confrontar el material genético con las familias interesadas. Al menos una tercera parte corresponde a mujeres. Hace 20 años, el Ayuntamiento de El Madroño erigió un pequeño monumento que honraba a quienes “dieron su vida por la libertad”. El grito sordo de la tierra, de los huesos, señala ahora un paso definitivo en la dignificación de las víctimas.

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